Es argentino, llegó a Vietnam antes de la pandemia y nunca más se fue: “Haber pasado el COVID acá fue una ventaja”

Juan Pablo Sanchez - Argentino en Vietnamo
Juan Pablo, su mujer (Celina), su hijo (Juan Pedro), junto a tres vendedoras ambulantes de Vietnam.

Agosto de 2019. La vida para Juan Pablo Sánchez y su familia cambiaba para siempre. Después de seis años viviendo en París, él, su mujer y su hijo se mudaban a la ciudad de Ho Chi Minh, capital de Vietnam también conocida como Saigón.

“La llegada fue chocante. Era la primera vez en nuestra vida que pisábamos Asia, no habíamos estado nunca, ni de vacaciones, y ahora aterrizábamos en Vietnam y era directamente para quedarnos a vivir”, cuenta. No sabía, no podía saber, que unos meses después todo volvería a cambiar para siempre otra vez, aunque no solo para él.

Diciembre de 2019. En la ciudad China de Wuhan aparecen unos extraños casos de neumonía. Juan Pablo y su familia están a exactos 2.338 kilómetros de ahí, pero no se alarman. Además, a pesar de que Vietnam y China comparten 1.400 kilómetros de frontera, el primer caso que se registra en el país es a fines de enero, exactamente el 19. Entonces, actuaron rápido: prohibieron los vuelos y cerraron la frontera con su país vecino. El régimen comunista de partido único que es Vietnam apretó el puño y lo contuvo todo.

Los primeros meses fueron estrictos. Mucho cierre sin fisuras y control total de las personas que se contagiaban. Es que en un país de 95 millones de personas pero sin la infraestructura de China, el control de la población significó todo. Y funcionó: Vietman acumula al cierre de esta nota 14,323 casos totales y solo 72 muertes. Antes de la pandemia decir “solo 72 muertes” hubiera sonado insensible, hoy es un rasgo absoluto de éxito.

Una vendedora de comida en Hanoi, capital de Vietnam, junto a un mensaje escrito por ella: "prevenga el COVID, solo Tak Away, mantenga una distancia de dos metros". En mayo de este año hubo un nuevo brote que obligó a nuevas medidas. REUTERS/Thanh Hue
Una vendedora de comida en Hanoi, capital de Vietnam, junto a un mensaje escrito por ella: “prevenga el COVID, solo Tak Away, mantenga una distancia de dos metros”. En mayo de este año hubo un nuevo brote que obligó a nuevas medidas. REUTERS/Thanh Hue (THANH HUE/)

“Fue chocante porque yo veía en todo el mundo que era bastante tranqui y acá se tomaron las medidas fuertes desde el principio. Apenas hubieron dos casos (en una ciudad de millones de habitantes), ya querían cerrar. Las escuelas las cerraron al principio. Y siguieron cerrando cosas. Los restaurantes, los servicios no esenciales, y ahí se controló muchísimo… Pero te estoy hablando muy del principio, incluso antes de la Argentina. Porque acá saben que su estructura no es la mejor pero que tienen mucha capacidad de encierro, entonces querían desde el principio controlar todo”, cuenta hoy Juan Pablo, que vive en un barrio cerrado del distrito dos de Saigón y que hoy está trabajando mixto: una semana en su casa, una presencial, a causa de un pequeño aumento de casos.

“Yo en un momento estuve un mes trabajando en la casa. Eran medidas muy fuertes para los pocos casos que había. Pero pudieron controlarlo. Llegaron a ser 100 o 200 casos en abril del 2020, ahí paró y empezamos a tener vida normal otra vez. Después arrancaron otra vez los casos, pararon, y así. Todo muy controlado. Si alguien iba en un vuelo con COVID, detenían a todo el avión. Por cada caso que había o que hay hoy, ponen en cuarentena a muchísima gente”, agrega.

El comienzo: por qué vivir en Vietnam

Juan Pablo tiene 41 años y trabaja en la industria petrolera. Se fue de la Argentina en el 2011, apenas un año después de su casamiento con Celina y del nacimiento de su hijo Juan Pedro. El primer destino fue Escocia, donde la idea era realizar una maestría de un año y volver. Sin embargo, cuando terminó los estudios junto a su mujer se preguntaron qué hacer: podían volver a la Argentina o intentar extender la experiencia afuera. Pronto, llegó una oferta de trabajo de una empresa francesa y se decidieron. “Como no tenía visa de trabajo, me dieron un puesto en la filial de México hasta que estuvieran todos los trámites en orden. Nos fuimos para allá y estuvimos ocho meses, hasta que salieron los papeles y nos fuimos para Francia, donde estuvimos viviendo seis años en París. Y después de ese tiempo me contrató otra empresa y me vine a Vietnam en agosto del 2019”, cuenta.

