Verle la cara a la muerte debe ser una bisagra en la vida de cualquier persona. Bien lo supo Thierry Sabine quien a fines de 1977 estuvo a punto de no contarla más. Sin embargo el haberse perdido en el desierto africano mientras corría el Rally Abiyán-Niza, lo marcó para siempre y fue el puntapié para quedar en la historia. En aquellas horas dramáticas el piloto francés se juró que si sobrevivía no iba a parar hasta organizar una competencia que mezcle la aventura con la máxima exigencia deportiva. Fue el génesis de la carrera más dura del mundo: el Dakar, la gran odisea del deporte motor que ya lleva 41 años.
Sabine nació el 13 de junio de 1949 en Neuilly-sur-Seine, una localidad del área metropolitana de París. Su familia no tenía apremios económicos ya que su padre era dentista y su madre una reconocida anticuaria. Podría haber tenido una vida tranquila y sin sobresaltos. Siempre fue un amante del deporte y al principio se destacó en la hípica y en el rugby. Pero empezó a fomentar su amor por el deporte motor mostrando su versatilidad. En 1973 participó en el Rally de Montecarlo, en lo que fue el debut histórico del Mundial de Rally. Con un Alpine-Renault A110 1600 abandonó por la rotura del radiador. En 1975 organizó en una playa la primera edición del Enduro Le Touquet, inspirada en las carreras que se hacían en el desierto en los Estados Unidos. Hoy es la carrera más relevante del planeta de ésa especialidad con 100.000 espectadores. Ese año también llegó a formar parte de las 24 Horas de Le Mans siendo 17º y repitió en 1976 culminando 13°, en ambas ocasiones con un Porsche 911 Carrera. Aunque su gran pasión eran las motos y en especial el off-road (carreras fuera de las rutas o caminos).
Era como que lo extremo retroalimentaba. Empezó a participar en competencias en el desierto. En diciembre de 1977 se sumó para correr en el Rally Abiyán-Niza que unía el sur de Costa de Marfil, en África, con la Costa Azul francesa. Lejos de las herramientas que tienen los corredores actuales del Dakar, hace cuatro décadas no había para guiarse un GPS o el roadbook (libro de ruta que se usa para la navegación). En aquella época la orientación estaba con una brújula, un mapa y la intuición de cada participante. Thierry venía cuarto en la clasificación general hasta que a mitad de la etapa Dirku-Madama erró la ruta y se desvió hacia el este, a una zona arenosa con pequeñas montañas. Un quiebre en su vida estaba por llegar…
Desorientado y habiéndose quedado sin nafta en su Yamaha XT 500 luego de intentar recuperar el rumbo, quedó perdido en el peligroso desierto Teneré, una región perteneciente al Sahara, en Níger. Sin comida y solo un poco de agua pasó tres días y dos noches. Tiempo después relató aquella experiencia en su libro “París-Argel-Dakar”: “Me doy cuenta de que mi situación es incómoda, difícil. Dos días después no tengo ni brújula ni reloj, que se estropearon en una caída mientras trataba de hallar la ruta perdida. Son ya dos días y dos noches que estoy perdido en el desierto, bajo un sol que comienza a hacerme perder la razón. La total ausencia de sombra es una sensación opresora, que engendra un sentimiento parecido al de la claustrofobia. Entonces decido alejarme de mi moto. En calcetines y succionando las piedras para provocarme saliva, comprendo que mi vida vale cada vez menos. Y es entonces cuando prometo que si salgo con vida de esta experiencia barreré cuanto de superficial contenga mi existencia”.
La organización montó el operativo rescate. Tras dos días de haberse perdido el milagro llegó, aunque el galo también hizo lo suyo. Armó una cruz con piedras en el suelo que fue vista desde el aire por el avión que piloteaba su compatriota Jean Michel Siné. “A partir de ahora empieza tu nueva vida”, le dijeron cuando lo encontraron. Él aseguró que “el desierto me marcó profundamente y desarrolló en mí un instinto y una sensibilidad muy particulares. Y, sobre todo, unos deseos insuperables de volver. Pero, desde luego, ¡jamás volveré solo!”.
