¿Prudencia, miedo, otro proyecto político? Por qué no se declaró la Independencia el 25 de Mayo de 1810

Cablido 25 de mayo de 1810
Una representación del Cabildo aquel 25 de Mayo de 1810.

El 25 de Mayo invita a preguntarnos otra vez por la Revolución, sus ideales de libertad, de comercio libre y las profundas decisiones de país que se jugaron aquel lluvioso día de 1810. “El pueblo quiere saber de qué se trata” es la frase insignia (¿sería un hashtag en nuestros días?) que empezó toda esta historia de revueltas, luchas de caudillos, salones de tertulias, ideas agitadas que culminan y dan comienzo a otro ciclo en el Congreso de Tucumán de 1816.

En estos días, ante inminentes reuniones del pueblo en la plaza, y con ideales de libertad, de independencia y de revolución renovados, el ejercicio de la democracia exige reflexión y mirada histórica. ¿Por qué hablamos de Revolución en mayo de 1810 y de Independencia recién seis años más tarde, en 1816? ¿Qué limitaciones tuvo el 25 de mayo que no permitió cuajar la Independencia? ¿Qué tensiones o diferencias políticas y de proyecto se jugaron en cada momento? ¿Cómo volver a mirar ese arco histórico que va desde mayo 1810 a julio 1816?

Quizá la proyección posterior, es decir, la mirada desde el presente (con el diario del lunes…) permita cuestionar y entender algunas decisiones o imposibilidades del “momento Mayo”. El valioso ejercicio de la pregunta invita a habitar las ideas y discusiones de 1810, para considerar la Historia no como un suceder caprichoso de eventos inesperados, sino como la concreción o el ensayo y proyección de acciones políticas en pos de un proyecto de país determinado.

Porque #elpuebloquieresaberdequésetrata, historiadores y politólogos analizan las perspectivas de Mayo de 1810 en estos días de mayo 2023 (tan agitados).

¿Revolución o independencia? ¿Qué pasó políticamente en esos días de 1810?

“A la Revolución de Mayo hay que ponerla en relación con España – señala Florencia Canale, autora de diez novelas históricas, muchas de ellas ambientadas en la época de la Revolución y años posteriores. “Para mayo de 1810, Napoleón se había adueñado prácticamente de Europa, el rey de España había caído, ya no había rey. Y en Buenos Aires, los criollos empiezan a hacerse una pregunta fundamental: si no había rey, ¿porque había un virrey? Un virrey en base ¿a qué rey? Entonces se arma esta suerte de asamblea, cabildo abierto, con los principales vecinos para discutir este asunto de como querían seguir los criollos y los españoles, los peninsulares, que eran los dueños del dinero, además del poder, y los criollos quieren empezar a tallar dentro de la discusión político-económica de la región. Porque siempre la discusión además de ser por el poder, es sobre el dinero”.

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Florencia Canale investiga sobre Historia. (Nicolas Stulberg)

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Eduardo Sacheri, profesor de Historia y escritor (a punto de presentar flamante novela: Nosotros dos en la tormenta) , señala: “La Revolución de Mayo es un fenómeno que se produce en Buenos Aires, no en todo el virreinato, donde el derrumbe de la autoridad monárquica en España lleva a que se empiecen a tomar algunas decisiones en Buenos Aires vinculadas con el ejercicio del poder local. Ahora, ejercer ese poder a nivel local, para algunos significaba ejercerlo hasta que regresara el rey. Para otros, ejercerlo de modo de, sin salir del imperio español, gozar de un mayor nivel de autonomía, y para otros significaba hacer buenos tratos comerciales con los ingleses sin que el monopolio del comercio español se llevara la mejor tajada del asunto. Todas esas cosas entran a tallar en la Revolución de Mayo, y no estoy hablando de Independencia en ninguno de los casos. Porque la opción de la Independencia va madurando lenta, trabajosa, confusamente en los años siguientes a 1810″, apunta Sacheri.

Lenta, trabajosa y confusamente, la maduración política de los hombres y mujeres, y de sus ideales, se va desplegando en aquellos días (¿cómo ocurre también en nuestro presente?). Lenta, trabajosa y confusamente, un arco de luchas y tensiones.

