Ayer tuve una conversación apasionante con un precandidato a presidente por Alternativa Federal: Miguel Angel Pichetto. Es un dirigente distinto. Controvertido. Políticamente incorrecto. Anoche, después de ratificar,e que estaba seguro de que Macri podría ir preso una vez que termine su mandato, y que eso era consecuencia de la judicialización de la política, me dio otra respuesta que tuvo fuerte impacto en la audiencia. Contestó con un “No. No me parece tan grave” cuando le pregunté si no la parecía grave la pobreza extrema que había en el conurbano bonaerense.
Habíamos terminado de ver un crudo informe de seis minutos en el que se veía como en un barrio pobre de Merlo sus vecinos ni siquiera tenían la posibilidad de que llegara una garrafa para calentar la comida. Sin embargo, Pichetto no se conmovió. Metió al informe dentro del concepto del pobrismo. Definió al pobrismo, palabra más, palabra menos, como la exaltación del pobre, de la pobreza, y del negocio político que se hace de esa mirada.
Metió en la bolsa de los pobristas a la dirigencia social y cooperativa que basa su existencia en la entrega de planes sociales. “Ellos son parte del problema, no de la solución”, precisó. Los caracterizó como clasistas y conservadores, y los diferenció claramente del ideario peronista.
Pichetto explicó que Perón nunca representó a los marginales que viven de los planes sociales, sino a los trabajadores formales productivos y sindicalizados, uno de los engranajes de la economía capitalista.
El senador nacional también vaticinó que con la existencia de un conurbano de 17 millones de personas compuestos por inmigrantes, todos beneficiarios de planes sociales, por un lado, y 10 millones de argentinos que trabajan, producen y pagan impuestos, por el otro, la Argentina cada vez más ser más inviable.
También criticó al gobierno nacional, de la provincia y de la Ciudad por hacer kirchnerismo blando en materia de seguridad y de políticas migratorias. Pichetto dijo que las calles eran un caos y que la Argentina es demasiado generosa con los extranjeros que ingresan, trabajan en lo que quieren, delinquen, salen en libertad y vuelven a delinquir.
Los distraídos quizá puedan presentar a Pichetto como una especie de Jair Bolsonaro de Alternativa Federal. Pero la verdad es que se estarían equivocando. Porque al mismo tiempo que dice todo esto, el senador apoyó el proyecto de despenalización del aborto, el matrimonio igualitario y todas las leyes a favor de las políticas de género.
Pichetto también confunde a los propios con su defensa irrestricta de los fueros para Cristina Fernández. Aunque el senador considera que Cristina es el pasado y su manera de hacer política le hace mucho mal al país y al sistema democrático, está dispuesto a defender su idea de que no tiene porqué ser detenida antes de una condena firme.
A veces, parece, incluso, que no le importa nada. Un ejemplo: no le gusta lo que está haciendo el Papa con los curas villeros y lo dice. Otro: le parece una irresponsabilidad los últimos fallos mayoritarios de la Corte y se lo hizo saber a sus miembros. Un ejemplo más: le parece suicida que el gobierno apueste a la polarización y no establezca acuerdos básicos con el peronismo racional y se lo transmite en la cara al jefe de gabinete Marcos Peña.
Pichetto no parece tener muchos votos ni un discurso tan rutilante carismático y demagógico como la ex presidenta, pero la Argentina sería otra con una docena de dirigentes como él.
Está columna fue leída en el programa La Tarde, que conduce Luis Majul en la radio CNN.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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