Hay nombres que no se van jamás. Javier Alejandro Pacheco, “El Rengo”, llevó adelante 20 años atrás un sangriento conflicto junto a sus hermanos en la Villa 9 de Julio en San Martín contra una familia de transas rivales y una serie de asesinatos en el camino. Su historia se repitió en esos pasillos a lo largo de los años, ligado a ataques feroces. Tuvo un viejo cómplice y superior en rango, Gerardo Goncebat, que hizo sus negocios sin ir a la guerra contra su máximo competidor, el célebre “Mameluco” Villalba, preso y condenado, implicado en el crimen de Candela Sol Rodríguez, sinónimo de la cocaína en San Martín.
Con el tiempo, “El Rengo” tomó velocidad propia. La 9 de Julio, aseguran investigadores, fue suya, con “Mameluco” preso y desgastado. .

Esta semana, la Delegación Departamental de Investigaciones del Tráfico de Drogas Ilícitas y Crimen Organizado Ezeiza de la Policía Bonaerense lo arrestó junto a siete miembros de su banda, en un operativo de 21 allanamientos a cargo del Juzgado Federal N°2 de Morón a cargo de Jorge Rodríguez. Los investigadores lo siguieron durante semanas, lo captaron comiendo en una parrilla de San Martín, grabado por cámaras de seguridad, lo siguieron hasta su casa en la calle Gaucho Güemes: resultó ser una mansión
Allí, lo arrestaron junto a las tropas de la UTOI, acusado de ser el jefe de una organización que incluía capos zonales, dealers, distribuidores y dos mujeres que actuaban como testaferros. Les encontraron un kilo de cocaína fraccionada en tres mil bolsas, marihuana, 32 celulares que podrán ser peritados, siete balanzas digitales, termoselladoras, máquinas de contar billetes y efectivo.

La villa 9 de Julio también fue allanada, luego de que los movimientos de sus hombres fueran filmados con un drone, capturados con un operativo cerrojo.
Pero lo más interesante era lo que había en su casa, que los policías de la Delegación Ezeiza registraron mientras “El Rengo” Pacheco se echaba en un sillón, esposado, con cara de triste. Dos vehículos UVT Honda y Kawasaki esperaban en el garage, junto a un BMW dorado. La mesa de póker en el living, de tres metros de largo, era llamativa también, lo mismo la pileta. Pacheco ni siquiera tenía la casa de Gaucho Güemes registrada como su domicilio fiscal. No tenía una empresa a su nombre, ni siquiera deudas recientes de una tarjeta de crédito.

El estilo obsceno de Pacheco supera al de otros capos del conurbano como Claudio Pérez, alias “El Cabezón”, jefe de la villa Pantano, que cayó en su mansión de Monte Grande, con pileta, cámaras de seguridad y caniles con dogos. Se encerraba allí, luego de que asaltantes entraron a su jardín, rodeado de celulares, enviando ordenes desde un teléfono.
Cayó en 2016. Fuentes policiales apuntan que Pérez habría tenido su línea de provisión de pasta base en la villa Zavaleta, a un precio mayorista de 60 mil pesos el kilo: sus presuntos dealers se rotaban en turnos de largas horas en El Pantano para tener un total control de las esquinas de la zona. Una dosis de paco de 0,3 gramos podía costarle hasta 50 pesos a un adicto. Le encontraron autos de alta gama en un segundo domicilio; tenía once vehículos en total, incluido un prístino Chevy de colección.

La Unidad de Información Financiera investigó la ruta del dinero del “Cabezón. Sus tareas revelaron un presunto modus operandi muy curioso: Pérez y su mujer habrían pasado al menos 3,7 millones de pesos en los últimos dos años por diversas salas de juego. Fuentes judiciales apuntan que “El Cabezón” tenía el hábito de comprar una gran cantidad de fichas, jugar una pequeña parte y luego devolver las restantes. Así, convertiría dinero negro en dinero blanco.
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