
El rugby y el hockey son, en varios lugares del mundo pero especialmente en la Argentina, deportes parientes. Si bien con un leve rasgo arbitrario -hay varias excepciones al respecto- en muchos clubes y colegios (especialmente los de doble escolaridad con idioma inglés) de nuestro país al primero se lo considera la disciplina madre entre los varones y, al segundo, el clásico entre las chicas.
Hay otra coincidencia importante entre ellos: el impulso que, desde la Argentina y a favor de una formidable usina de formadores, se les ha dado dentro de Sudamérica. Solo dos ejemplos a los que habría que sumarles decenas de historias similares: Martín Schusternan, ex jugador del SIC fue clave en la preparación del equipo de rugby seven de Brasil que tuvo su estreno olímpico en los juegos de Río 2016. El entrañable Cachito Vigil es el artífice del formidable crecimiento del hockey femenino de Chile, que espera ansiosamente los próximos Panamericanos en Santiago y que logró un histórico triunfo en los últimos Juegos ODESUR ante Las Leonas; aún ante un equipo argentino alternativo nadie debería quitarle mérito a aquella gesta.
A esta altura, lo que se podía imaginar como un aporte a un crecimiento que beneficie a nuestros propios seleccionados en tanto se potencie la competencia regional hoy mismo se encuentra con un par de episodios muy valiosos. El del debut de un seleccionado femenino chileno en el máximo nivel del Mundial de hockey y la presencia sin precedentes de tres equipos sudamericanos en el Mundial de rugby que, curiosamente, acaba de enfrentar a argentinos con chilenos.
Apenas algunos apuntes sueltos para un partido desigual y con algunos aspectos previsibles. Por ejemplo, la diferencia de más de 50 puntos entre un equipo y otro. Por ejemplo, la inevitable irregularidad de Los Pumas que tuvieron que inventarse una oposición a la cual tarde o temprano iban a quebrar pero que, a su vez, la iba a llevar a un territorio desprolijo, a veces caótico, a veces previsible en cuanto a variables de ataque. Una muestra de ello es que de todos los tríes solo el de Isgro fue consecuencia de un ataque con corrida limpia y aún así el mendocino lo resolvió a medias entre su velocidad y su extraordinaria potencia para ir al choque ante los rivales. Y por supuesto sobresalió la jugada colectiva resuelta por Bogado, la mejor muestra del rugby que este equipo tiene para dar. Difícilmente este partido permita al staff argentino sacar demasiadas conclusiones respecto de cómo armar el eje estratégico camino al partido decisivo del grupo.
De todos modos, haber logrado el objetivo de ganar honrando la histórica distancia entre ambos equipos no debe ser minimizado sobre todo teniendo en cuenta que la Argentina presentó realmente un esquema alternativo, hasta entre los suplentes.
De todos modos, para que la tarea sea completa y lo que acaba de suceder de positivo no quede solo en la consecuencia de haber evolucionado pero ante un rival de escala inferior, Los Pumas deberán hacerse cargo de Japón. El único motivo que encuentro válido para dejar flotando alguna duda respecto de que todo salga según deseamos es el de que el equipo de Cheika vuelva a caer en ansiedades parecidas a las del estreno. Desde ya que, respecto del match con Samoa, también será importante evitar caer en imperfecciones de conducción y algunas fallas de liderazgo que podrían convertir al japonés en un rival más peligroso de lo que realmente es. A propósito, algún indicio al respecto dará el entrenador según sea la formación inicial que elija.
Al margen de las conjeturas y de la frustración que significaría un paso en falso en el cierre de la fase de grupos, una consideración casi institucional respecto del rival que se viene.
Meritorio el esfuerzo que hace años viene realizando World Rugby en su búsqueda de ensanchar la base de una pirámide demasiado circunscripta en poco más de una decena de equipos que, ni siquiera así, compiten en igualdad de condiciones. Potenciar al rugby japonés fue uno de esos objetivos . En parte lo logro con la histórica clasificación a cuartos de final en el último Mundial jugado en su tierra en 2019.
Lo que no parece haberse logrado es una evolución profunda del mercado interno del rugby de ese país. La muestra más acabada al respecto la da el hecho de que la mitad de los integrantes de su plantel en Francia no nació en Japón.
El valor agregado a esa lógica indiscriminada es que más de un centenar de jugadores actúan en este torneo por naciones de las cuales no son oriundos. Solo Sudáfrica y la Argentina han sobrevivido a esa tentación. Hasta ahora.
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