¿En qué piensa alguien en el siglo XXI antes de diseñar una escarapela? ¿Cómo hace para poner en una imagen no sólo lo que vieron quienes la usaron hace dos siglos sino, también, la carga de la Historia, el paso del tiempo? ¿Cómo lograr que quien la mira -muchas veces, en una pantalla- vibre con su significado? Algo de todo eso explica el argentino Hernán Berdichevsky -que hizo la escarapela para el Bicentenario argentino- en el libro Diseño gráfico argentino 2000-2020, de Fabián Muggeri. Esto dice:
“Encontramos en la escarapela argentina, un símbolo propicio que condensaba también un ritual escolar, el de colocársela cerca del corazón repitiendo una acción colectiva de dos siglos iniciada por los héroes de la Independencia. A la escarapela celeste y blanca se le integró el sol, presencia cálida que ilumina un país de fronteras interminables. Las veinte décadas de Historia fueron simbolizadas con las veinte ondas que dibujan la marca dándole a ésta velocidad y contemporaneidad. Si en 2010 la marca simulaba efectos de transparencia, en 2016 evoca principios del arte óptico, connotando en esa técnica minuciosa un sol en el centro. La nueva escarapela reemplaza los pétalos por veinte filigranas concéntricas que decrecen en color, en un efecto óptico hacia el interior de la figura que representan cada década desde 1816″.
Berdichevsky cuenta que buscó fomentar en todos los argentinos el sentido de comunidad y pertenencia. ¿Todo eso con un diseño? Sí. De qué cosas se tienen en cuenta y cómo se deciden esas imágenes que vemos por todos lados es que se trata el libro de Muggeri.
Con un diseño singular y una exhaustiva investigación que no deja resquicio por analizar, Diseño gráfico argentino 2000-2020 recorre los diferentes desafíos que implicaron diseños claves de las últimas dos décadas en nuestro país. Y lo hace en la voz de sus protagonistas, quienes cuentan qué aspectos buscaron evidenciar y qué estrategias idearon para llegar a buen puerto. “Los diseñadores no son personajes dominados por la pulsión de diseñar. Son personas que se han formado para ser capaces de producir ciertas respuestas ante determinadas situaciones. Son capaces de producir resultados inesperados, originales y hasta –esporádicamente– innovadores”, señala Carlos Venancio en uno de los textos que integran el libro.
Desde luego, abordar el diseño y sus cambios a través del tiempo implica analizar variables socioeconómicas, culturales y tecnológicas (que se aceleraron a ritmo vertiginoso en los últimos años). Es necesario tener en cuenta, como señala Venancio, que el diseño se ha redefinido y expandido demostrando que no es una actividad instrumental sino reflexiva.
En primera persona, grandes diseñadores cuentan cuál fue el desafió que se les presentó y cómo llegaron a una solución exitosa. Los casos emblemáticos de diseñadores y estudios de diseño se suceden. Hay ejemplos icónicos de identidad editorial, diseños de etiquetas y envases de vinos, de portadas de libros, suplementos de diarios, revistas dominicales, catálogos, afiches, diseños para espacios culturales y grandes museos, y para fotolibros que son joyas.
La selección de Muggeri brinda un amplio panorama de estos últimos 20 años del diseño en nuestro país. Muggeri es diseñador gráfico (FADU-UBA). Dirigió durante ocho años el área de diseño del Malba, estuvo a cargo del equipo de diseño del Centro Cultural Kirchner en 2015. Hizo clínica de su obra fotográfica con Alejandro Kuropatwa, Marcos López, Fabiana Barreda y Guillermo Ueno. Expuso sus fotografías en muestras individuales y colectivas.
“La selección que he hecho responde a algo muy personal y, a su vez, profesional: la mayoría de los diseñadores convocados son referencia y guía del diseño argentino y algunos de sus trabajos son clave en estos últimos 20 años. Por eso, me parece central lo que cada uno cuenta: particularidades de cada caso, las situaciones que hacen al acto creativo, las relaciones en un periodo amplio con un mismo cliente, las mutaciones de ese vínculo, entre otros aspectos relevantes”, escribe Muggeri.
