El año pasado Raúl Perrone cumplió 70, un número cercano a la cantidad de películas que realizó en poco más de tres décadas. Todas con muy bajo presupuesto y la mayoría de ellas sin salir de su Ituzaingó natal. Un recuento aproximado se glosa al final de Mi mundo privado, el libro que está presentando este jueves en el Bafici, mientras prepara dos o tres películas más y continúa pendiente una retrospectiva local que le haga justicia a una obra tan profusa como austera, pero sobre todo atípica.
En su propia Idaho (aunque aclara que no tuvo en cuenta la película de Gus Van Sant al elegir el título del libro), el director bonaerense filmó en los noventa Labios de churrasco, Graciadió y 5 pal’ peso –trilogía emblemática del cine independiente– y también supo transfigurar su universo cotidiano en un bosque tropical (Favula) o en un decadente salón francés del siglo XVIII (S4D3). “Yo nunca encontré límites a la hora de filmar, no pensé en si tenía la mejor cámara, no pensé en si mi película entraba o no a un festival, pero ahora piensan eso y son limitadísimos. Y lo peor es que esas pretensiones vienen de gente que sale de las universidades y escuelas de cine”, dice un Perro auténtico en la entrevista que le hizo Silvina Pachelo para este libro.
Además de manifestar su mirada del cine y su singular método para hacer películas, Mi mundo privado reúne imágenes de filmaciones, algunos manuscritos y textos críticos de Roger Koza, Oscar Cuervo, Gabriel Orqueda, Hernán Sassi y Luis Franc, con el foco puesto en su filmografía reciente –la más radical–. Desde su estudio hogareño, Perrone habló con Infobae Cultura antes de la presentación de esta obra.
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–El título del libro sugiere algo de tu autoría, sin embargo está compuesto por una entrevista y algunos textos sobre tu obra. ¿Me podrías explicar esta paradoja?
–Bueno, hay también muchas fotos detrás de rodaje y, sobre todo, hay muchos pensamientos míos. Es un libro muy gráfico que además incluye algunos escritos a mano, con los números que uso y demás, y eso es algo que tiene que ver con mi privacidad más que nada. En realidad todo surgió de la idea de una nota que me habían hecho para un diario, en la que mostraba el pequeño estudio y el microcine que tengo en mi casa. Esas dos habitaciones son mi mundo privado, acá es donde genero y hago todo, entonces hay como una mitología de laburo también. Me encierro hasta las tres o cuatro de la mañana a editar y no entra nadie.
–Supongo que también tiene que ver con hacer un cine cada vez más personal, como me habías dicho en otra entrevista.
–El cine para mí ya es otra cosa, no lo que cree el común de la gente. Mis películas inclusive ya son como otra cosa. En retrospectiva te vas a dar cuenta de que son mías porque hay una manera de contar, pero me refiero a que puedo hacer una película como Sean eternxs y también puedo hacer una película sobre Marilyn Monroe en Ituzaingó en los años 30 que es lo que estoy haciendo ahora. Cada vez me importa menos contar historias y me interesa más jugar con el lenguaje, con la voz o con cambiar los personajes. Son cosas que evidentemente no sé si van a ser aceptadas, pero cada vez pienso menos en el público a la hora de filmar. Hago lo que realmente siento que tengo que hacer.
–Algunos de los textos del libro coinciden en señalar una inflexión en tu obra a partir de los últimos diez años. ¿Sentís también ese giro, o bien una mayor libertad ligada a la experiencia, como sugiere en el libro Roger Koza?
–Por lo general decido hacer silencio ante ciertas afirmaciones de los críticos, porque ellos tienen su manera de ver las cosas y creen que son así. Ha pasado con otros directores prolíficos, que cada tanto alguien dice “se reinventó”. ¿Qué es reinventarse? Calculá que tengo más de 60 películas. Yo sigo haciendo cosas y creo que esa libertad la tuve siempre. En los 90 filmé películas que nadie hacía. Por supuesto que los críticos necesitan justificar de alguna manera ciertas cosas, no estoy en contra de eso y mucho menos de Roger o el resto de los que escriben en el libro, que son tipos que admiro, respeto y quiero. Pero lo que siempre hice es tratar de contar las cosas que en su momento tengo ganas de contar. Jamás especulo.
