Este lunes, en horas de la mañana, se confirmó el deceso de Diana Navarro, activista trans. Su lucha incansable por los derechos de la comunidad LGBTTIQ+ la convirtieron en un ícono para esta población en el país y para las mujeres que se dedican al trabajo sexual en Colombia, a quienes también representó. Su fallecimiento ha generado múltiples reacciones, entre ellas, las del presidente, Gustavo Petro, y la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. Su existencia no pasó desapercibida, su nombre quedará marcado en la historia al ser uno de los principales eslabones de una causa que, todavía, mantiene en pie a miles de personas alrededor del mundo.
“Me duele profundamente el fallecimiento de Diana Navarro, maravillosa lideresa de la comunidad trans, constructora de la política pública LGBTI de Bogotá y de la política de inclusión e igualdad nacional. A su familia y comunidad mi abrazo. Honraremos sus luchas y legado”, comentó la mandataria local de la capital del país. “Diana que hizo parte de la primera dirección nacional del Polo Democrático y ayudó en los esfuerzos de la Bogotá Humana en la lucha por la igualdad, ha muerto. QEPD”, añadió, Gustavo Petro.
Se refería a sí misma como una mujer negra, marica y puta. Abogada de profesión, nació en La Guajira, pero fue llevada, con un mes de nacida, a Barranquilla. Hizo parte de la primera dirección nacional del Polo Democrático y, tal y como ella misma lo contaba, pagó sus estudios universitarios con el dinero que le dejaba su trabajo en la prostitución. Fue miembro de la ONG Conspira y de la Mesa LGBT de Bogotá. Según relató, en repetidas ocasiones, llegó al barrio Santa Fe, de Bogotá, cuando apenas tenía 14 años. Diana nunca cambió el nombre y el sexo que aparecía en su documento de identificación, por lo que en su cédula se mantenía como William Enrique Navarro San Juan.
“Tengo una posición política sobre eso. Independientemente del nombre y del sexo que aparezca, el Estado colombiano debe garantizar el ejercicio de mis derechos por lo que soy. Un documento no me hace a mi. Soy Diana Navarro, negra, marica y puta, no más”, comentó en una charla con el portal Colombianas. Aunque siempre supo que era mujer, fue hasta los 14 años que empezó a expresar su feminidad desde diferentes aspectos de su vida, entre ellos, la ropa que empezó a utilizar. Fue criada por su tía y su abuela.
Llegó a Bogotá en diciembre de 1987, de acuerdo con lo que relató a Mar de Leva Producciones. “Me fui de Barranquilla para poder ser yo. Para que nadie coaccionara mi deseo de ser yo misma. No me echaron de mi casa, yo lo decidí”, recordó en esa misma conversación. Llegó a trabajar en una peluquería, sin embargo, tiempo después salió de allí, según ella, por temas de envidia en su contra. Luego de ello, fue cuando llegaron a su vida las primeras propuestas para ejercer el trabajo sexual. “Como todo trabajador colombiano, alquila su cuerpo a raticos”, decía sobre la prostitución.
Tiempo después, y tras el fallecimiento de su pareja, a quien conoció trabajando como prostituta, se fue para Medellín y se inscribió en la universidad. Aunque no se inscribió para estudiar Derecho, decía ella, la vida la llevó a esa profesión. “Fui la primera travesti en empezar estudios profesionales en Colombia, como travesti”, relató en el especial audiovisual que le hizo Mar de Leva. Luego de recibir amenazas de muerte en la capital del departamento antioqueño y de ser víctima de un atentado, decidió volver a Bogotá para iniciar la lucha que llevó a cabo hasta el último día de su vida.
Ya en la capital colombiana, en el 2008, fue nombrada por trabajadoras sexuales como su representante. Según ella, no le temía a enfrentarse a la autoridad para defender sus derechos y los de sus colegas. “Yo soy capaz de enfrentarme a un alcalde local”, destacó. De allí nació el grupo Girasol, para luego crear la corporación Opción: por el derecho a ser y el deber de hacer. “Ahí solo trabajábamos putas y maricas”, detalló.
Gracias a su labor, se logró que ese sector de Bogotá, el barrio Santa Fe, desde la calle 19, costado norte; a la calle 24, costado sur; de la avenida Caracas, costado occidental; y la carrera 17, costado oriental, se declarara una zona de alto impacto, lo que permitió que se autorizara el uso de la misma para la prostitución.
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