Una nueva cantaleta entre los artistas: 'Prácticamente renunciamos a Instagram'

Especial para Infobae de The New York Times.

SAN FRANCISCO — En Instagram, Deb JJ Lee se forjó una carrera en el mundo de la ilustración, mediante la publicación de cómics coloridos.

Algunos de los cómics que Lee, de 26 años, publicaba en el sitio para compartir fotografías contaban historias sobre mundos fantásticos; otros reflexionaban sobre las experiencias de Lee como estadounidense de origen coreano. Lee, quien prefiere el pronombre “elle”, afirma que, sin Instagram, no estaría ilustrando novelas gráficas ni publicando libros ilustrados.

No obstante, siete años, cientos de publicaciones y decenas de miles de seguidores después, la relación de Lee con Instagram se ha enfriado, no porque ya no necesite las redes sociales para promocionar su arte, sino porque la aplicación cambió tanto que parece haber dejado de acoger a los artistas.

Según Lee, los cambios “han sido nada menos que perjudiciales para los artistas, en especial para los que producen imágenes fijas.”

Instagram se fundó en 2010 como un sitio para compartir fotografías en el que la gente podía publicar, organizar y mostrar instantáneas de su vida. Se convirtió en un destino para una interminable variedad de imágenes hermosas, divertidas, extravagantes y dinámicas (de comida, parques nacionales y todo lo demás), convirtiéndose en uno de los principales repositorios visuales del internet.

Sin embargo, en los últimos años, Instagram, que ya es propiedad de Meta, se ha orientado cada vez más hacia el video. Incluyó los Reels o carretes, videos cortos destinados a competir con TikTok, una aplicación para compartir videos, y ha lanzado funciones para animar a la gente a hacer videos en conjunto. Al parecer, sus algoritmos favorecen los videos por encima de las fotos. El año pasado, Adam Mosseri, director de Instagram, comentó que el sitio “ya no era una aplicación para compartir fotografías”.

Esto ha provocado la angustia de muchos usuarios de Instagram que se han valido de la aplicación para compartir fotos, ilustraciones, cómics y otras imágenes fijas con amigos y seguidores. En julio, después de que Instagram incluyó actualizaciones para imitar las funciones de video de TikTok, celebridades como Kylie Jenner y otras se rebelaron y declararon su intención de “hacer que Instagram vuelva a ser lo que era”. La reacción fue tan intensa que Instagram revirtió los cambios de manera temporal.

Para los artistas que se ganan la vida a través de esta aplicación, el paso de la plataforma hacia el video es más bien una amenaza existencial. Muchos de estos artistas son fotógrafos, ilustradores o novelistas gráficos cuyo trabajo no se traslada al video con facilidad. Cada vez es más frecuente que el público de Instagram no vea sus publicaciones o que su crecimiento en la plataforma se vea estancado y su alcance reducido.

Algunos artistas jóvenes que podrían haber empezado sus carreras en Instagram se están aventurando a probar aplicaciones de membresía para compartir fotos, como VSCO y Glass. Otros están explorando plataformas orientadas a los profesionales, como Behance y LinkedIn, u otras aplicaciones de redes sociales como Twitter y TikTok.

“En este momento, Twitter es mucho más importante que Instagram”, aseveró Lee. Ahora invierten la mayor parte de su energía en Twitter, donde aseguran que es más fácil distinguir el alcance de una publicación.

En un comunicado, Meta declaró que se preocupaba “bastante por todos los creadores, incluidos los artistas”. La empresa de Silicon Valley, que está tratando de alejar a los creadores de contenidos de la competencia de YouTube y TikTok, ha invitado a algunos artistas a unirse a sus programas que pagan a los influentes por usar sus productos.

Sin embargo, Lee, quien hace poco recibió la invitación de Instagram para ganarse una bonificación por publicar carretes, señaló que los incentivos eran “incluso menos estables que la ilustración independiente”. Aunque sus carretes recibieran 11 millones de visitas en un mes, explicó, Meta le pagaría solo 1200 dólares.

Maddy Mueller, de 25 años, quien ilustra infografías y diseña fondos para animación, sabía que tendría que promocionarse a través de las redes sociales después de graduarse de la universidad en 2019. Se unió a Instagram para publicar su trabajo.

No obstante, Mueller explicó que usar la aplicación para tratar de atraer atención hacia su arte pronto se convirtió en “una ardua batalla” contra el algoritmo. Añadió que a menudo sentía que la cantidad de etiquetas en una publicación, o la hora a la que la había subido, era más importante que el contenido de esta.

Para dar a conocer su trabajo en Instagram, empezó a animar sus obras, que concibió como imágenes fijas en principio, de modo que sus publicaciones fueran tratadas como videos. Promover su arte se traducía en menos tiempo para crearlo, relató.

El año pasado, Mueller, quien vive en San Luis, empezó a centrarse en Twitter, donde descubrió una floreciente comunidad de artistas. La invitaron a ilustrar fanzines, se unió a grupos privados de Discord que compartían oportunidades de trabajo y aumentó su número de seguidores a través de eventos de etiquetas, en los que los artistas tuiteaban y compartían contenidos con etiquetas como #PortfolioDay y #VisibleWomen, en los que se destacaron varios trabajos y artistas mujeres, respectivamente.

Ahora Mueller tiene casi 5000 seguidores en Twitter, en comparación con los 1000 que tiene en Instagram.

Además, señalo que, una vez que conoció la comunidad y el crecimiento que ofrecía Twitter, “prácticamente renuncié a Instagram”.

Los cambios también han convertido a Instagram en un lugar más difícil para encontrar a ilustradores que contratar, señaló Chad Beckerman, director de arte y agente de la Agencia CAT, que representa a ilustradores de libros infantiles. Aseveró que antes era fácil buscar ilustradores en la aplicación y ver su trabajo, pero ahora la plataforma está atestada de publicaciones irrelevantes, carretes e “historias”, una función que usan las personas para publicar fotografías y videos que desaparecen después de 24 horas.

El algoritmo “no busca la calidad”, dijo Beckerman. “No creo que al algoritmo siquiera le importe cómo es el trabajo de la persona”.


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