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La Justicia procesó por “cibercontacto sexual infantil”, delito conocido como “grooming”, a un joven de 24 años que enviaba mensajes de “alto contenido” erótico a una adolescente de 14 a través de Whatsapp. Decía estar enamorado y aludía a futuros encuentros en el marco de vínculos familiares que compartían. Hasta que un día del verano pasado, en uno de esos eventos sociales, la habría “besado de manera sorpresiva”, según la acusación.
En un principio, se lo procesó por corrupción de menores. Ahora, la Cámara Nacional en lo Criminal rechazó un planteo de su defensa para sobreseerlo por inexistencia de delito, pero cambió la calificación a presunto “grooming” y abuso sexual simple.
En la causa penal quedaron incorporadas capturas de pantalla de los mensajes. En su declaración indagatoria, el acusado “se limitó a sostener que se efectuó una incorrecta interpretación”. Para la Justicia, por el contrario, los mensajes “resultaron claros en cuanto a su propósito”.
Frases como “ya no me importa el cómo ni el por qué, sólo sé que cada día te amo más”, “no veo la hora que nos encontremos” o “te voy a comer hasta el alma” no dejan margen para dar lugar a segundas interpretaciones, advirtieron los jueces. “Había intención del imputado de cometer un delito contra la integridad sexual de la joven”, concluyeron.
Los mensajes privados por WhatsApp con “stickers” se repetían todos los días, “tanto a la mañana como a la noche” y él le comentaba que tenía problemas con su pareja, que sentía “algo” por ella, que era hermosa y “que nunca le había gustado tanto una chica”. “Te amo, mi amor, nunca busqué a nadie bebé, sos la primera y única”, escribía también el acusado. “Vos sos diferente”, le decía además. Para “concretar sus avances sexuales se valió de la relación de confianza que mantenía con la damnificada”, remarcó la decisión judicial.
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El avance y la difusión de las nuevas tecnologías y “su fácil y frecuente acceso por los seres humanos desde pequeños, así como las dificultades para controlar el intercambio informático lleva a que se legisle con el objeto de proteger la integridad física y sexual de los menores, tratando de prevenir y reprimir conductas de ciberhostigamiento”, recordó la sentencia al citar jurisprudencia al respecto.
En el caso de menores de edad, el delito de “grooming” se refiere a “preparar a un niño o a una niña a través de comunicaciones informáticas para abusar sexualmente de ellos”. “Son especialmente vulnerables por su inmadurez e inexperiencia”, advierte la sentencia.
Si bien dos de los tres jueces firmantes del fallo coincidieron con la defensa en que no hubo corrupción de menores (un delito de mayor gravedad) sí advirtieron la existencia de las otras conductas delictivas. “Se toma en cuenta que el imputado es una persona diez años mayor de la víctima, a quien habría besado de manera sorpresiva mientras contemporáneamente a través de mensajes de teléfono le decía que le gustaba”, dijo.
Un informe del Cuerpo Médico Forense concluyó que la adolescente presenta “afectación emocional y conductual compatible con vivencias de connotación sexual” con un adulto del entorno familiar a quien ella “veía como un par”. Todo lo referido conduce a sostener “de manera inequívoca la connotación sexual de la conducta atribuída” al acusado.
La defensa adujo que los hechos “no configuran delito alguno” y que nada de lo que pasó contiene “una carga vulnerante o entidad suficiente para afectar o desviar la salud psicosexual de una adolescente de 14 años”. También remarcó que no existieron “prácticas o actos sexuales en el cuerpo de la joven y, menos aún, se le ha inculcado ‘hábitos de prácticas depravadas ni perversas”
Los jueces Hernán López y Rodolfo Pociello Argerich resolvieron confirmar el procesamiento por los delitos de cibercontacto sexual infantil y abuso sexual simple. El voto mayoritario descartó la corrupción de menores: “Ni el contenido de los mensajes de texto que el imputado envió -mediante la plataforma “WhatsApp”- a la joven víctima o el beso que le habría dado en oportunidad de verla personalmente por última vez -al que la damnificada hizo referencia en su declaración en Cámara Gesell-, tienen entidad suficiente para interferir en el proceso de formación o desarrollo de la sexualidad de la víctima en los términos exigidos por el tipo penal bajo estudio”. En los hechos “no se verifica la realización de actos de contenido sexual prematuros, excesivos o perversos”. “De este modo, cabe concluir que no se encuentran satisfechos los requisitos objetivos que exige el tipo penal por el que se formalizó el auto de procesamiento que aquí nos ocupa”
En su voto disidente, el juez Ricardo Pinto postuló confirmar la acusación por este delito. “La descripción de las conductas reprochadas da cuenta de la realización de actos que por lo prematuro y la forma de realización al tener en cuenta la edad del imputado y de la víctima demuestran de forma presunta episodios con entidad para afectar el desarrollo psicosexual de la menor damnificada”, argumentó.
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