Victor Heredia está en silencio, con los ojos cerrados, sentado en una carpa detrás de un escenario. Lo primero que dice es esto: “Creo que le tengo miedo al tiempo. Uno no elige envejecer, transcurre. No es el almanaque el que te señala los años, es el cuerpo. Cuando pienso en el tiempo, pienso en mi cuerpo. Yo me recuerdo joven, pero es lo único de joven que tengo. Ese recuerdo”.
Es la primera escena de Quiero volverme tiempo, el documental dedicado a la vida y obra de Víctor Heredia, uno de los artistas más importantes de América Latina, que se estrena en cines esta semana. Con testimonios de artistas como Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Ricardo Flecha, Roberto Márquez (del grupo chileno Illapu), Isabel Parra, León Gieco, Peteco Carabajal, Teresa Parodi y Abel Pintos, entre otros, el largometraje desanda el camino de una vida, pero también el derrotero de una generación y los cambios sociales en América Latina.
Cuando el director Maximiliano González le propuso hacer esta película a Victor Heredia en 2016, no estaba muy convencido: “Esto de asistir a tu sepelio en vida no me gustaba”, le dice a Infobae Cultura y larga una carcajada. Finalmente, el músico, con algunas premisas previas, decidió sumarse al proyecto cuando vio el trabajo del director en películas como Lejos de Pekín (2020) y series para televisión como Las palomas y las bombas. “Hizo documentales muy interesantes y cuando me planteo el guión me gustó”, cuenta. Fue así que decidió abrir el libro de su historia familiar: el origen de sus padres, la vida en Paso del Rey cuando todavía había campo y lagunas, el recorrido por los lugares de su infancia, la estación de tren donde se inspiró para escribir “El viejo Matías”, el patio donde jugaba con su hermana María Cristina, desaparecida por la última dictadura militar, las amenazas de muerte de la triple A, los años de exilio, el regreso al país.
La película, que se puede ver en el Gaumont y en distintas salas y espacios INCAA de la Argentina, recorre ese hilo que lo llevó desde aquel debut artístico impensado en el Cosquín de 1969, cuando salió elegido la revelación del festival, hasta sus pasos como joven vocero del Nuevo Cancionero, su encuentro con su madrina artística Mercedes Sosa, la amistad con León Gieco, su desembarco en Chile durante la presidencia de Salvador Allende, pero también ese hilo creativo, sentimental y humano, que fue sembrando en toda América Latina, a partir de sus canciones.
El largometraje es el diario de un artista —músico, escritor, pintor aficionado, hincha de Boca—, que no solo está comprometido con la realidad y los cambios históricos de su país, sino que reivindica esa identidad de los pueblos originarios de América Latina. Un capítulo generoso está dedicado al efecto que provocó en Victor Heredia el etnocidio de la conquista española: la edición de su trabajo, Taki Ongoy, es uno de los hitos de su historia musical y personal. “La película, también, habla de la necesidad de tener un sentido de pertenencia y valoración de la identidad que perdimos”, dice el músico.
No sólo están sus canciones, que son disparadores narrativos del guión y de ese viaje por su vida, que dan una dimensión de Heredia como compositor, sino también aquellas palabras de otros creadores inspirados por su obra.
“Víctor nos hizo sentir a todos parte de sus canciones”, dice Teresa Parodi.
“Toca una fibra humana que nos atraviesa”, dice Pedro Aznar.
“Tiene canciones que son para siempre”, dice Silvio Rodríguez.
“Es un chamán, un cronista de su tiempo”, dice el músico paraguayo Ricardo Flecha.
“Un historiador, un filósofo, un poeta y un cantante. Un universo o una forma de comprender al ser humano dentro de la historia de nuestra América Latina”, dice Abel Pintos.
“Esa es la parte que me da pudor. Los amorosos testimonios de mis colegas”, dice Heredia, después de haber visto la película por primera vez en el estreno. Todavía se le nota la emoción en parpadeo de la voz.
—La película traza un perfil humanista y el carácter social de tus canciones
—Porque el concepto antes que político tiene que ver con la idea de poner sobre la mesa las necesidades, luchas y expectativas de los pueblos de un continente que ha sido vapuleado económicamente y que le cuesta salir adelante. Incluso desde su propio concepto democrático. Hemos sido demasiado optimistas en relación con el camino de la democracia y quizás no la protegimos, porque hoy los apologistas de la dictadura y de la violencia estatal pueden hacer lo que quieren, cosas que en otros países no sucedería y están sancionadas como el caso de Alemania. Podés ir preso cinco años solamente por hacer una mención como la que hizo ahora quien se propone como candidato a presidente de esta democracia. Hacen apología al delito, cuando ignoran que hubo terrorismo de Estado y atentan contra la democracia. Tendría que haber leyes que la protejan.
