Sergio Andreu
Barcelona, 12 oct (EFE).- Mal momento, o quizás no, según se mire, para la “republicación” en España del “Goliat” de Tom Gauld, la irónica vuelta de tuerca que el historietista escocés realizó de la figura del gigante filisteo y que Salamandra Graphics ha vuelto a sacar al mercado con nueva traducción y portada.
El Goliat de Gauld es un solitario funcionario militar, obligado por sus jefes a convertirse, muy a su pesar, en un guerrero guardián de la frontera y de rebote en parte esencial de uno de los mitos bíblicos clásicos, aunque fuera como diana de la piedra que el pequeño pastor David, futuro rey de Israel, le lanzará con una honda y que (spoiler) acabará con su vida.
“Goliat” es una sencilla -en tamaño, no en contenido- entrega gráfica publicada originalmente en 2012, en el que fue el primer trabajo largo de Gauld que atrajo hacia sus dibujos la mirada de la crítica, y por la que recibió también su primera nominación para los premios Eisner (los Oscar del sector) y otra para los British Comic Awards.
El dibujante (Aberdeenshire, 1976) ofrece un giro narrativo de 180 grados para transformar a su gigante en el perplejo protagonista de este relato mitológico, metáfora del triunfo inesperado, la del pequeño sobre el grande, la del débil contra el fuerte, aunque en esta relectura, la victoria deje el sabor amargo por una víctima que no quería estar allí, forzado a lanzar, ante un enemigo que no ve, una amenaza que ha de leer de un pergamino, porque no la comparte.
“Soy Goliat de Gat, paladín de los filisteos y os desafío: Elegid de entre vosotros a un hombre que luche contra mí. Si logra matarme, seremos vuestros siervos, pero si quien lo mata soy yo, seréis vosotros quienes nos serviréis”, repite, sin entender, Goliat, elegido, por su físico imponente, para amedrentar al enemigo.
“Yo no soy ningún paladín, sino el quinto peor espadachín de mi sección…. ¡Llevo el papeleo! Se me da muy bien el trabajo de oficina”, exclama el gigantón ante su joven escudero, un poco avergonzado de que su señor no quiera asumir el papel que la historia, o unos militares con ansias de una victoria a priori fácil, han puesto ante él.
Un tono humorístico y una ironía sobre la vida que es marca de la casa de Gauld, colaborador habitual con The Guardian, y que ha trabajado también en cabeceras como The New Yorker, Granta o The New York Times, y autor de celebrados títulos como “En la cocina con Kafka” o “El departamento de teorías alucinantes” (ambas en Salamandra Graphics).
Mismos protagonistas y mismo final para unas viñetas realizadas con el lacónico estilo visual de Gauld, repleto de silencios, con personajes apenas esbozados gráficamente pero contundentes en sus gestos mínimos, perfectos para una historia que nace predestinada para el pobre “filisteo incircunciso” quien, como le ocurría a la femme fatale Jessica Rabbit, no es que fuera mala es que la habían dibujado así. EFE
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