Cumplió con su palabra y regresó al desierto acompañado de una caravana que hizo historia. Pero para marcar ese hito debió trabajar mucho. Volvió a Francia y se dedicó en 1978 a concretar esa “carrera más grande del mundo” que anheló. A mediados de aquél año arrancó la inscripción con un costo de 4,5 francos (1 dólar). Sabine en ese momento contaba con solo 29 años y organizó la competencia con su primera esposa Diane Thierry-Mieg (modelo y actriz) y un pequeño grupo de amigos. Ese fue el nacimiento del Rally Paris-Dakar, cuya primera edición se largó en una zona cercana a la Torre Eiffel el 26 de diciembre de 1978 y que finalizó en las largas playas de la capital de Senegal. Dos continentes, seis países, 10.000 kilómetros y 16 días de competencia para aquél debut. Largaron 90 motos, 80 autos y 12 camiones. Cruzó la meta un total de 74 vehículos.
“En esta prueba ustedes vienen a buscar emociones fuertes, recuerdos no perecederos. Yo les ofrezco todo ello, pero no quiero ocultarles los riesgos que correrán. Ustedes lo aceptan y también son ustedes quienes que les toca asumirlos”, les anticipó Sabine en la Plaza del Trocadero en la capital francesa a los 182 pilotos del primer París-Dakar, advirtiendo de forma clara con lo que se iban a encontrar. Años más tarde describió a la carrera como “un desafío para los que van, un sueño para los que quedan atrás”. También afirmaba que “el París-Dakar debe ser una competición entre hombres, donde el elemento humano supera a la máquina”.
La apuesta salió bien y llegaron más cambios en su vida. “Aquel año gané un rally, pero perdí una mujer”, solía contar Sabine sobre el costo sentimental que debió pagar para llevar a cabo su sueño. Tras un matrimonio de cinco años se divorció de Diane en 1981. Su soltería no duró mucho ya que al poco tiempo empezó una relación con Suzanne Fournais, una danesa entusiasta por el rally, que lo acompañó y bancó en su aventura dakariana. Había vuelto el amor para Thierry y más tarde recuperó otro: en sus años a cargo de la carrera encontró la moto con la que se perdió en el desierto en 1977.
El París-Dakar era un éxito y en sus ediciones iniciales motivó la presencia de pilotos estrellas como el belga Jacky Ickx (seis triunfos en las 24 Horas de Le Mans), o el francés Jean-Pierre Jabouille (primer ganador con Renault en Fórmula 1). Se sumaron celebridades como Alberto y Carolina de Mónaco quienes en 1986 duraron dos días… A esta altura el propio Sabine era una figura reconocida ya que en 1985 tuvo un papel protagónico en la película “Un hombre y una mujer 20 años más tarde” actuando de sí mismo, y donde el personaje principal armaba la hoja de ruta del Dakar.
Por otro lado el propio Thierry aprovechó el trazado y su conocimiento de África para desarrollar tareas humanitarias. Tenía mucho contacto con los habitantes de las naciones por donde pasaba la caravana. También formó parte de un grupo de tareas en la perforación de pozos para poder entregar agua potable en Mali.
Para la edición de 1986, ya hubo 486 participantes que debieron recorrer 15.000 kilómetros. La carrera fue durísima y en la decimotercera etapa tan sólo quedaban 168 competidores. Si bien Sabine era el director de la competencia y la cabeza de la organización, también se dedicaba a rescatar pilotos en el desierto a bordo de un helicóptero. En Mauritania, hubo que detener de forma temporal la prueba ya que los sobrevivientes estaban en un radio de 1.000 kilómetros.
El 14 de enero de 1986 fue a recoger a los corredores que habían abandonado. Pero no pudo completar dicho cometido ya que su aeronave se estrelló contra una duna en la zona de Gourma-Rharous, en Mali. Hay algunas hipótesis sobre las causas del choque, pero ninguna fue comprobada. Mali, uno de los países por donde pasó la carrera, había estado en guerra con Burkina Faso hasta el 30 de diciembre de 1985. Están los que afirman que podría haber recibido un ataque de los militares locales. En sintonía con un eventual atentado se sumó la idea de que le pusieron en el helicóptero una serpiente, pero en la requisa no se encontró ninguna prueba de ello. Otros aseguran que existían restricciones para volar en la zona y es posible que el piloto haya optado por una trayectoria muy baja para eludir los radares. Entonces uno de los patines del helicóptero se habría enganchado con un árbol. En el impacto fallecieron tanto Sabine como las otras cuatro personas que viajaban con él, su socio, el cantante Daniel Balavoine, quien no habría sido bien visto por los militares de Mali por algunas declaraciones en su contra (refuerza la teoría del atentado); el piloto del helicóptero François-Xavier Bagnoud, y los periodistas Nathalie Odent y Jean-Paul Lefur.
