En un mundo repleto de conflictos sociales de diferentes formatos e intensidades, la coyuntura de Hong Kong viene llamando la atención globalmente por varios motivos: superficialmente por la espectacularidad de la violencia y la represión pero, sobre todo, por los dilemas y desafíos que plantea a China, una de las dos principales potencias mundiales. China se juega en esta cuestión sus pretensiones de liderazgo global y la legitimidad de su relato geopolítico.
Hong Kong, una colonia tardía
La historia de Hong Kong como colonia empieza en 1842 al ser ocupada por Gran Bretaña. Hong Kong tuvo un desarrollo similar a otras colonias gobernadas por los británicos que permitían cierto grado de libertad, aun en la elección de algunas autoridades, pero mantenían la potestad de seleccionar el gobernador y revertir resoluciones aprobadas por organismos locales.
Con la llegada del siglo XX y luego con el triunfo del Partido Comunista en la guerra civil china, Hong Kong se convirtió en una suerte de puerta de escape, y también de reingreso, para disidentes y emigrados. Paralelamente, el Reino Unido fue aumentando la liberalización y para el momento de su devolución a China, Hong Kong gozaba de múltiples libertades y derechos y también de un importante desarrollo económico y social.
La devolución se concretó en 1997. Previamente el Reino Unido negoció con China un plazo de 50 años en el que continuaría el estilo de vida y varios aspectos de la organización que habían implementado los ingleses hasta entonces. China se reservó el manejo de los asuntos exteriores y la seguridad. Hong Kong se convirtió así en una Región Administrativa Especial dentro de China lo que llevó al entonces líder del país, Deng Xiaopin, a bautizarlo con la frase “una nación dos sistemas”.
En la práctica esto implicó la permanencia en Hong Kong de un sistema multipartidario, la elección de la nueva autoridad con algún grado de participación democrática, facilidades de ingreso y egreso del territorio, su propio sistema legal y garantías de libertad de expresión y asociación. Una realidad totalmente distinta a la que vivía el resto del país oriental.
A su vez, la Jefatura de Gobierno reemplazó la figura del gobernador y pasó a ser electa en forma indirecta por un Consejo legislativo integrado por 1200 personas en representación de todos los ámbitos de la vida de Hong Kong. Esto incluye empresarios, sindicatos, académicos, religiosos y hasta representantes de las aerolíneas. Allí se eligió a Carrie Lam, quien es actualmente la jefa del gobierno y que forma parte de los importantes sectores pro chinos que habitan en la ciudad.
Los conflictos y las elecciones inesperadas
2047 será el año en que venzan los acuerdos firmados por China y el Reino Unido. De hecho ese proceso ya ha comenzado. En 2003, los primeros conflictos surgieron por la implementación de la Ley de Seguridad Nacional que planeaba castigar la “traición, la secesión y la subversión” en contra de China y que se entendió como una amenaza a la libertad de expresión y la disidencia. Ese fue el inicio de un proceso que ha transformado a Hong Kong en una ciudad atravesada por continuas protestas que derivaron en el internacionalmente conocido Movimiento de los Paraguas de 2014.
Pero la ola de descontento se ha convertido en un verdadero tsunami en 2019. Los motivos que llevaron a las masivas movilizaciones son variados, pero han tenido un claro disparador: el proyecto de Ley de Extradición que hubiera permitido juzgar fuera de la ciudad y con leyes chinas a los ciudadanos hongkoneses.
Esto se agravó tanto por la magnitud de la represión –formal e informal- al movimiento de protesta, como por la ley que buscaba prohibir el uso de máscaras y que se relaciona con el rechazo de una parte importante de la sociedad a la extrema vigilancia implementada por el gobierno. En especial al sistema de reconocimiento facial y el uso de información privada, como historias médicas para arrestar personas en los hospitales.
Además, la ciudad atraviesa una creciente crisis económica como consecuencia de la conflictividad social que, según muchos analistas locales, se produjo por la preeminencia de los sectores duros del gobierno chino en la implementación de las políticas hacia Hong Kong. En ese contexto se realizaron las elecciones municipales y sus resultados inesperados han abierto las puertas a un conflicto de consecuencias imprevisibles.
El futuro, una incógnita
La elección del Consejo de Distrito que se celebra cada 4 años generalmente no atrae demasiado la atención del público porque se ocupan principalmente de temas muy vecinales. Hasta ahora estaban dominados por dirigentes oficialistas. La elección de hace unos días cambió ese panorama y marcó una victoria contundente para el movimiento pro-democracia al asegurarse el 86% de los cargos por triunfar en 17 de los 18 distritos en que se divide el electorado.
Max Povse, investigador del Grupo de Estudios de Asia y América Latina de la Universidad de Buenos Aires, afirma que “el primer dato que llama la atención es que votaron el 71% de los ciudadanos, contra menos del 50% que históricamente se presentaba a votar. Esto muestra la vocación de los hongkoneses por hacer oír su voz a través de mecanismos institucionales”.
Con el trasfondo de las masivas protestas sociales, las elecciones de los Consejos de Distrito adquirieron un significado completamente nuevo. Como Hong Kong no tiene sufragio universal para elegir al Jefe de gobierno, las elecciones municipales se convirtieron en un espacio privilegiado de expresión sobre la coyuntura que vivía la ciudad. Povse remarca que “las elecciones refuerzan la idea de que la población de Hong Kong no es antichina, sino que intenta mantener el sistema democrático, a partir de protestas, pero también a través de las urnas”.
En el restringido universo de las 1200 personas que pueden votar en las elecciones de Jefe de Gobierno muchos de ellos son afines a Beijing. Pero también hay 325 representantes pro-democracia autorizados por el gobierno chino. Además, y esto ahora adopta crucial importancia, se otorgan 117 escaños a los ganadores de las recientes elecciones de Consejo de Distrito.
Con estos números, los sectores pro democracia solo necesitarían en las próximas elecciones 159 votos, de los poco menos de 800 representantes sociales restantes, para ganar la carrera hacia la jefatura de gobierno. El oficialismo podría perder las elecciones indirectas para Jefe de Gobierno de Hong Kong, lo cual sería inédito dentro de la historia y del territorio chino.
Hong Kong pertenece a China. Nadie duda de eso en la comunidad internacional. Discutir ese punto para los demás países sería abrir una caja de Pandora que podría tener consecuencias posteriores en Gibraltar, Malvinas, Cataluña o en cualquier territorio autonómico cuyos habitantes quieran desconocer a la autoridad central.
Pero también es cierto que China no puede resolver este conflicto a cualquier precio, sin prestar atención a los ojos que la observan, tanto en Occidente como entre sus socios asiáticos, y sin atender a las expectativas y formatos que su rol global ahora amerita.
La repercusión global del conflicto se agudizó esta semana cuando Donald Trump promulgó la llamada “ley de Derechos Humanos y Democracia” que prevé una revisión anual de la situación de Hong Kong antes de renovar la relación comercial especial que mantiene con los Estados Unidos.
El presidente Xi Jinpin ha basado su discurso y su proyecto estrella, la Iniciativa de la Ruta y la Seda, en la idea de la cooperación, comercio y desarrollo pacífico. Por eso, la forma en que resuelva el desafío de Hong Kong –así como los problemas de Taiwán y el del Mar de la China meridional- le mostrará al mundo la sinceridad de sus palabras y del programa de expansión geopolítico que lidera.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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