Ceix, el rey de Tesalia, era hijo de Eósforo, el Lucero del Alba, y estaba casado con Alcíone, hija del dios del viento, Eolo. Cuenta Ovidio en Las metamorfosis que Ceix y Alcíone se amaban tanto y formaban una pareja tan armoniosa que hasta llegaron a compararse con los gloriosos Zeus y Hera, la dupla central del Olimpo, una blasfemia que no agradó demasiado a estas envidiosas divinidades.
A partir de ese momento, varias tragedias ensombrecieron la vida de la dupla. Primero aconteció la muerte de uno de los hermanos de Ceix, que era también su consejero real. Al poco tiempo falleció una de sus adoradas nietas. Y por último perdió la vida su hijo menor. Para conjurar semejante desconsuelo, un sacerdote de la corte le sugirió a Ceix que emprendiera un largo viaje a la ciudad de Claros para visitar el templo de Apolo, donde podría consultar al oráculo para averiguar de qué modo cambiar su aciaga suerte.
Cuando se enteró de los planes de su esposo, la reina Alcíone se mostró en abierto desacuerdo, alarmada. Además, por las noches empezó a tener pesadillas siniestras que involucraban espectros y muertes violentas, y lo relacionó de inmediato con la inminente partida de su marido. Intuía que semejante excursión podía llegar a resultar muy riesgosa. De todos modos, le rogó que si aun así decidía emprender el viaje, la llevara con él: si algo fatal sucedía, al menos el destino los encontraría juntos. Pero Ceix fue terminante en su resolución: partiría sin Alcíone.
A las pocas semanas de haber embarcado, Ceix entendió que las palabras premonitorias de su esposa encerraban cierta verdad. El temible Zeus bombardeó la nave con sus letales rayos. El naufragio fue inevitable, y Ceix se ahogó junto con sus compañeros de viaje. Mientras la embarcación se perdía en las oscuras y bulliciosas aguas, el rey tuvo tiempo de una última y tranquilizadora reflexión: al menos no había arrastrado a su pobre Alcíone a esa muerte tan espantosa.
Ignorante de la suerte de Ceix, su esposa lo esperaba en Tesalia y pedía varias veces por día en el templo de Juno, ofreciendo libaciones a la diosa. Pero a Juno, que ya sabía la suerte terrible que había corrido Ceix, le pareció injusto seguir recibiendo ofrendas de la pobre Alcíone, y le pidió a Morfeo que buscara la forma de comunicarle esta negra novedad. Morfeo obedeció el mandato encomendado: se coló en los sueños de la reina, tomó la forma de Ceix y le transmitió a la reina la noticia del naufragio y de su muerte. Le dijo también que la amaría por toda la eternidad.
Alcíone despertó esa mañana sumida en la tristeza, segura de que Ceix la estaba convocando a su lado desde el reino de los muertos. Ese mismo día fue hasta el puerto desde donde había partido su esposo, y vio cómo la corriente acercaba el cuerpo de su marido. Alcíone se arrojó al mar para quitarse la vida. Pero los dioses, guiados ahora por la compasión, transformaron a la pareja en alciones, más conocidos como Martín pescador. Por decreto divino, los vientos marinos se calman ahora durante los siete anteriores y los siete posteriores al solsticio de invierno, cuando los Martines pescadores incuban sus huevos. Se conoce a esa época de sosiego como los “días del alción”.
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Además de tener un argumento muy bonito, este mito me parece conmovedor. Habla del amor incondicional, y de la entrega, de los sacrificios. Alcíone está tan apegada al verdadero ser de Ceix que quiere acompañarlo a toda costa, aun habiendo tenido premoniciones acerca de una posible y trágica muerte. Ceix, para protegerla, se niega. Luego las cosas no salen del todo bien. O eso parece. Pero pensémoslo por un segundo. ¿No es el final de esta historia, en términos puramente mitológicos, un final feliz? Hay una entrega humana, y como resultado dos hermosos pájaros son creados. Pájaros que traen calma a los vientos de la región, pájaros que aportan algo bueno. Son varios los mitos clásicos que incluyen metamorfosis, cambios, transformaciones. Y esta metamorfosis es una de la más lindas. Ese amor que había unido a Ceix y a Alcíone es recompensado, más allá de la muerte humana, con esta transformación prodigiosa. Vale decir que todo aquello que en primera instancia parecía algo negativo y trágico, resuelve luego en algo luminoso y eterno. Esos dos pájaros, claro, no suponen dos pájaros individuales, sino toda una especie nueva. Representan la parte por el todo. Esas aves son símbolo de lo perdurable, de lo nuevo.
Pero volvamos un segundo a un punto previo en la historia. Volvamos a los hechos más terribles. En ese momento hay incertidumbre, hay desazón. ¿Por qué semejantes infortunios? Si después de todo se trata de una pareja perfecta, radiante, llena de amor. ¿Por qué el sufrimiento, la muerte, la incertidumbre? ¿Por qué? Insondable pregunta. No hay un porqué. Todo lo que sucede es perfecto por el solo hecho de haber acontecido. Ahora levantá la cabeza del relato y mirá a tu alrededor. ¿No hay por doquier personas que sienten, al igual que los protagonistas de este mito, que les suceden cosas malas sin motivo alguno? Sí, las hay. Allí donde miremos hay lamentos y recriminaciones. La clave está en cambiar la perspectiva, y entender precisamente lo que señalaba recién: se trata de aprender de esos acontecimientos, y de abrazarlos con candor y con la certeza de que están ahí para hacernos crecer y para enseñarnos algo.
Todo lo que llega a nuestras vidas, cada situación por la que pasamos, se da por algún motivo. En la India enseñan las llamadas “cuatro leyes de la espiritualidad”, y hablan precisamente de esto.
Primera ley: “La persona que llega es la persona correcta”. Es decir, nadie llega a tu vidas por casualidad. Todas las personas que te rodean, que interactúan con vos, están allí por algo, para hacerte aprender y avanzar en cada situación.
Segunda ley: “Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”. Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que te sucede en la vidas podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más nimio. No existe el “si hubiera hecho tal cosa, hubiera sucedido tal otra”. No. Lo que pasó fue lo único que podría haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendas esa lección y sigas adelante. Todas y cada una de las situaciones que te suceden son perfectas, aunque tu mente y tu ego se resistan y no quieran aceptarlo.
Tercera ley: “En cualquier momento que comience es el momento correcto”. Todo comienza en el momento indicado, ni antes ni después. Cuando estés preparados para que algo nuevo empiece en tu vidas, es allí cuando comenzará.
Cuarta ley: “Cuando algo termina, termina”. Simplemente así. Si algo terminó en tu vidas, es para tu evolución, por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar ya enriquecido con esa experiencia.
El ser humano se siente vivo cuando sueña, cuando tiene proyectos y la motivación de crearse una vida mejor. Cuando no hay sueños, hay depresión. La vida es una aventura momento a momento, y vos sos el creador de tus sueños, no seas actor pasivo de tu vida, condenado a cumplir un acto escrito por otro. Donde está tu pensamiento están tu creación y tu vida. Todo es causal, nada es casual. Todo lo que llega a tu vida, cada situación por la que pasás, se da por algún motivo.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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