“El París-Dakar no es un juego de destrucción”, respondía Sabine antes las acusaciones de la dureza de la prueba y las vidas que ya se había cobrado antes de su muerte, cuatro pilotos (los franceses Patrick Dodin y Jean-Noël Pineau, el holandés Bert Oosterhuis y el japonés Yasuo Kaneko, todos de motos), tres técnicos de apoyo italianos, una periodista francesa y tres espectadores locales en Mali, Burkina Faso y Níger. En 41 años del Dakar hubo más de 60 víctimas fatales entre pilotos, personal vinculado a la organización, periodistas y espectadores.
El mismo Ickx afirmó que “alguna vez dije sobre él que era un sádico que organizaba pruebas para masoquistas. Pero estábamos orgullosos de hacer el Dakar con él y las pruebas a las que nos sometía. Era un general de brigada, una especie de Rommel (Erwin) o Montgomery (Bernard). Era una persona diferente, hay muy pocos de esos, no sabemos decir por qué, pero hay uno cada 20 años. En su época las instrucciones eran terminar, pase lo que pase y eso es lo que hacíamos”. El ex piloto belga ganó el Dakar en 1983 con un Mercedes-Benz 280 G.
Por su experiencia cuando se perdió, sabiendo la dureza del desierto y habiendo rescatado a varios participantes, Thierry era consciente a lo que estaba expuesto y dejó dicho que la carrera debía continuar si a él le pasaba algo. La competencia siguió y luego fue cambiando de denominación según de dónde se largase y por las ciudades o países que fueron su epicentro, por ejemplo, “Dakar 2009 Argentina-Chile”.
Sabine también era un visionario. Alguien que pensaba a gran escala. Quería que el Dakar llegara a otros continentes y fuese más allá de Europa y África. Tras su fallecimiento, su padre Gilbert quedó a cargo de la organización hasta que en 1994 la empresa francesa Amaury Sport Organisation (ASO) empezó a manejar el evento. La firma gala es la misma que gestiona la tradicional prueba ciclística Tour de France. Luego de las amenazas terroristas del grupo Al-Qaeda que obligaron a cancelar la edición de 2008, para 2009 el Dakar cruzó el Océano Atlántico y se mudó a Sudamérica. Tres décadas más tarde de la primera edición el sueño de Thierry se convirtió en realidad y su carrera fue a otras latitudes. En total se visitaron 29 naciones; 21 africanas, 3 europeas y 5 sudamericanas, región donde nuestro país fue el que más veces fue sede con 10 oportunidades.
En 2020 agregará un nuevo continente, el asiático, ya que se correrá en Arabia Saudita en un contrato de cinco años que sería por 70.000.000 de dólares. No todo es aventura y ASO se dio cuenta que Sudamérica dejó de ser negocio ante la negativa a pagar su canon de los países que habían albergado la carrera, salvo Perú que asumió el costo (habrían sido 6.000.000 de dólares) para tener un Dakar íntegro en 2019. También es cierto que este evento afecta de forma positiva a la economía local. Por caso, en la década que la carrera pasó por la Argentina su impacto económico dejó un promedio no menor a los 100.000.000 de dólares por año, según datos provistos en su momento por el Instituto Nacional de Promoción del Turismo (Inprotur).
La competencia es tan fuerte que amerita la participación de forma oficial de las terminales de autos, motos, camiones y cuatriciclos. Incluso ASO se auto fiscaliza pues no intervienen la Federación Internacional del Automóvil (FIA) ni la Federación Internacional del Motociclismo (FIM). Sin embargo, ambas entidades rectoras del deporte motor a nivel mundial tienen sus propios campeonatos ecuménicos de rally cross country donde suelen correr varios equipos y pilotos que compiten en el Dakar.
Esta competencia sigue siendo la más dura mundo. Su obra inicial fue gracias a Thierry Sabine, quien con apenas 36 años perdió la vida queriendo rescatar a sus competidores. Hoy en pleno desierto de Mali, una placa y un árbol recuerdan el sitio donde están sus cenizas. Él siempre confesó que si pudiera elegir el lugar donde morir sería en el desierto. Cumplió con su palabra. Y cada vez que se larga un Dakar está el espíritu del recordado francés, el hombre que creó la gran aventura del deporte motor y murió por ella.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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