Al final la política penetró en el gobierno de los gerentes

Sanz, Peña, Monzó, Frigerio y Morales (Presidencia de la Nación)

La presión a los formadores de precios para que no remarquen sus listas, el proyecto de disminuir el ritmo de las rebajas de las retenciones a la soja y la decisión de eliminar los gastos políticos con impacto simbólico son tres de los efectos casi inmediatos del ingreso de la política al estilo de gestión del Gobierno.

No van a sumar millones de votos de un día para el otro. Tampoco van a hacer que la imagen del Presidente y la de la gobernadora María Eugenia Vidal se recuperen de inmediato, por lo que las afectó el aumento de la tarifas y la corrida cambiaria.

Además de todo eso, las terminó de dañar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, una de las organizaciones más odiadas por los argentinos.

Sin embargo, a pesar de todas las malas noticias, el Gobierno salió de la zona de peligro, recuperó la iniciativa, y ahora está manejando la agenda pública con cierta pericia.

Mauricio Macri tiene en este momento dos obsesiones.

La primera: comunicar todos los días que no se puede seguir viviendo gastando más de lo que se produce.

Y la segunda: impedir que el Senado apruebe el proyecto de ley con media sanción en Diputados, que produciría un agujero de entre 150 mil y 200 mil millones de pesos en el Presupuesto.

“No le importa tanto tener que vetarlo. Lo que más le importa es que el mundo interprete la aprobación de la ley como un retroceso a los cambios de fondo que se quiere hacer”, me explicó un ministro del área económica.

Al jefe de Estado no le importa que el círculo rojo piense que tuvo que hacer concesiones. En ese sentido, es más pragmático que caprichoso.

Piensa que si el haber nombrado ministro coodinador a Nicolás Dujovne y que Emilio Monzó y Ernesto Sanz hayan regresado a la mesa chica de decisiones ayuda para lograr lo que se propone, habrá valido la pena.

Lo mismo piensa del anuncio de salir a denunciar a las grandes empresas que aumentan los precios sin razón.

Él, en el fondo, no cree en el control de precios. Pero también comprende que el pedido de sacrificio debe estar acompañado por gestos de cercanía y de ajuste de la política.

Por eso analiza, para después del Mundial, achicar el número de ministerios, y salir a anunciar una baja de empleos públicos y congelamientos de los salarios en la punta de la pirámide del Estado.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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