—Aún en este contexto de los discursos negacionistas vos decís algo en la película que parece dejar flotando una reflexión sobre la esperanza en el continente.
—Es que no se termina en la película. No habla solo del pasado de un artista, sino que habla de este camino que sigue y que todavía tiene la posibilidad de salir victorioso. Me siento conmovido por la mirada sobre esto.
En el documental hay imágenes de archivo nunca vistas, como el día que la dictadura de Pinochet le censuró un concierto en Santiago. Se ve a la gente en la puerta y adentro del estadio, Heredia recibe la noticia de la cancelación, mientras les apagan las luces de la sala. Afuera una multitud le grita: “Victor, amigo, el pueblo está contigo”. También está el regreso victorioso a Chile, en el festival de Viña del Mar de la mano de Mercedes Sosa. “Fue muy fuerte ese momento”, recuerda el cantautor.
—En la película aparece una escena casera donde se te ve cantando con Mercedes.
—Son ensayos en casa. El que toca el piano que apenas se lo ve es Alejandro Lerner. La Negra está totalmente distendida, incluso me desacomoda el pelo. Está jugando como siempre conmigo. Teníamos adoración. Me quiebro con ella. Cuando se hizo el documental no podía hablar. Estuve diez minutos para superar el llanto y ayer en el estreno me pasó lo mismo con Teresa cuando escuchamos la voz de Mercedes.
—¿Qué te pasó cuando viste pasar tu vida en una película?
—Me vi joven, con toda la fuerza, con toda la inocencia. Te rememora el espíritu que tenías en ese momento. La felicidad, el desparpajo, la expectativa de que todo lo que estabas haciendo servía para modificar algo. Te retrotraes a esto que nos pasa y te plantea interrogantes. ¿Todo lo que hicimos sirvió?
—¿Qué pensás?
—Todos pasamos instancias que creíamos que determinadas canciones y letras, más allá de concientizar, servían para formar una cultura popular y un pensamiento. Hoy, a la luz de los acontecimientos me pregunto ¿qué pasó y cómo se perdió todo eso?
—¿No creés que tus canciones modificaron las vidas de muchas personas?
—Sí, hay gente que ha sido tocada por estas canciones. Quizás decidieron algún camino distinto a partir de eso, o se conmovieron por alguna letra. De eso no tengo duda. La obra trascendió mucho más allá de las críticas o los medios de comunicación. Eso me hace sentir orgulloso. En un momento dije que me sentí bendecido a pesar de la censura, porque cada canción que escribí trataron de enterrarla, sobre todo Taki Ongoy, que fue la más perseguida de mis obras.
El documental recorre las calles de Potosí, Santiago, Cuba y Montevideo, donde suenan sus canciones. Muestra la relación entrañable y a la distancia con Atahualpa Yupanqui,quien le dijo: “va a tener que demostrar con el cuerpo lo que dice con la boca”. Revela la trastienda de aquellos conciertos memorables de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en los ochenta. Incluso muestra cómo la música de Heredia atravesó el inconsciente colectivo popular. “En un partido de fútbol a beneficio me tocó marcarlo a Maradona y mientras trataba de sacarle la pelota me dijo: “Dale, cantame “El viejo Matías”.
—Hay otra imagen tuya en la película cantando en el Obelisco durante el Bicentenario, con miles de personas coreando tus temas.
—Ver un millón de personas cantando a viva voz, una canción tuya es muy fuerte. Te pone en un lugar reverencial de lo que logra la canción popular. Salvo las grandes bandas de rock que tienen un repertorio muy metido a nivel universal porque las radios lo repiten y los pibes se enganchan, un repertorio mío cantado así por toda esa gente, no me lo imaginaba nunca.
Víctor Heredia anticipa que está trabajando en un libro que recuerda sus años de la infancia y la adolescencia. No es una biografía, dice. Es más un acercamiento a ese mundo mágico de la inocencia, el descubrimiento del mundo y el amor. Cuando no está escribiendo, pinta. El resto de los días continúa con esa militancia personal de participar en cada lugar que lo llaman.
Marisa, su esposa, cuenta en el documental. “Resignaba trabajo importante en pos de hacer un evento solidario para las comunidades mapuches, las madres de hijos asesinados por la policía, los excombatientes. Ha estado en todas. Esa siempre fue su prioridad”.
Víctor Heredia no deja de cantar. Con 76 años, persigue una utopía. Como dice en la película: “ojalá tenga vida para alguna vez tocarla”.
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