Un viernes, pasada la una de la tarde, Eugenia estaba sentada frente a la computadora en el escritorio de su casa, con la vincha puesta para hablar con potenciales clientes, tal como hacía todos los días, y de golpe el sistema se apagó. Como era una de las operadoras de telemarketer con más antigüedad laboral, sus compañeros empezaron a llamarla para preguntarle qué pasaba, pero ella estaba igual de desconcertada. Llegaron los telegramas y se confirmó que la empresa cerraba. Después de diez años en el mismo puesto, a los 50 años, con dos de sus tres hijos aún viviendo en su casa, y en plena pandemia, se quedó sin trabajo. Aunque el panorama era preocupante, encontró la manera de reinventarse gracias a una pasión que siempre la acompañó y ahora la fotografía es su sustento.
“Mujer, mamá, fotógrafa, apasionada en todo lo que hago. Amo la libertad, lo que soy y lo que hago”, dice su descripción de Twitter, la red social donde todo comenzó en junio de 2020 y la misma que revolucionó esta semana cuando resumió su historia en un hilo que se replicó sin parar. Ante el llamado de Infobae, reacciona con absoluta sorpresa y cierta timidez por ser considerada la protagonista de una vivencia valiosa que se convirtió en inspiración para otros usuarios. “Fue tal como lo describí el tuit, porque aunque sabía que estaba todo cada vez más difícil y lo que hacíamos los empleados era la venta de Internet y otros servicios para Pymes, algo muy difícil en ese momento tan incierto, y que la empresa no iba a poder sostenerlo si se extendía en el tiempo; nunca esperás que eso pase hoy ni mañana”, rememora.
Consciente de que la reacción más habitual hubiese sido la desesperación, cuando se confirmó que nadie iba a volver a atender el teléfono porque ya no tenía empleo, se tomó unos minutos para salir del shock. “Miré mi compu en silencio, y sentí una mezcla de paz y un fuego interno que me decía: ‘Es ahora o nunca’. Llamé a mis hijos y les dije que todavía no sabía cómo, pero que iba vivir exclusivamente de lo que me apasiona, siendo fotógrafa full time”, relata. Para poner en contexto el alivio que la invadió en medio del impacto, explica que cuando empezó como operadora se había separado recientemente y sus tres hijos eran chicos.
“Ese laburo tenía un horario de seis horas que me permitía llegar a mi casa cuando ellos salían del colegio, estar con ellos, hacer las tareas; un montón de cosas que que hoy agradezco haber podido hacer; es decir que no reniego de eso, pero creo que hay etapas para todo en la vida y la mía hacía rato que había llegado a su fin”, sostiene. Una parte suya estaba convencida de que esa forma de vida ya no se adecuaba a su presente, pero no se animaba a seguir ese impulso y priorizaba tener un sueldo fijo, haciendo de manera muy ocasional algunas producciones de fotos -principalmente books de bebés recién nacidos y casamientos- para saciar su alma artística.
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“Ahora mis hijos ya son grandes, tienen 27, 23 y 20, así que en el 2020 pensé: ’Ya no se van a morir de hambre si a mí me va mal, me tengo que dar esta posibilidad, y si en tres meses no consigo subsistir con lo que me gusta, volveré a buscar trabajo como operadora’, narra. Durante esas 12 semanas hizo uso de algo que no utilizaba tanto hasta ese momento: las redes sociales. Todos los días enviaba mensajes de Instagram a diferentes empresas, con muestras de los trabajos que hacía con lo que tuviera a mano en su casa, apostando por composiciones que hicieran resaltar productos de distintos rubros.
Su mayor disfrute son los retratos, pero dado el contexto de aislamiento obligatorio y la recomendación de la distancia social, no era la opción más viable para su emprendimiento. “Tenía que apuntar para otro lado, y como la gente estaba desesperada por vender sus cosas, los negocios estaban cerrados, y empezaban a explotar las tiendas online en Instagram, se necesitaban fotos de productos, y tengo una máxima que trato de aplicar todas las veces que puedo: ‘Hacer lo mejor que puedo con lo que tengo’”.