“Habría que recordar que en 1810 la Revolución estalla tan sólo en algunas ciudades, en Buenos Aires por lo que particularmente nos interesa, así como también en Santiago de Chile y en Caracas, entre las principales. Son focos distantes entre sí y que necesitan propagarse, ganar la adhesión de otras ciudades y territorios, de una población, que no siempre se plegó fácilmente a las movidas políticas”, dice Javier Trímboli, historiador de la UBA, investigador y autor de Espía vuestro cuello, que a la vez destaca: “Nuestro ejemplo más conocido, por la resistencia que presentó, es el de Córdoba. Por otra parte, Europa crujía en esa hora, con un Imperio Español en bancarrota, que nadie imaginaba iba a desembarazarse de la ocupación francesa. Y con política de alianzas entrecruzadas. Era políticamente lógico que se pasara por alto, por así decirlo, la declaración de la Independencia”.

Javier Trímboli

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Si la Primera Junta no vislumbra en su horizonte la idea de Independencia –la palabra, el concepto no está instalado entre sus posibilidades- no descarta sin embargo en sus acciones ciertas contradicciones, discusiones, (¿internas las llamaríamos hoy?), que pusieron en peligro, y terminaron quebrando, esa primera experiencia de gobierno local colegiado.

Internas en la Junta de Mayo ¿Es que siempre hubo internas?

“Lo de las internas es atávico –dice Florencia Canale y enumera: “Saavedra y Moreno, Belgrano y Saavedra, y en 1811, cuando llega a Buenos Aires, Bernardo de Monteagudo. Cada uno defendía alguna diferencia. Sin embargo, lo que todos querían era separarse, diferenciarse de los peninsulares, pero las internas existían absolutamente. Entre Saavedra y Moreno, sabemos cómo termina: con Moreno muerto en altamar”.

Hernán Brienza, politólogo y autor de La Argentina imaginada, una biografía del pensamiento nacional, entre otros libros, sostiene: “Por supuesto que el 25 de Mayo de 1810 hay un gran sector, que es el sector radicalizado (Belgrano, Moreno, incluso el propio Saavedra) que buscaba la emancipación. Ya lo dicen al comienzo del gobierno de la Junta, cuando hablan de la construcción de nación y de la “máscara” de Fernando VII. Ellos demuestran que tienen una intencionalidad de construir un estado diferente al de la corona española. De todos modos, hay un sector en debate que todavía no está pensando la idea de Independencia. Y la interna entre Saavedra y Moreno es una interna que está vinculada a los tiempos, que está vinculada a las formas, pero tanto Saavedra como Castelli, que era el verdadero jefe de los jacobinos como se les decía en aquel momento, estaban convencidos de la Revolución de Mayo y también de la construcción de un nuevo gobierno”.

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De modo que la Primera Junta de gobierno patrio tuvo que superar – o lidiar hasta el final – con las tensiones que hacían zigzagueante el camino hacia resoluciones posibles. Cada quien con su estilo, su carácter, sus modos de razonar y comunicarse, esa faceta más personal que nos invita a ver que los próceres de las figuritas o la estatua de plaza fueron también seres humanos.

Manuel Belgrano se supone moderado pero en aquella semana de mayo, cuando discutían en el Cabildo, Belgrano es quien, con muy poca paciencia, dice que si el virrey no se retira de una buena vez, lo va a tirar por la ventana”, comenta Florencia Canale: “¡Lo amenaza de muerte! Entonces, con este dato, la idea romántica de Belgrano se profundiza. Belgrano tenía su lado pasional, no era tan moderado, sino que era un hombre con carácter y un rigor brutal”.

Romántico y pasional, con amenazas al virrey y todo, Belgrano sostenía sin embargo una idea monárquica. Y no porque fuera un fanático de las coronas, sino porque vivía inscripto en un clima de época, en una estructura de sentimiento y de ideas determinados por ese momento particular.