El trabajo en equipo es clave para Alejandro Ros, quien dirigió el arte de tapa de los discos de Juana Molina. Ella es elocuente con los resultados: “Cada trabajo que hace es como una sublimación del que se lo pide. Nosotros nunca sabemos qué vamos a hacer. Nos encontramos, escuchamos el disco o algunas canciones y él empieza a inspirarse. No le gusta ni le interesa que algo sea lindo. Lo lindo no va muy lejos. Tiene que tener una razón, tiene que haber una idea. El artista inseguro le da inseguridad, el maduro, madurez, el serio, seriedad. Así, se va mimetizando con el que tiene que trabajar con una visión de las cosas simple y completa. Tiene el don de representar al otro gráficamente: lee su mente, siente su esencia, filtra todo pasándolo por él mismo, y florece una idea que es igual a uno, que refleja lo que uno quiso decir y no supo cómo”.
También el recuerdo del impacto de sus diseños permanece intacto en la memoria de Santi Pozzi. Cuando el centro de arte de estudiantes de Facultad de Arquitectura lo invitó a estampar pósters cuando se realizó la marcha nacional educativa en defensa de la universidad pública, cientos de personas se acercaron a Plaza Houssay para hacer su propia serigrafía, que con el tiempo conservaron como pieza artística preciada.
Cooperativa de diseño desarrolló una campaña de activismo durante 2020 en el marco de un programa de incubación del Ministerio de Desarrollo Social, que trabajó junto a 16 empresas recuperadas en un proyecto de asistencia en gestión y comercialización enfocado en diseño estratégico, abordando distintas necesidades de comunicación, como cuestiones de género y lucha contra la trata.
Laura Escobar, que diseña sobre arte, desarrolló el concepto y la creación de identidad del diseño de tipografía de la galería Barro y de los pósters coleccionables de las muestras del espacio. Trabaja codo a codo con los artistas en los motivos de los pósters. “Pero Escobar se impone una dificultad adicional. La de no usar imágenes de las piezas expuestas. Se obliga a sí misma a inventar junto con el artista el motivo del póster. Y ya sabemos lo difícil que es eso: los artistas son seres delicados pero infernales cuando se trata de sus producciones. Uno se pregunta para qué se mete Laura en semejantes camisas de once varas. Y solo hay una respuesta muy artística: ¡porque se le da la gana!”, escribe en el libro Roberto Jacoby, sociólogo, artista conceptual, letrista de grandes hits de Virus y agitador cultural porteño.
Martín Gorricho cuenta cómo fue el proceso de diseño de los disruptivos afiches para el Teatro Cervantes, que coparon las calles de la ciudad de Buenos Aires junto a las publicidades tradicionales de shampoo con familias felices. El suyo es un caso especialmente interesante. Desde el diseño, buscaron generar un momento teatral y performático en el espacio público. “Es, probablemente, un tipo de apuesta que solo se puede permitir un espacio público. Se apostó por desafiar a la audiencia con carteles muchas veces desconcertantes, inquietantes, eventualmente divertidos o incluso perturbadores, que daban siempre lugar a la interpretación o a la pregunta”, señala Gorricho.
Una premisa guía muchos diseños y los vuelve inolvidables. Marius Estudio, a cargo del desarrollo integral de la imagen y toda la comunicación gráfica de arteba lo sintetiza de este modo: “Acompañar la expresividad de la obra de arte, sin competir con ella. Los artistas, curadores y gestores culturales tienen, mayormente, un sentido estético que hay que usar como guía sin traicionar el propio y sin olvidar lo fundamental: comunicar”.
Es importante recordar, como sostenía Alvar Aalto: “No hagan nada rebuscado, no hagan nada innecesario. Todo lo que es superfluo se vuelve feo con el tiempo”. En este imperdible libro habitan las voces relevantes del diseño en nuestro país y los desafíos a los que le hicieron frente: material de consulta y análisis ineludible.
* “Diseño gráfico argentino” se consigue en Malba, Libreria Norte y Libreria CP67, en Buenos Aires. O a través del mail muchoslibrosfelices@gmail.com.
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