Asegura que la clave es la búsqueda de constante del enfoque que funcione para cada uno, y en su caso fue aplicar una perspectiva más artística que le brindara calidez y emoción a cada propuesta. “Le busqué la veta para que me atrapara a mí, y por ejemplo para alguien que vendía pastas yo no hacía la foto de la pasta bien lograda y nada más: ponía la mesa, un mantel que me gustara, me imaginaba a una persona sentada ahí, comiendo, y lo que le gustaría tener enfrente”, describe. Así fue incursionando de manera creativa.
Para enviarle material a vinotecas y bodegas recurría a las copas de su alacena y una botella de vino; luego buscaba herramientas y las fotografiaba para ofrecerlas a ferreterías; perfumes para perfumerías y estéticas; y así con todo lo que se le ocurriera que podría funcionar con una puesta en escena más completa que las tradicionales. Algunos de los cientos a los que les escribía le respondían y le pedían un presupuesto, algo totalmente nuevo para ella. “Tuve que asesorarme porque no tenía idea cuánto salía un trabajo, cuánto tiempo me iba a llevar, porque algunos creen que es sacar la foto y listo, pero empieza mucho antes de la toma, con el montaje de las luces, el fondo, todo, y termina mucho después con la etapa de edición”, explica.
Se ríe de su propia ingenuidad cuando hizo un taller de fotografía para reencontrarse con los conocimientos y revalidar su formación, y un profesor le dijo que se comprara una buena silla de escritorio porque es donde iba a pasar más tiempo. “Y tenía razón, porque es increíble la cantidad de tiempo que puedo estar con los detalles, porque si bien nunca retocaría los rasgos de una persona, y mucho menos en un retrato, hay tonalidades que se destacan más que otras, puntos de vista, focos que resaltan por determinado color, recortarla y ponerla en un fondo blanco si el cliente así lo desea”, detalla.
Le avisó a todos sus conocidos que estaba detrás de su sueño, y les pidió que la recomendaran si alguien necesitaba una fotógrafa, ya sea para capturar paisajes, productos o una cara. “Yo sé que hay circunstancias que no puedo modificar, y en ese momento puntual no podía cambiar mucho de mi alrededor, como la pandemia y que la empresa cerrara, pero aprendí que lo que importa es lo que tengo, y qué hacer con eso; si uno se queda en la en la queja, en que no lo esperaba y en buscar el por qué te está pasando, te quedás trabado ahí y te quedás solo en el intento”, reflexiona.
No estaba dispuesta a abandonar cuando el primer camino no funcionara, tenía en claro sus límites de tiempo y la necesidad de que la rueda empezara a girar. “Tenés que saber a dónde querés llegar para no bajar los brazos, porque muchas veces te lleva 10 o 20 intentos llegar a donde querés”, agrega. Cuando pasaron los tres meses ya había hecho varios trabajos de pequeña escala que le permitían considerar que el despegue de su empresa ya era oficial, y lo comunicó con un autorretrato donde posó con su cámara colgada, y un vestuario significativo que simboliza todas sus facetas.
“Quería mostrar cómo me sentía, estaba autocelebrándome con un homenaje a todas las mujeres que soy, la mamá, los momentos de ama de casa, la fotógrafa, la apasionada, la divertida, porque es lo que nos pasa a muchas, que somos profesionales pero hamacamos al bebé al mismo tiempo; a su vez nos queremos sentir sexys, lindas, cuidar nuestro cuerpo dentro de lo posible; y lo mismo pasa con un emprendimiento, donde detrás hay una persona, hay sueños, hay desvelos, hay miedos, y alegrías”, manifiesta. Luego de publicarlo llegaron más pedidos, y se abrieron más puertas.
“Una abogada que me vio en Twitter me dijo que quería un retrato profesional, y es tal como expresa la famosa frase de que una imagen vale más que mil palabras, y eso es lo que me maravilla de la fotografía”, explica. Durante su niñez tuvo el primer contacto con las cámaras de fotos, y su padre era un gran aficionado que también tuvo como hobby la misma pasión, y tenía un cuarto de revelado que había improvisado en su casa.
