Suena el teléfono, número desconocido. “¿Dónde estas?”, se oye del otro lado. Una voz familiar, sí, pero sentida, intensa, como si esa pregunta la pronunciara con vehemencia, con un interés acentuado, con dramatismo. “Mientras te hablo mira por la ventana”, dice después. Es Alejandra Pizarnik y a medida que más habla, más se la puede uno imaginar siendo ella misma, tan ella, en su cuarto, rodeada de libros, de cuadernos, de anotaciones, de poesía. Es Alejandra Pizarnik y a la vez no lo es: murió el 25 de septiembre de 1972, se suicidó. ¿Quién es entonces la que del otro lado del teléfono interpreta su voz y su intensidad?
“Acá dentro está tibio, ¿hay una ventana cerca tuyo? ¿Hace frío?, pregunta ahora. Es, en realidad, la actriz Pilar Gamboa en la piel de la poeta argentina. Se trata de una puesta actoral novedosa: La Biblioteca Sonora de las Mujeres, un ciclo ideado por Proyecto Prisma que consta de una escritora, una dramaturga y una actriz. En este caso, la escritora es Pizarnik, la dramaturga encargada de diseñar el monólogo es Cynthia Edul y la actriz que lo representa es Pilar Gamboa. Durante julio, las “funciones” incluyen, además, la tríada Simone de Beauvoir – Julie Gilbert – Selva Aleman.
En los meses siguientes se realizarán otras tríadas. En agosto: Salvadora Medina Onrubia – Maruja Bustamante – Cristina Banegas y Audre Lord – Dorothée Thébert – Mónica Raiola. En septiembre: Safo – Sarah Jane Moloney – Laura Azcurra y Olga Orozco – Patricia Zangaro – Graciela Dufau. En octubre: Sylvia Plath – Solenn Denis – Alexia Moyano y Hebe Uhart – María Marull – Mirta Busnelli. Creada por la dramaturga suiza Julie Gilbert como una instalación performática, la propuesta original es una instalación con teléfonos antiguos por los que el público circula y elige uno para tener una “conversación” con una escritora de la colección. Ahora, acá, hay que inscribirse y la actriz —personificada en su papel— llama a cada espectador.
Lo cuenta mejor Valeria Kovadloff, quien está detrás, junto a Malena Solda, del Proyecto Prisma: “Nosotras lo adaptamos como una propuesta online y virtual. Es un repertorio de referencias biográficas y bibliográficas de ocho escritoras ya fallecidas del mundo y de Argentina, y sobre esas escritoras unas dramaturgas contemporáneas escribieron unos monólogos, como si fueran las escritoras mismas. Estos monólogos van a ser representados por ocho actrices argentinas de lujo entre julio y octubre. Las actrices, desde su casa, llaman a las personas interesadas que, en el día y horario convenido, levantan el teléfono cuando suena y la está llamando su escritora favorita o la escritora con la que le interesó conversar. Durante cinco o siete minutos van a mantener una conversación ficticia”.
Proyecto Prisma, cuenta Malena Solda, “es una propuesta virtual con perspectiva de género” y el objetivo de Biblioteca Sonora de las Mujeres es “rescatar escritoras de la historia que por algún motivo no tienen el mismo lugar como sus pares masculinos. Es una invitación a que el oyente escuche un monólogo escrito por una dramaturga actual”. Las “funciones” serán los fines de semana, entre las 18.30 y las 20.30 horas. En total, aseguran, serán mil llamados en los cuatro meses que dure este proyecto.
“Nadie lo entiende pero es imposible escribir en el dolor puro, y yo sentí siempre el dolor puro. Las cartas y estos diarios eran mi habitación de papel. Te confiero que me resistí con todas mis fuerzas a entrar en la vida: la vida de trabajo, la vida de familia, de universidad, la vida de planes, de disciplina, de aprendizaje. Quise vivir en el clima de magia, en el sueño de mi memoria, siempre con ganas de vivir, siempre ganas de morir”, dice Pizarnik, del otro lado del teléfono, en la voz de Pilar Gamboa. “Los pájaros cantan, ¿los escuchás? Ahora los colores se confunden. Yo estoy de pie, mi pieza de prisionera, las paredes brillan, parecen espejos, y en cada espejo estoy yo. Cuando despierte seré la heredera de mi cadáver”.
La mañana del 25 de septiembre de 1972 encontraron a la poeta tirada sobre la cama ya sin signos vitales. En la pizarra de su habitación, varias anotaciones y en el centro, bien abajo, tres versos: “No quiero ir / nada más / que hasta el fondo”. Las cincuenta pastillas de Seconal que tomó esa noche bastaron para viajar en un torrente de alucinaciones al fondo, bien hasta el fondo, lugar del que siempre regresa, como hoy, como siempre. “Llegó la tranquilidad, llegó la paz, ya no me importa nada”, dice Pizarnik en la voz de Gamboa, y corta.
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