–Los pibes que filmás ahora ya no son los que filmabas en los 90, entre otras cosas porque el deterioro de la pobreza se ha ido profundizando. Te quería preguntar si esos avatares sociales te plantean nuevos acercamientos a la hora de filmar. En 4TRO V3INT3, por ejemplo, el escenario de la pandemia te llevó a resolver la película de otro modo.
–A 4TRO V3INT3 la festejo, aunque lamento no haber estado ahí junto con los pibes para poder desarrollar otro tipo de cosas. El tema de los pibes es algo que todavía me preocupa y me va a seguir preocupando. Hoy están en escena representados por nuevas corrientes como la música trap, pero en otro momento hubieran sido absolutamente marginados. En lo personal voy buscando nuevas formas que me permitan seguir teniendo ganas de filmar, ahí es donde empiezo a bucear y a encontrar cosas que no había experimentado. Espero no llegar nunca a la inteligencia artificial, por eso es bueno hacer las cosas rápido porque quizás dentro de poco desaparezca todo.
–Decías antes que te importaba cada vez menos el público…
–(interrumpe) No, no, no… el público me interesa mucho, solo que pienso en él una vez terminada la película. Si no tenemos público estamos al horno. De por sí ya es difícil conseguirlo, así que cuando una película mía va al Bafici me pongo muy nervioso, me siento en el piso atrás de todo y hasta que la gente no aplaude en el final no estoy tranquilo. Me parece que sin el público no haríamos nada, pero es un error tratar de filmar pensando en si a la gente le va a gustar o no tu película, porque eso te condiciona y te hace entrar en pánico.
–¿Cómo definirías tu relación con la crítica?
–Hubo épocas en las que fue más problemática y otras en las que anduve bien. Hay cuatro o cinco críticos que respeto y admiro, pero me parece que la crítica está en crisis hace rato. Antes en el Bafici había funciones de prensa que se llenaban a las 8 de la mañana y hoy te piden un Vimeo. Hay una inercia absoluta, ves tipos que directamente no escriben y publican gacetillas. Eso deberían debatirlo un poco más. Algunos lo único que hacen es comentar estrenos de series y las películas quedan en segundo plano, otros solo le dan bola a los festivales más importantes. Cada uno está haciendo su quintita, me parece. Por otra parte, me da la impresión de que todo es demasiado efímero y nadie lee nada. En estos días se compartió mucho en Instagram la presentación del libro y enseguida alguien preguntaba cuándo o dónde era. Está toda la información ahí y no leen, solo ponen corazoncitos.
–¿Sos de leer entrevistas o libros de cineastas, te formaste en algún momento con ese tipo de lecturas?
–Sí, sobre todo en los noventa. En aquel momento yo tenía mucho hambre de hacer cosas y no teníamos la posibilidad de ver toda clase de directores como ahora. Hoy hasta podés ver el making of de una película de 1920. Me acuerdo que iba a la calle Corrientes y compraba fotocopias de artículos sobre Wenders, Ozu o Jarmusch que me los devoraba. Últimamente lo que más hago es mirar la vida de directores como Murnau, leo mucho sobre el cine silente y cómo se filmaba en esa época. Me gusta ir a las raíces y asombrarme con un cine que ya no es posible. Hoy se hace todo digitalmente, se perdió lo artesanal.
–Tal vez un complemento necesario para este libro sería una retrospectiva tuya en alguna sala, como ya ha ocurrido en otros países. ¿Te gustaría que esto pase?
–Sí, es algo que vengo pensando desde hace tiempo y la verdad me dan ganas, sobre todo después de la retrospectiva que hubo en Nantes en diciembre pasado. Yo sabés que no viajo, pero Roger me mandaba los videos de las filas que había para las funciones. Ahora va a haber otra en México y muchos me preguntan ¿cuándo acá? También es necesario una curaduría porque son bastantes películas y a mí me gustaría hacerlo con alguna puesta gráfica, montarla con fotogramas y con mis escritos. Estamos viendo con dónde hacerlo y para cuándo. Supongo que en algún momento va a decantar, pero con la vorágine de hacer películas y presentarlas lo vamos postergando un poco.
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