Vladimir V. Putin se desnudó políticamente este jueves ante una audiencia el foro de discusión política Valdái, celebrado a las afueras de Moscú. Aseguró que la guerra de Rusia es con las “élites occidentales”, no con el propio Occidente. Se metió en la grieta que atraviesa al mundo y se puso del lado de los que dicen venir a arrasar con la “vieja política”, “la casta”. Levantó el discurso populista de derecha cuyos vientos están soplando fuerte en todo el planeta para encontrar unos aliados que ya lo venían buscando a él desde hace rato. Sabe que lo escuchan muy atentamente los seguidores de Orban, Bolsonaro, Trump, Ortega, Maduro, Khamenei y una muy larga lista de personajes que, si bien se pueden “autopercibir” en otro espectro, terminan todos atrapados en la misma red con Putin.
Pero no sólo a ellos, también a los conservadores estadounidenses y hasta los británicos con los que dice tener afinidad. Comentaristas de la cadena FOX de Estados Unidos como Tucker Carlson, Candace Owens o Lara Logan vienen repitiendo desde hace tiempo sus falsedades como que “Occidente lo provocó” o que “estás denazificando Ucrania”. “En Estados Unidos”, dijo, “hay una parte muy fuerte del público que mantiene los valores tradicionales, y están con nosotros. Lo sabemos”. Los líderes republicanos trumpistas repiten que, si recuperan el control de la Cámara de Representantes y el Senado en las elecciones de medio término del 8 de noviembre, el presidente Biden ya no puede esperar un “cheque en blanco” en lo que respecta al envío de ayuda militar a Ucrania, a pesar del fuerte respaldo popular a dicha ayuda.
“La gente se pregunta si la extrema derecha de Estados Unidos está influyendo en Rusia o si Rusia está influyendo en la extrema derecha, pero la verdad es que se están influyendo mutuamente”, explicó Thomas Rid, profesor de la Universidad Johns Hopkins que estudia la guerra de información rusa. “Están impulsando las mismas narrativas”.
Incluso, se suman a esta lista de buenos y malos que hace Putin, los nacionalistas autopercibidos de izquierda que lo apoyan en esta invasión simplemente porque del otro lado están “los yankies”. Muy antiguo como concepto, pero todavía levantado como apotegma por los populismos de todo el mundo. Y ahí se encuentra también con los que no están dispuestos a seguir financiando las armas que se le envían a Ucrania ni a pasar un invierno sin calefacción por las sanciones contra el gas ruso. Son los que dicen: “hay que negociar a cualquier costo” y creen que si Ucrania le da una parte de su territorio a Rusia ya todo estaría resuelto.
Muchos de los conceptos del líder ruso eran conocidos, pero adquirieron una resonancia especial dadas las próximas elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos y el creciente descontento en Europa por los costes de la guerra. Es en este contexto que lanzó: “Hay al menos dos Occidentes”. Uno, dijo, es un Occidente de “valores tradicionales, principalmente cristianos” con el que los rusos se sienten afines. Pero, dijo, “hay otro Occidente: agresivo, cosmopolita, neocolonial, que actúa como arma de la élite neoliberal” y que intenta imponer sus valores “bastante extraños” a todos los demás. Un mundo dividido, sesgado por marcadas áreas de influencia, y que vive un conflicto entre “los valores tradicionales y los valores neoliberales”; él se atribuye defender los primeros, mientras asigna los países que cree enemigos a los neoliberales.
“Hay dos caminos para la humanidad: o acumula los problemas o trata de encontrar soluciones que funcionen, aunque no sean las ideales”, deslizó. Y agregó que “Rusia, al ser una civilización independiente y única, nunca se ha considerado ―y no se considera― enemiga de Occidente”. Sin embargo, insistió en la necesidad de defender el “mundo ruso” ante la influencia de la cultura occidental. Y acusó a Occidente de practicar un juego “peligroso, sangriento y sucio” con respecto a la guerra en Ucrania. Y predijo que la humanidad iba a enfrentar la peor década de los últimos 70 años. “El mundo se encuentra en un punto de inflexión histórico, le espera el decenio más peligroso e impredecible desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial”.
Luego se dedicó a uno de sus deportes favoritos, denigrar a las minorías sexuales haciendo referencias varias a “docenas de géneros” y “desfiles gay”. Y lo hizo apenas unas horas después de que la Duma, el parlamento ruso, aprobara una ley que prohíbe cualquier declaración de apoyo a gays, lesbianas u otros miembros del colectivo LGTBIQ. Ante menores o ante cualquiera. Se vetan además obras culturales que muestren “preferencias sexuales no tradicionales”. Se endurecen también las penas por pedofilia, que Rusia relaciona de esta manera con la comunidad LGTBIQ. El promotor de la ley no lo podía haber explicado mejor: “La operación militar especial (el eufemismo por el que se nombra en Rusia la invasión a Ucrania) tiene lugar no solo en los campos de batalla, sino también en la mente de las personas, en sus almas”.
Putin también repitió su denuncia de que Ucrania está preparando la detonación de una “bomba sucia” para esparcir material radiactivo en su territorio y luego culpar a Moscú. En el “Occidente malo” para Putin se cree que se trata de la tradicional estrategia del espejo invertido. Es, en realidad, el ejército ruso el que está preparando esa operación. “Esto es un truco, no debería hacer que nadie se relaje”, dijo Tatiana Stanovaya, la analista política rusa del Carnegie Endowment, en su cuenta de Twitter. “Su objetivo es mostrar que la escalada es producto de las políticas occidentales”.
El propio Putin dijo que confiaba en que, con el tiempo, Occidente se vería obligado a entablar conversaciones con Rusia y otras potencias mundiales sobre un futuro orden mundial. “Siempre he creído y creo en el poder del sentido común”, dijo el líder del Kremlin. “Por eso estoy convencido de que, tarde o temprano, los nuevos centros del orden mundial multipolar y Occidente tendrán que iniciar una conversación de igual a igual”.
La destacada politóloga Stanovaya cree que Putin está tratando de aprovechar el sentimiento antisistema que sacude al mundo para erigirse como su líder global. “Ahora tiene la sensación de que está construyendo una coalición antioccidental a escala mundial”, escribió. “No cree que esté acorralado. Cree que es testigo del nacimiento de un nuevo mundo”.
En el terreno bélico, en Ucrania, las cosas siguen bastante borrosas para los deseos de Putin. La ciudad clave de Kherson ya fue evacuada de civiles. Unas 120.000 personas que aún permanecían allí fueron trasladadas al otro lado del río Dnipro, en territorio ruso. Desde el Kremlin aseguran que se reforzaron las defensas de la ciudad con un contingente de 1.000 soldados recién incorporados. El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) informó que las fuerzas ucranianas siguen avanzando en cuatro frentes para encerrar a los rusos y obligarlos a replegarse hacia dentro de sus fronteras. Aseguran que antes de fin de año, Ucrania habría retomado el control de Kherson y cortado la línea de suministro rusa que viene desde la península de Crimea.
Es por eso que Putin ahora volvió a reactivar el frente de Bielorrusia. Por ese supuesto país independiente invadieron las tropas rusas en febrero hasta que unas pocas semanas más tarde tuvieron que retirarse. Ahora están concentrando allí la fuerza de drones kamikazes de fabricación iraní con los que ataca la infraestructura eléctrica ucraniana con el objetivo de dejar a la población civil sin calefacción en el invierno. Desde Kyiv ya advirtieron que si estos vuelos letales continúan, van a responder atacando a Bielorrusia con los sistemas de misiles de largo alcance que le entregó Estados Unidos.
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