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Hace dos años perdió a su madre, y confiesa que para no preocuparla los primeros tiempos no le contó que se había quedado sin trabajo en relación de dependencia, y recién cuando tuvo una cartera de clientes le anunció que le estaba yendo bien trabajando por su cuenta. “Tenía 75 años y murió de cáncer, pero el último año lo pasó casi sin verme porque estaba muy asustada por el Covid; no quería que nadie se acerque, pero al menos pudo saber que había elegido lo que amo y que podía vivir de esto”, expresa. Para poder salir adelante define a sus hijos como “su apoyo incondicional, su mejor equipo, su mano derecha e izquierda”, y se propone demostrarles con ejemplos y hechos la mujer que quiere ser.
En noviembre dio su primer taller de fotografía después de que sus amigos le insistieran en que se animara a enseñarle a otros que estén interesados en un primer acercamiento. “La experiencia fue hermosa y en marzo voy a retomar la idea de hacerlo una vez por mes. Lo hago presencial porque yo creo que cuando uno se mira los ojos la experiencia de cualquier cosa es totalmente distinta”, sentencia. Y agrega: “Cuando saco hago una foto en mi cabeza ya veo las tonalidades que voy a usar, las sombras, hacia dónde van a virar los azules, porque es muy subjetivo, y si ponés diez fotógrafos frente a una misma persona vas a tener diez retratos distintos”.
Cada vez que tiene la oportunidad de viajar sabe que puede prescindir de ropa, pero nunca de su cámara. “Por acá por seguridad no puedo caminar con la cámara en la mano en la calle, pero lo que más disfruto en la vida es ir a cualquier lado, ya sea 100 km de acá o 20.000, y tener la cámara en la mano, que se convierte en una extensión de mi cuerpo”, manifiesta. Revela que mientras estaba agendando fechas con un cliente se dio cuenta de que pronto se cumplirán tres años desde el día en que se quedó sin trabajo.
Las repercusiones en Twitter la sorprendieron y la hicieron replantearse algunas cuestiones: “Me llenó hasta lo más profundo todo lo que la gente comentaba, y puedo notar cuánto la gente necesita tener esperanza, como que quedamos todos muy sensibles después de la pandemia, y cuesta mirar para adelante”. En este sentido, remarca que las personas se asombran cuando ocurren cosas buenas, o cuando algo tiene un buen desenlace, además del factor de la edad, que también la descolocó por comentarios de algunos internautas.
“Mucha gente tiene miedo a empezar de nuevo a determinada edad, como si la vida se terminara los 40 o a los 50 años″, indica. Con el humor y el optimismo que la caracteriza, cuenta su forma de pensar hacia el futuro: “Siempre digo que yo hasta los 100 ya pagué y los tengo contratados, así que los que vengan después de los 100 son chapa, pero hasta los 100 no paro”. Creyente de la leyenda oriental del hilo rojo, aquella conexión invisible que une a las personas destinadas a conocerse, siente que una parte suya queda conectada a las personas que retrata.
“Si alguien le gusta una foto tuya es porque algo de tu mirada, tus vivencias, tus experiencias, lo conmueve, y por eso te elige en vez de a otro. Me pasa mucho que vienen mamás con sus bebés recién nacidos, que se hacen entre los 7 y los 15 días de vida, con todos sus miedos a cuestas, y tienen que depositar la confianza en mí, nada más y nada más para que yo duerma a su hijo, lo acomode, y después vuelven al año, veo cómo crecen, o me contratan para otro evento de sus vidas. Así es como indefectiblemente quedamos ligados”, resume. Feliz porque actualmente tiene clientes que la esperan hasta un mes y medio para concretar algunos trabajos, la invade el orgullo y la emoción por sus progresos. “Jamás silencien su corazón, jamás dejen de intentar, jamás bajen los brazos”, insiste Euge, que pide que la llamen así porque no le gustan las formalidades. Tiene en claro que hizo lo que le indicaba su intuición y que ya no hay asignaturas pendientes, sino más y más proyectos relacionados al mundo que ama.
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