
En Sáchicha, un pequeño pueblo a unos 40 minutos de Tunja (capital de Boyacá), no está mal visto tomar en el trabajo. De hecho, alfareros, maquinistas y agricultores suelen ir por los petacos que, antes de que inicie la jornada, ya compraron sus patrones.
Y es que, varios de ellos dicen no experimentar el ‘guayabo’, pero sí una intensa sed al iniciar labores, al terminarlas y al llegar el fin de semana.
Cuando están en forma, pueden llegar a tomarse 50 o 60 en un par de horas, pero, en días flojos, se conforman con unas 10: “todos los días nos da (sed). Eso es como el hambre, uno tiene que estar comiendo tres veces al día, acá nos tomamos unas 10 cervezas mientras se trabaja. Son dos en cada tanda, una tras la otra”, comentó un reconocido habitante al que todos llaman ‘Gacha’, en una entrevista para El Tiempo.
El camión de cerveza solo pasa dos veces por semana, los martes y los viernes, para surtir locales comerciales como Los Cachacos y Mercafamiliar, mejor conocida como la tienda de doña Estelita, en donde, en un fin de semana normal llegan a venderse hasta 1.800 botellas.
De ahí que, luego de instalar un monumento a la cebolla cabezona en la mitad de la plaza, los sachiquenses empezaran a hacer fuerza para que, a su derecha, se instale una de tamaño gigante con forma de cerveza.
Pero, como era de esperarse, no todo es color de rosa. En los últimos años, según la publicación citada, al menos cinco personas han perdido la vida en accidentes de tránsito y otras 18 han resultado con heridas considerables. Porque, una vez terminan de tomar, tras varias horas de vaciar petacos y botellas, los hombres suelen devolverse a su casa en motocicleta.
Y, si al otro día se levantan con resaca, no descansan. Se toman una cerveza ‘en bombas’ o un aguardiente doble para “curarla” y así poder ir a trabajar y, de esta manera, seguir bebiendo.
Sin embargo, no hay bolsillo ni matrimonio que aguante. Desde la alcaldía y la parroquia insisten, cada vez que tienen la oportunidad, en que debe tomarse con mesura, para mantener el hogar y en él la tranquilidad. Aunque, en algunas casas, son las mujeres las que toman más que sus esposos. Por lo que el párroco ha optado por predicar “la cerveza destruye la familia y la economía”.
Lo anterior, sin estar muy alejado de la realidad. Son frecuentes las discusiones familiares y, lo peor aún, es que también lo son las veces en las que llegan a escalarse y terminan en golpes u otro tipo de agresiones.
En 2016, por ejemplo, llegaron a registrarse 62 casos de violencia intrafamiliar; lo que no es mucho en un pueblo con siete calles y siete carreras; en el que apenas llegan a contarse unos 3.500 habitantes.
Sin embargo, la cerveza, aunque parezca difícil de creer, también une a la comunidad. Y cómo no si en Sáchicha lo usual es que cada habitante llegue a tomarse hasta 190 litros de cerveza por año –unas 580 botellas–, superando, incluso, la cantidad que suelen beber en la República Checa; “el país que toma más cerveza en el mundo”.
“Es tanto lo que nos gusta tomar en Sáchicha, que en el último paro de camioneros los que bloquearon al pueblo solo dejaron pasar al camión de la cerveza” y a cambio le pidieron pagar “el peaje” con 80 canastas. Todas se acabaron ese fin de semana, relata Lucho, en entrevista para El Tiempo, otro sachiquenses que, como pocas cosas en la vida, dice amar la cerveza.
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