Reclamos en el fútbol, espejo roto en la escuela

Si miles de personas hubiéramos salido a través de Twitter a pedir la mejora del sistema educativo, seguramente el gobierno hubiera hecho alguna réplica al reclamo (Getty)
Si miles de personas hubiéramos salido a través de Twitter a pedir la mejora del sistema educativo, seguramente el gobierno hubiera hecho alguna réplica al reclamo (Getty)

“Hay algo que ha surgido de ustedes que asombra, que trastorna, que reniega de todo lo que ha hecho de nuestra sociedad lo que ella es. Se trata de lo que yo llamaría la expansión del campo de lo posible. No renuncien a eso”, Jean P. Sartre.

En estos días, la venta del jugador de fútbol de Rosario Central Facundo Buonanotte al club Brighton de Inglaterra ocupó los medios televisivos, radiales y las redes sociales rosarinas, dejando al descubierto qué es lo que le interesa a la gente común. Miles de ciudadanos pidieron que no vendan al jugador. El vicepresidente del club dio a conocer la decisión de no hacerlo porque escucharon a los hinchas.

Semanas atrás, leímos impávidamente el recorte del gobierno nacional de 50.000 millones de pesos a programas de infraestructura en el área de educación y solo unos pocos apenas hicimos mención del tema en las redes. Quizás, si miles de personas hubiéramos salido a través de Twitter a pedir la mejora del sistema educativo, seguramente el gobierno hubiera hecho alguna réplica al reclamo; si al menos un 1% de los ciudadanos hubiéramos exigido más y mejor educación, más y mejor infraestructura, materiales didácticos y capacitación docente, probablemente hubiera habido alguna respuesta -o al menos es lo que hubiese esperado-.

Esto da cuenta de la subestimación de la escuela, del menosprecio acerca de la importancia que tiene la educación en la vida de alguien, de las posibilidades que otorga, del rol de esta institución en la sociedad, de lo que allí se enseña y se aprende y de lo que allí se vive.

No caben dudas de que la institución escolar contribuye a una educación más igualitaria y que aporta a la movilidad social; sin embargo, parecería no ser relevante hoy.

“Como presidente del club, he tomado la decisión de no llevar adelante la transferencia de Buonanotte”, fue la frase con la que Carloni inició su alocución. Y agregó: “Tomé esa decisión porque escuché al socio y al hincha, porque yo también soy socio e hincha”, reza la noticia del diario La Capital, de la ciudad, del 31 agosto, acerca de las palabras del presidente en ejercicio del club mencionado.

Qué bueno sería escuchar a las autoridades gubernamentales decir que tomaron decisiones en favor de mejorar la escuela y que las noticias reflejaran nuevas y efectivas medidas que respondan al interés ciudadano en mejorar en el sistema educativo.

La escuela, como el fútbol, empieza cada día, como cada partido, desde cero; cada jornada es una nueva oportunidad. Y si bien las jugadas son programadas y pensadas de antemano, lo que sucede en el aula o en la cancha es la sorpresa de lo cotidiano, pero basado en las fortalezas y las limitaciones de quienes patean la pelota.

El día que la educación genere la masividad y la pasión que provoca el fútbol, ese día ganaremos el partido.

Ojalá que dejemos de silbar a nuestro propio equipo –la escuela– para aportar al cambio, para valorar lo que allí ocurre, para apoyar a los docentes que intentan promover experiencias distintas a las que se viven en casa. No renunciemos a eso.

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