La ONU fue el centro de dos noticias en el tema nuclear. Por un lado, la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU de imponer nuevas y más amplias sanciones a Corea del Norte y, por el otro, el discurso de Donald Trump en la Asamblea General en el que advierte la necesidad de terminar con el acuerdo entre el G5+1 (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, más China) con Irán en ese mismo tema.
La experiencia nuclear de Pyongyang y la capacidad de transportar esas cargas debería servir para evaluar la situación actual y futura de Irán en esos mismos issues, aunque los casos no sean idénticos. En efecto, las grandes potencias y la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) han impuesto sanciones a Teherán por el desarrollo de su programa nuclear encubierto en las últimas décadas. Lo mismo ha sucedido con Corea del Norte. Sin embargo, a través del arte de la negociación y la dilación, el régimen de Kim Jong-un ha conseguido el objetivo que buscó desde el principio: que se reconozca a su país como nuclear. Sin embargo, a Corea del Norte no se la reconoce como integrante del club nuclear “legal” ni tiene los mismos privilegios.
Hoy Corea del Norte puede negociar desde un lugar de poder muy diferente frente a las amenazas del uso de la fuerza por parte de los Estados Unidos o incluso a sanciones en el frente económico-diplomático. Por su lado, la comunidad internacional debe entender que ese país alcanzó el estatus de potencia y comprender que los esfuerzos que se hicieron por décadas para evitar ese fin no fueron suficientes.
En 2015 la administración Obama lideró la firma del acuerdo del G5+1 con Irán a través del cual básicamente Teherán reducía su programa de enriquecimiento de uranio a cambio del levantamiento de sanciones internacionales que tenía y que fueron aumentando en el tiempo por el incumplimiento de diversos compromisos.
Otro punto de lo acordado entre el G5+1 encarga a la AIEA la inspección de los sitios nucleares de Irán para verificar su pleno cumplimiento, pero no autoriza una revisión similar de las bases militares y donde podría estar llevando adelante el programa militar nuclear.
De momento, la AIEA, los principales países occidentales, salvo Trump y Benjamin Netanyahu, que dijeron estar decididos a desandar lo pactado con Irán por distintas vías, y las principales ONG dedicadas a la no proliferación señalan que Irán está cumpliendo con lo acordado, y que tirar abajo ese acuerdo sería un terrible error. En dos ocasiones Washington certificó que Irán está cumpliendo. Sin embargo, debe volver a hacerlo en los próximos días.
Un Irán con capacidad de armas nucleares y la posibilidad de transportarlas en misiles de largo alcance no solamente amenaza a Israel sino a otros países como, por ejemplo, a Arabia Saudita o las monarquías del Golfo Pérsico, quienes tendrían incentivos para desarrollar sus propias armas nucleares.
Corea ha demostrado una gran capacidad diplomática para ganar tiempo en el desarrollo de su programa de armas nucleares y actuar bajo la política de hechos consumados, ya las ha conseguido.
A pesar de que no se ha constatado que Irán tuviera intención de desarrollar armas nucleares, su programa encubierto permite aventurar que la situación actual de Teherán está encaminada a seguir los pasos y los objetivos que tuvo Corea del Norte. No es tarde para evitar la situación de tener al régimen de los ayatolás con armas de destrucción masivas y misiles capaces de transportarlos en el Medio Oriente. Esa región del mundo no necesita demasiado para que una chispa encienda un acontecimiento de catastróficas consecuencias.
El autor es magíster en Relaciones Internacionales. Profesor de la carrera de Ciencias Políticas en la UB.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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