Especial para Infobae de The New York Times.
(On Tech)
He tenido la oportunidad de escribir la columna On Tech durante los últimos dos años y medio y ahora esa época ha llegado a su fin. Esta es mi última entrega.
He estado muy agradecida de poder escribir lo que me han parecido cartas personales a ustedes sobre los significados, alegrías y frustraciones de la tecnología en nuestras vidas. Hemos estado juntos en esto. Extrañaré sus voces en mi bandeja de entrada y el traqueteo en mi cerebro con ideas inteligentes, cumplidos y sugerencias para hacerlo mejor.
Me despido volviendo a un tema familiar en On Tech que surgió en la primera edición de esta columna y muchas veces desde entonces: la tecnología nos da poder, pero la tecnología no es suficiente. Somos nosotros, y no los productos tecnológicos o las empresas y los ejecutivos que están detrás de ellos, quienes tenemos el poder de dar forma al mundo que queremos.
Mi opinión sobre la tecnología se ha visto alterada por la pandemia y otros acontecimientos ocurridos desde 2020 de una manera que aún no entiendo. Me siento a la vez más agradecida por la tecnología y más impaciente por ella.
La tecnología encierra la esperanza de un cambio profundo y positivo y a menudo lo ofrece, pero a veces se queda corta, en parte porque la gente que está detrás de las tecnologías que amamos a veces puede ser demasiado miope y poco imaginativa respecto a la complejidad de nuestras vidas.
¿A qué me refiero? Hace poco envié un correo electrónico en mayúsculas a un colega sobre una columna de Opinión de The New York Times que escribió Libby Watson, la cual hablaba de los límites de las ambiciones de Amazon de hacer que la atención a la salud estadounidense sea tan cómoda como comprar desde el sofá.
Amazon y sus pares han hecho notables hazañas para cambiar lo que significa comprar y vender productos. No obstante, la promesa de “amazonizar” la atención médica parece a la vez esperanzadora e ingenua de una manera desesperada.
“Cualquier empresa que afirme que su innovación revolucionará la atención médica estadounidense está vendiendo una fantasía”, escribió Watson. “No hay ningún milagro tecnológico esperando a la vuelta de la esquina que resuelva los problemas causados por décadas de decisiones políticas negligentes y fraude desenfrenado”.
No soy experta en atención médica, como lo es Watson, pero puedo entender que la mala tecnología no es la razón por la que Estados Unidos paga más por esos servicios, con peores resultados, que otros países ricos.
Para conseguir que los estadounidenses estén más sanos se necesitan políticas más inteligentes, una mejor comprensión de por qué la gente desconfía de las instituciones sanitarias, el reconocimiento de que cambiar el statu quo dejará a algunas personas en una situación peor y una lucha contra los motivos financieros que mantienen las cosas como están. Hacer una mejor aplicación para el cliente no lo solucionará.
Una y otra vez, he escrito sobre la tecnología deficiente que es un síntoma, no una causa, de fallas estructurales más amplias en áreas como la atención médica, la conexión de más personas a internet y nuestras interacciones con los servicios gubernamentales. Y eso significa que la tecnología es solo una pieza de la solución para mejorar las cosas.
Las herramientas digitales ahora son una apuesta segura, una necesidad para cualquier cambio. Pero, robando una frase que utilicé en una edición anterior de esta columna y que considero un lema para mi trabajo: la tecnología no es magia.
Los avances en la tecnología de las baterías y las innovaciones en materia de energía solar contribuirán a que nuestro planeta sea más habitable, pero son parte de la difícil solución colectiva para frenar el cambio climático. Lanzar satélites al espacio o ampliar la tecnología inalámbrica 5G puede ayudar a conectar a más personas a internet, como ya lo escribí, pero los inventos tecnológicos no son suficientes para hacer frente a todas las barreras personales, financieras y sociales que impiden a miles de millones de ciudadanos de todo el mundo aprovechar al máximo la vida digital moderna.
Es estupendo imaginar que unas versiones mejores de los autos solucionarán lo que odiamos del transporte, pero, como lo he señalado, puede que no sea así.
Necesitamos mejores escuelas, mejor infraestructura, mejores lugares de trabajo, mejores viviendas y conexiones humanas más fuertes. La tecnología es parte de eso, pero solo una parte.
Dicho esto, necesitamos la imaginación de los tecnólogos para que nos ayuden a soñar con mejores formas de hacer las cosas.
Conocemos los fuertes vínculos que podemos crear con las personas que están al otro lado de un mensaje de WhatsApp o de un grupo de Facebook. Mi trabajo no sería posible sin tener un sinfín de información a través una búsqueda en la red y sin mis colegas a una videollamada de distancia. Durante la pandemia de coronavirus, hemos podido salir adelante en parte porque hemos podido socializar, comprar, trabajar y asistir a la escuela a través de pantallas. Eso es un milagro.
También estoy agradecida por las personas en el sector de la tecnología que tienen el espíritu de poder hacer y que siguen cuestionando si hay una mejor manera. ¿Por qué deberíamos tener que comprar anteojos o audífonos de costosos proveedores de atención médica? ¿Qué pasaría si los automóviles no tuvieran conductores o viajaran por encima del suelo? ¿Qué pasaría si los cálculos digitales en la cadena de bloques pudieran ayudarnos a tomar el poder de las instituciones intermediarias como los bancos y las corporaciones de internet? Necesitamos a los soñadores digitales y a los solucionadores, incluso si a veces se descarrilan.
Pero también me preocupa que creer en el poder de la invención sea una excusa para evitar el arduo trabajo de mejorar nuestras relaciones entre nosotros, fortalecer la educación y la vivienda, hacer que nuestro planeta sea más saludable, así como mantenernos seguros y protegidos.
Depende de nosotros tomar la tecnología y ejecutarla. Merecemos dar forma a la tecnología para que sirva a nuestros intereses. Y también necesitamos saber cuándo la tecnología es esencial y cuándo no es suficiente.
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