En 2016 Susana Malcorra, por entonces Canciller argentina, anunciaba que nuestro país sería sede de la Cumbre del G20 en 2018. Primera vez que lo sería un país de Sudamérica, y segunda oportunidad en Latinoamérica (en 2012 fue México). Pasaron casi dos años y nos encontramos en la víspera una de las cumbres de países más importantes del mundo.
Este foro internacional para la cooperación económica, financiera y política comenzó en 1999 concentrando sólo a los ministros de finanzas y presidentes de bancos centrales, como un apéndice del G7 que buscaba tener una agenda más inclusiva y de mayor impacto global. En 2008, luego de la crisis financiera, se sumaron los Jefes de Estados Nacionales.
El G20 está conformado por 19 países y la Unión Europea como miembro pleno: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía. En conjunto, representan el 85% del producto bruto global, dos tercios de la población mundial y el 75% del comercio internacional. En la edición 2018, la Presidencia argentina invitó a Chile, Países Bajos y Jamaica como miembros observadores.
Pero ¿qué significa para nuestro país ser anfitrión de este encuentro? Significa un voto de confianza de la comunidad internacional para que Argentina organice un evento sin precedentes. El mismo presidente Mauricio Macri lo sostuvo a final del año pasado cuando dijo: “Le inspiramos confianza al mundo porque ven que estamos por el camino correcto”. Además, y por sobre todas las cosas, significa tener la posibilidad y capacidad de influenciar en una agenda de trabajo que tendrá impacto mundial.
Cada país anfitrión tiene la facultad de sumar temas y definir territorios de conversación para trabajar durante el año. Luego, estas intervenciones se traducen en recomendaciones mediante un documento final para que cada uno pueda desarrollar, en el mejor de los casos, políticas públicas acorde a sus necesidades. Argentina presentó el futuro del trabajo, la infraestructura para el desarrollo y un futuro alimentario sostenible como ejes de su legado.
Es importante resaltar el término “legado”, porque nuestro país forma parte de lo que se denomina la troika (trinomio de países que se va renovando y que garantizan la continuidad de la agenda del G20). Argentina debe velar por el cumplimiento de lo pactado en la última cumbre de Hamburgo, Alemania, y garantizar que lo acordado aquí tenga continuidad en Osaka, Japón, el año próximo.
La reunión de presidentes se realizará a fines de noviembre y será el corolario final de un año repleto de encuentros a través de lo que se denominan grupos de afinidad (Business 20, Woman 20, Think Tank 20, Labour 20, Science 20, Young 20 y Civil 20). Estos grupos representan a los diferentes actores de la sociedad civil y tienen como tarea desarrollar documentos no vinculantes que serán entregados a los presidentes para que puedan debatir a fin de año.
Cada uno de estos grupos de afinidad, además, tiene sus propios sub grupos de trabajo denominados Task Forces que están liderado por un Chair y Co-Chair, que le “reportan” a un Sherpa. El G20 también tiene uno, como máximo coordinador de la cumbre designado siempre por el país anfitrión. El Embajador Pedro Villagra Delgado, diplomático de carrera, ocupa esa posición este año y aseguró que el rol de Argentina deberá brindarle al G20 “…una visión desde Latam basada en el desarrollo y la inclusión”.
La decisión geopolítica de ser sede de este extraordinario encuentro nos debe obligar a asumir, a todos los argentinos, un lugar para estar a la altura de las circunstancias. Porque este no es sólo un evento del gobierno de turno, de Cambiemos o del presidente Mauricio Macri. Es un encuentro determinante para el futuro del desarrollo económico y productivo del mundo entero, y Argentina tendrá un lugar privilegiado que no debemos desaprovechar.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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