Un estudio revela que la longevidad no viene en los genes

A partir de la base de datos de Ancestry, Calico estudió más de 400 millones de historias de vida.
A partir de la base de datos de Ancestry, Calico estudió más de 400 millones de historias de vida.

Calico, la empresa de Alphabet (Google) que intenta resolver el rompecabezas de la mortalidad, se asoció con Ancestry, la compañía que posee la base de datos más grande del mundo sobre historia familiar. Su objetivo: investigar hasta qué punto es importante del papel de los genes para determinar la longevidad de una persona.

Aunque la cooperación es secreta, los primeros resultados acaban de ser publicados en la revista académica Genetics. Y no son los que se esperaban.

El trabajo que dirigió Graham Ruby, bioinformático de Calico, analizó registros de más de 400 millones de personas que vivieron y murieron en Europa y los Estados Unidos desde el siglo XIX hasta el presente. Y halló que, aunque la longevidad suele ser un rasgo familiar, el ADN tiene una influencia muy inferior a la que se creía en la determinación de los años que vivirá alguien.

La longevidad tiene razones de mucha mayor incidencia que el ADN, reveló el trabajo.
La longevidad tiene razones de mucha mayor incidencia que el ADN, reveló el trabajo.

“La herencia real de la longevidad humana en el grupo estudiado es probablemente de hasta el 7%“, dijo Ruby a Wired.

Aunque las estimaciones anteriores oscilaban entre el 15% y el 30%, el trabajo de Calico y Ancestry sugirió que la selección de parejas por afinidades es un factor de mayor incidencia.

“El primer indicio de que podía influir algo distinto de la genética o un medioambiente compartido con la familia surgió cuando Ruby trató de investigar el parentesco político“, señaló la publicación.

A partir de las leyes básicas de la herencia —cada persona recibe la mitad del ADN de su madre y la mitad de su padre—, repetidas a lo largo de las generaciones, la investigación observó el vínculo entre dos personas en relación a su tiempo de vida. Investigaron a padres en relación a los hijos, a los hermanos entre sí, a los primos. Las observaciones eran las predecibles, hasta que Ruby llegó a los parientes políticos.

“La lógica indica que uno no debería compartir bloques importantes del ADN con los hermanos del cónyuge”, presentó Wired. “Pero en el análisis de Ruby, la gente vinculada por medio de un pariente cercano de la persona con la que se casó tendían a tener un tiempo de vida casi tan similar como el que tenían en relación con alguien vinculado por la sangre“.

El científico comprendió que “aunque nadie había mostrado el impacto de la selección de parejas por afinidades hasta tal extremo, [el hallazgo] era coherente con el modo en que sabemos que se estructuran las sociedades humanas“.

Eso no significa que no existan genes asociados al envejecimiento o enfermedades que se presentan con la edad. Pero revela que para identificar más de esos genes será necesario un poder estadístico mucho más grande que el que se creía. Además del factor biológico, será necesario abarcar el social.

El factor social se mostró tanto o más importante que el biológico para determinar la longevidad.
El factor social se mostró tanto o más importante que el biológico para determinar la longevidad.

Calico y Ancestry terminaron su colaboración con este estudio, pero la firma relacionada con Google puede utilizar los resultados para continuar sus investigaciones. Y aunque un vocero se negó a ampliar el tema con Wired, la moraleja de lo que se publicó en Genetics indica que “los humanos tienen más control sobre su tiempo de vida que sus genes”. Parece que las otras cosas que comparten las familias (“hogares, barrios, cultura, cocina, educación, acceso a la salud”) marcan una diferencia más grande.

La directora científica de Ancestry coincidió en que por el momento que “un término de vida saludable parece estar más en función de las elecciones que hagamos”. Por ejemplo, hubo dos grandes bajas de la edad de muerte, identificables a simple vista en los datos de sus clientes, durante el siglo XX: entre los varones en los años de la Primera Guerra Mundial, y entre hombres y mujeres en las décadas finales, debido al tabaquismo.

“No hay que fumar y no hay que ir a la guerra”, ironizó. “Esos son mis dos consejos. Y acaso dedicar tiempo a hacer ejercicio”.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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