Reimaginando sanciones

Millones de personas sobreviven a la catástrofe humanitaria causada por el dictador Nicolás Maduro en Venezuela
Millones de personas sobreviven a la catástrofe humanitaria causada por el dictador Nicolás Maduro en Venezuela (Gaby Oraa/)

No deja de sorprenderme, y de doler, cómo las grandes potencias juegan con la vida de millones de venezolanos que apenas sobreviven la catástrofe humanitaria en la que el mafioso Nicolás Maduro y su corte criminal convirtieron el otrora país más rico del continente. El papel que juega Colombia, y su presidente Gustavo Petro, nefasto por cierto, para mantener el terrible status quo de ese país, perjudicando la economía y la seguridad de Colombia, ya no causa ninguna sorpresa.

Estados Unidos, poco a poco, le entrega las llaves de la normalidad económica y política a un criminal de guerra investigado por la Corte Penal Internacional. Los pasos que ha dado para normalizar las relaciones solo afianzan al dictador en su silla, a la vez que crean falsas expectativas en la oposición de que se va a dar una normalidad democrática y que de verdad tienen posibilidades electorales en el 2024 de si quiera competir por el poder.

La política exterior del actual presidente Joe Biden parece tener una característica común: ceder ante los enemigos, como Irán, Cuba y Venezuela, a la espera de que ellos cambien su comportamiento. Con Irán, a pesar de todo lo que allí sucede (la aceleración del desarrollo de armamento atómico, la represión masiva, el apoyo a Rusia en la invasión a Ucrania y su guerra de baja intensidad en todo el Medio Oriente), esta administración americana sigue insistiendo en el acuerdo nuclear, y con ello, el desmonte de sanciones.

Con Cuba, a pesar de la represión masiva, el apoyo militar y de inteligencia a los regímenes autocráticos, el respaldo a Rusia y de ser el chico malo de la región, que por donde pasa genera desestabilización, Estados Unidos quiere normalizar relaciones. Poco a poco desmonta las barreras que hay, facilita los viajes y las remesas (lo que financia al régimen) y espera volver a esa fallida normalización que se dio cuando era vicepresidente.

Y con Venezuela parece seguir el misma camino: relaja las sanciones a la exportación petrolera (lo de Chevron es una vergüenza monumental) libera a los parientes del dictador y a sus amigos de sanciones, a cambio de una liberación y una expectativa de cambio político que supuestamente se va a dar en una negociación.

Igual que le sucede al presidente de Colombia Gustavo Petro con el ELN, la administración Biden parece no enterarse de lo que sucede en Venezuela y de cuáles son las verdaderas intenciones del dictador y sus patrones intelectuales (Cuba y Rusia). Irán, Cuba y ahora Venezuela ya le midieron el aceite a Estados Unidos. Saben que con cambios cosméticos que le den un pequeño logro político a la administración de turno logran consolidar su poder autoritario, conseguir oxígeno político y, quizás, si están de buenas, como sucedió con Cuba e Irán en el gobierno de Obama, se ganan el premio mayor de la relajación total de las sanciones.

Por eso no me sorprendió un artículo de Maiborn Petit, una periodista venezolana radicada en New York, en el cual habla de la reimaginación de la sanciones, al anexar la agenda de un seminario en República Dominicana donde toda esa izquierda se reúne bajo el auspicio del Open Society (que no sé que hace ahí, fuera de confirmar todas las sospechas que hay sobre la organización) para buscarle una salida al lío venezolano.

FOTO DE ARCHIVO: Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y jefe del equipo negociador de Nicolás Maduro, junto a Nicolás Maduro Guerra, hijo del presidente de Venezuela, y miembros del gobierno de Venezuela, habla con los medios de comunicación, en Ciudad de México, México 26 de noviembre de 2022. REUTERS/Henry Romero/
FOTO DE ARCHIVO: Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y jefe del equipo negociador de Nicolás Maduro, junto a Nicolás Maduro Guerra, hijo del presidente de Venezuela, y miembros del gobierno de Venezuela, habla con los medios de comunicación, en Ciudad de México, México 26 de noviembre de 2022. REUTERS/Henry Romero/ (HENRY ROMERO/)

Ya Maduro y su corte se dieron cuenta de que las administraciones demócratas en Estados Unidos, en materia de política exterior, lo entregan todo, o casi todo, a cambio de nada o de muy poco. Los demócratas de la región, que luchamos contra el populismo, contra la disrupción democrática de agentes externos, quedamos absortos al ver como el ícono de apoyo a la libertad, la entrega sin tapujos a dictadores y mafiosos como Diaz-Canel, Ortega y Maduro.

Por eso, el término de reimaginar sanciones cae como anillo al dedo. No me cabe la menor duda de que en Santo Domingo se va a buscar el acomodo del capital voraz que necesita petróleo, con la vergonzante empresa Chevron a la cabeza, con esa izquierda del foro de Puebla para lograr la normalización de la situación de Venezuela a costa de esos millones que hoy viven en una situación terrible de pobreza y desabastecimiento.

Maduro y su corte criminal no van a soltar el poder. Ni los cubanos ni los rusos, que son quienes hoy tienen la sartén por el mango, pues manejan la inteligencia y gran parte de la seguridad estratégica de ese país, van a permitirlo. ¿Alguien puede creer que después de la debacle de Ucrania, Rusia va a soltar una Cuba con esteroides en el patio trasero de Estados Unidos? ¿O que Cuba va a soltar su único aliado rico, por lo menos potencialmente, en el mundo? Rusia va a necesitar a Venezuela para continuar desestabilizando el continente y así crearle todo tipo de problemas a Estados Unidos, y Cuba necesitará del petróleo venezolano, cuando se recupere esa industria en 5 o 10 años.

Colombia va a continuar sufriendo las consecuencias. No solo por la migración masiva de venezolanos, que cuando se confirme que las elecciones del 2024 son un fraude se va a masificar de nuevo, sino por los narcos y las guerrillas que tienen su mundo perfecto en Venezuela. Allí están protegidos, hacen negocios y desde allí desestabilizan a Colombia.

Quienes creemos en la democracia liberal, quienes creemos que las libertades, la individual, la de expresión y la económica, son el único camino a la prosperidad, estamos huérfanos y a la defensiva. Es un mal momento para la libertad en la región. Triste decirlo en pleno siglo XXI.


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