
Se los contrata para garantizar la seguridad física de personas que suelen estar en el foco de las cámaras del mundo y que, por eso mismo, son objetivo no sólo de los flashes. Son los guardaespaldas y, por cierto, el nombre no les hace acabado honor a los hombres que arriesgan sus vidas para cuidar la de otros.
De eso sabe muy bien Karl Lagerfeld, al frente de la casa Chanel y conocido como el gran káiser de la moda. Tan encantado está el diseñador con su custodio personal, Sebastien Jondeau, que hasta permitió –lo que nunca– que su marca apareciera vinculada a su nombre en su estreno como diseñador desconocido. O, mejor dicho, en su presentación en sociedad como “el guardaespaldas de Karl Lagerfeld convertido en diseñador“.
¿Quién es el agraciado con semejante honor? Pues nada menos que no sólo su asistente personal desde hace veinte años, sino también su modelo y hasta el responsable de su seguridad.
El hombre, un apuesto parisino de barba “cuidadosamente descuidada” y buenos modales, aparece a su lado en eventos y presentaciones, incluso en fiestas familiares, y lo acompaña en sus vacaciones a Saint Tropez.
Y ahora ensaya también sus primeras armas en el mundo de la moda con un padrino de lujo. Para eso creó una colección cápsula bajo el paraguas de Lagerfeld y la presentó en Florencia, además de exhibirla en su Instagram (@bentoub).
El hombre, de 43 años, está feliz con su nuevo logro, pero también con su rol de –como lo definió la revista Paris Match– “angel guardián” del diseñador.

TAN REAL COMO LA FICCIÓN.Por estos días, una nueva serie de Netflix dedicada a ellos y titulada El guardaespaldas vuelve a poner el ojo en estos personajes a mitad de camino entre el superhéroe y el príncipe azul, y le agrega un dato por demás interesante: un romance ultracaliente entre el protagonista, David Budd –un apuesto exveterano inglés de la guerra en Afganistán– y Julia Montague, una ministra con llegada directa al primer ministro y cierto perfil implacable que recuerda al de Margaret Thatcher.
Contra todos los pronósticos y posibilidades, entre viajes de itinerario controlado por el servicio secreto británico, amenaza terrorista y conversaciones que comienzan siendo ultraprofesionales y terminan siendo cada vez más personales, Julia y David terminan enamorándose. O, cuando menos, haciéndose mimos en cuanto cuarto de hotel les dejen a mano.
Alerta de spoiler: el romance no termina bien y de hecho esa es una de las facetas más interesantes de esta ficción, porque no necesita de una relación que dure hasta el último capítulo para que la historia siga siendo atractiva.
Será que en realidad lo que se cuenta sirve para volver a sacar a la luz algo que está ahí más o menos desde que Kevin Costner y Whitney Houston filmaron El guardaespaldas y le pusieron imágenes y sonido a una fantasía planetaria: el amor entre una famosa y el encargado de cuidarla. Pero ¿es sólo una fantasía?

NO SE LO DIGAS A NADIE. A Estefanía de Mónaco, allá por los ’80 los paparazzi que la perseguían a sol y sombra la bautizaron “la princesa rebelde” justamente porque hacía lo que se le antojaba sin detenerse siquiera a ver si eso conjugaba o no con el protocolo de palacio. Se divirtió a más no poder para luego sentar cabeza e intentar suerte como diseñadora de moda y hasta como cantante. Y fue durante la gira promocional de su primer disco por Latinoamérica que los fotógrafos revelaron la relación “sospechosamente próxima” que mantenía con Daniel Ducret, su jefe de custodia.

