PARÍS (AP) — Aunque la mayoría de los trabajadores de salud de Francia están vacunados contra el COVID-19, una pequeña pero ruidosa minoría se resiste. Y a medida que aumentan las infecciones, una iniciativa de ley que vuelve obligatorio vacunarse está poniendo de manifiesto la división.
El gobierno francés, que ha declarado que la nación ha entrado de manera oficial a su “cuarta ola” de coronavirus, impulsó una iniciativa que hace obligatorio que los trabajadores de salud se vacunen contra la enfermedad, con el fin de proteger a los hospitales y evitar un nuevo confinamiento. Gabriel Attal, portavoz del gobierno, dijo que la acción no está dirigida a estigmatizar a los trabajadores que no quieren vacunarse, sino que pretende limitar los riesgos para las personas vulnerables que atienden.
El proyecto de ley, adoptado por el Parlamento el lunes, también implementa el “pase de salud” para toda la población para que puedan ingresar a restaurantes y otros establecimientos públicos. Ambas medidas han provocado un fuerte debate y protestas en dos fines de semana seguidos en la nación. Los trabajadores de salud, vestidos con sus batas blancas, han participado en las manifestaciones.
Muchos han mencionado la información incorrecta sobre las vacunas que circula en internet, que temen sobre sus efectos a largo plazo o que quieren más tiempo para tomar una decisión. Varios trabajadores de salud dijeron que tienen problemas con la orden, no tanto con las vacunas.
En una protesta en París, algunos llevaban letreros con frases como: “Mi cuerpo, mi decisión” y un trabajador vestido como la Estatua de la Libertad señalaba que era un “acto de violencia” obligar a la gente a vacunarse.
Solene Manable, quien recientemente se graduó de la escuela de enfermería y que trabaja en un hospital de Lille, dijo: “Hay muchos trabajadores de salud que no quieren vacunarse porque no saben mucho de las vacunas”.
Los científicos señalaron que eso ya no es cierto. Las vacunas que se utilizan en Francia —las desarrolladas por Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Johnson & Johnson— fueron probadas en miles de personas en todo el mundo, y los resultados de los estudios se han compartido con el público. Más de 2.000 millones de personas a nivel mundial han recibido las vacunas contra COVID-19, incluida la mayoría de los adultos de Francia, lo que ofrece una amplia visión del impacto de las vacunas en la salud de la gente.
La renuencia a vacunarse entre algunos trabajadores de salud ha sido un problema en varios países. Pero el mandato francés está despertando la ira en los márgenes políticos de un país considerado durante mucho tiempo más escéptico a las vacunas que sus vecinos europeos.
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Nicolas Garriga y Boubkar Benzebat en París contribuyeron a este despacho.
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