Juan Pablo Sanchez - Argentino en Vietnamo
Juan Pablo en los túneles de Cuchi, construidos durante la guerra d Vietnam, al norte de Ho Chi Minh.
Juan Pablo Sanchez - Argentino en Vietnamo
Juan Pablo, Celina y Juan Pedro en el famoso (y nuevo) puente dorado sobre las colinas de Ba Na, “sostenido por las manos de Dios”, según propone la obra arquitectónica.

Oriundo de ciudad Mendoza, toda su familia tiene tradición en la industria del petróleo: su padre Pedro, su hermano Juan Manuel, hasta su hermano Juan Diego, del que nunca creyeron que pudiera terminar sus estudios. Pero fue Juan Pablo el único que decidió hacer carrera afuera. Nunca imaginó, sin embargo, que la vida lo iba a dar a parar a Vietnam.

“Fue impactante conocer la cultura tan de golpe: las costumbres, la comida, la gente, el quilombo que hay en la calle, la cantidad de motos, la polución que hay en la ciudad… Todo es muy distinto”, cuenta. Y grafica sus grandes cambios de vida de una manera muy representativa: “Cuando vivía en el sur de la Argentina, en Comodoro Rivadavia, me fijaba en el pronóstico si iba a haber viento o no iba a haber viento. Cuando vivía en Francia me fijaba si iba a llover o no iba a llover. Y acá estás pendiente, a través de una aplicación, de si hay polución o no hay polución en el aire. Eso te condiciona si vas a hacer algún deporte por ejemplo. Cosas que antes no se me ocurriría hacer”.

Otra de las grandes diferencias que hay con los argentinos, según relata, es a la hora de saludar: ¡nadie lo hace! “Son amigables, pero no se saluda. Hay veces que saludás a un conocido y no te dice nada, no responde. Pero acá eso es normal. Por otro lado, no hay confrontación: estás viendo un lío tremendo en la calle pero están todos tranquilos, nadie se pelea”, cuenta.

Antes de la pandemia, dice que tardaba entre una hora o dos en llegar al trabajo por causa del tráfico. En ocasiones notaba que había dos camiones en medio de la calle conversando y demorando a todo el mundo, bloqueando el paso, pero nadie se quejaba, simplemente respetaban los tiempos de esa charla y cuando se abría el camino, avanzaban.

Juan Pablo Sanchez - Argentino en Vietnamo
Imagen tomada por Juan Pablo para graficar el caos de tránsito en el que viven en Ho Chi Minh, Vietnam.

Sin embargo, sí destaca una cualidad similar a la Argentina: a todo el mundo le gusta ir a comer afuera o sentarse largas horas en cafeterías. “En Francia era complicado porque es caro, incluso en un lugar barato es caro. Acá en cambio hay para todos los gustos y es más accesible, entonces se sale mucho a comer. Si vas a comer comida vietnamita comés bien por un euro o por un euro y medio. Podés comer por menos incluso. Y si vas a un lugar occidental podés comer por siete u ocho euros”, explica. Así mismo, la similitud en lo pintoresco es similitud en lo complejo: “Con esto de la pandemia están envenenados, porque tienen mucho la costumbre de salir a tomar el cafecito y ahora no pueden por las restricciones”, dice.

“Hay mucho seguimiento. En la empresa nos mandan mails todo el tiempo con los casos que van apareciendo y con información. Si estuviste en tal lugar a tal hora, tenés que presentarte para que te aislen. Así es el método. Ahora en particular estamos en un periodo de restricciones. El país sigue cerrado: para entrar a Vietnam tenés que hacer cuarentena de 21 días en un centro de aislamiento y después una semana más en tu casa. Yo no he salido porque si lo hacés tenés que hacer un mes de cuarentena”, explica.

Juan Pablo Sanchez - Argentino en Vietnamo
Celina y Juan Pedro en una canoa en Delta del Mekon, al sur de Vietnam.

Aunque los controles son molestos y se siente muy presente la mirada del Estado, para Juan Pablo es un precio con recompensa. “Estos controles, que nos parecían exagerados al principio, han dado resultado. Estábamos un tiempo encerrados full, sí, pero el resto era vida normal. No vivimos el año y pico que vivió la Argentina con restricciones, con aislamiento tan prolongado… Eso no. Yo escuchaba a mi familia allá, o a mis amigos en Francia, y estaban todos con tremendo caos y nosotros estábamos con vida normal. Particularmente ahora estamos con algunas restricciones pero esperamos que se pueda controlar rápidamente y volver a vida normal. El control, cuando lo activan, es muy estricto pero se cumple y funciona y se levanta rápido”, dice.

Y antes de despedirse, antes de irse a dormir mientras en Argentina recién pasa la mitad del día (hay diez horas de diferencia), Juan Pablo dice que, aunque nunca lo planeó ni lo hubiera podido imaginar, finalmente Vietnam resultó un buen lugar para pasar una pandemia. “Haber pasado el COVID acá la verdad que ha sido una ventaja. Y además, como si fuera poco, hemos visto que bajó mucho la contaminación durante este tiempo”, dice, antes de chequear el aire en la app de su teléfono e irse a jugar al fútbol con sus nuevos compañeros de vida.

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