Daniel era un policía francés elegido personalmente por el príncipe Rainiero de Mónaco para cuidar a su familia. Vigiló primero a Alberto, el heredero, y Ducret cayó tan bien a los Grimaldi que le confiaron la protección de la revoltosa Estefanía.
Cuando el amor entre la princesa y el custodio salió a la luz fue un verdadero escándalo. Pero Estefanía no sólo siguió adelante con la relación sino que hasta anunció que estaba embarazada de su primer hijo, Louis Ducret, al que luego se le sumaría una niña, Pauline. D
espués de eso, Rainiero aceptó el casamiento entre la princesa y el plebeyo, pero no tardó en arrepentirse. Y con razón: al año de dar el “sí”, Ducret fue fotografiado teniendo sexo con una desnudista belga, a la vera de una piscina en Niza. Llegó el divorcio, pero –fiel a su estilo– la princesa de Mónaco volvió a sus travesuras “bien custodiadas” y se enamoró de otro custodio, llamado Jean Raymond Gottlieb, con quien también tuvo una hija, llamada Camille.
Así y todo, tal vez ni el doblete de la princesa monegasca logre empardar el escándalo que –aunque sucedido a fines de los ’80– sacudió a la familia real británica en 2004, cuando en Estados Unidos se difundieron una serie de audios en los que Diana, princesa de Gales, hablaba de un amor tan secreto como poderoso. Aparentemente, la esposa del príncipe Carlos habría llegado a establecer un vínculo muy intenso con Barry Mannakee, el militar designado para custodiarla, 20 años mayor que ella. Pero ésta, como todas las historias que la tuvieron como protagonista, también terminó mal. Aparentemente la casa real tomó conocimiento de la relación y trasladó a Mannakee a otro punto de Inglaterra. Tiempo después, y en circunstancias como mínimo sospechosas, ocurrió un accidente entre un auto y una moto en la que Mannakee iba como copiloto. La conductora del auto y el conductor de la moto salieron ilesos, pero Mannakee terminó muerto. Hasta hoy es uno de los tantos misterios que rodean la vida y la muerte de la llamada “princesa de pueblo”.
AMOR EN CUSTODIA. Pero claro, no sólo las testas coronadas suelen caer bajo el embrujo de un hombre que –sin ser pareja, ni marido, ni nada– arriesga su vida por ellas. Así le pasó, por caso, también a la ministra española de Cultura, Carmen Calvo, quien se enamoró de su guardaespaldas, Julián, cuyo apellido nunca trascendió.
Ya en 2007 el vinculo se volvió tan serio que Calvo no tuvo más remedio que despedirlo para poder seguir adelante con el noviazgo que, como corresponde a todo cuento de hadas, terminó formalizado. Sin embargo, en 2016 la exministra volvió estar bajo su cuidado, esta vez cuando ella se convirtió en diputada. ¿El chiste? Que a Julián, exmiembro de la Guardia Civil, diez años más joven que ella y morrudo por donde se lo mire, lo rebautizaron burlonamente como “el custodio cultural”, por el área a la que había pertenecido Calvo, pero también por el aspecto de fisicoculturista que tiene su novio.

EL SUEÑO DEL PIBE. Pero, antes de terminar, volvamos a nuestro último gran héroe: Sebastien Jondeau. Hasta hace poco, un modelo masculino “con referencias”, ahora devenido en creador de una colección para hombre, 100% urbana, moderna y con cierta inspiración deportiva. De hecho, es fanático de los deportes acuáticos y del boxeo.
Además, tiene los aires sofisticados del ambiente al que pertenece desde hace mucho tiempo junto a Lagerfeld, rodeado de la crème de la crème europea: modelos, actrices y princesas.
“Karl es mi jefe, mi amigo y mi padre. He pasado más tiempo con él que con mi familia. Tenemos una fuerte relación profesional y personal –declaró Jondeau durante su debut estelar en Pitti Uomo, la feria de moda masculina más importante del Viejo Mundo–. Él me ha abierto muchas puertas, me ha ayudado a crecer, a ser mejor persona, y nunca podré estar lo suficientemente agradecido. Me gustaría que esta colección inspirara a la gente como yo, para demostrarles que es posible, quiero inspirarles a hacer grandes cosas en la vida”. Un joven de los suburbios de París que encontró la luz al final de la pasarela.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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