Belgrano es uno de los que tienta a Carlota Joaquina, la hermana de Fernando séptimo, casada con el príncipe de Portugal en Río de Janeiro (donde estaba la corte lusitana) para que fuera una suerte de regenta. Es decir, para que resolviera esta situación de acefalía, porque estábamos acéfalos porque el rey había perdido contra Napoleón”, señala Canale.

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Javier Trímboli afina la mirada sobre la ideología del creador de la bandera: “En 1810 Belgrano era un demócrata y un republicano sin falla; hacia 1819, José María Paz cuenta esto en sus Memorias, en el momento de jurar la nueva constitución se manifiesta a favor de la monarquía. Es el giro que vivió Europa durante esa década lo que lo influye pero también son los sinsabores de la lucha revolucionaria, esa “ingobernabilidad” de las multitudes y de los mismos ejércitos, lo que lo lleva a tomar esas posturas”.

Por supuesto que la idea de democracia que se jugaba entonces no era la misma idea de Democracia que discutimos ahora. La historia agranda, matiza o enflaquece los conceptos, los carga de experiencia, de sentidos. En esta línea, Eduardo Sacheri aclara: “No me parece bueno que juzguemos las iniciativas políticas de los hombres de Mayo a partir de lo que va a terminar pasando después. Por eso, decir que Belgrano era demócrata o no tan demócrata es un poco anacrónico… Evidentemente eran tipos ilustrados los protagonistas de Mayo de 1810: Moreno, Belgrano y Castelli se imaginan cierta manera de representación en el gobierno, pero no es que pretendieran abrir esa representación a todos los habitantes. No tienen una idea de democracia tal como manejamos nosotros en donde todos los hombres y todas las mujeres somos libres e iguales y con derecho de representación, para nada”, apunta el autor de La pregunta de sus ojos.

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En este sentido, Trímboli suma: “Es cierto que las disensiones fueron moneda corriente entre los integrantes de la Junta de Gobierno de 1810 y, luego, entre el personal político que se puso al frente de la revolución. No obstante, al margen de cuán moderados o intensos fueran, por igual eran revolucionarios. Es decir, tenían plena conciencia de que habían roto con un orden en crisis, decrépito, y que iniciaban una nueva página en la historia. También que para ellos no había marcha atrás”.

Y después de la revolución, ¿qué?

Revolución y entonces, guerra. Revolución y guerra, el par que motoriza o imprime velocidad, sangre, fuego y muertes a la política, parece signar las luchas ideológicas del siglo XIX. (¿y de todos los tiempos?) Revolución y guerra es, de paso, el libro de otro historiador destacado, Tulio Halperín Donghi, que plantea, desde una matriz histórico – política el surgimiento de un nuevo centro de poder autónomo, en un área donde la noción misma de actividad política había permanecido ignorada.

En Revolución y guerra, Halperín Donghi sigue las vicisitudes de una elite política creada, destruida y vuelta a crear en esta aventura que va de 1810 a 1816. Porque, cortados los lazos de vasallaje con España, es necesario organizar políticamente el Ex virreinato del Rio de la Plata. Entonces comienzan las tensiones, las propuestas encontradas y contradictorias, la guerra.

Revolución y guerra de Tulio Halperín Donghi

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Eduardo Sacheri explica: “Con la Revolución se inicia la guerra, porque hay una serie de autoridades del virreinato que se niega a obedecer a las autoridades de Buenos Aires y deciden establecer autoridades autónomas, como Paraguay, o mantenerse fieles a las autoridades españolas, como Montevideo o el Alto Perú. La guerra, entonces, va cambiando muy rápidamente las perspectivas y va extremando las posiciones, como suele pasar en un proceso de guerra. Las posiciones moderadas van siendo fagocitadas por posiciones más extremas y es en ese contexto donde se empieza a abrir muy lentamente la idea de una Independencia”.

Pero en la arena de las ideas, ¿Había otras propuestas o proyectos en disputa antes que cristalizara la declaración de la Independencia formal?

“Desde que empieza a sesionar la Asamblea del año XIII la cuestión de la Independencia está en el tapete, a la orden del día –describe Trímboli -. Y al año siguiente, 1814, con la noticia de la recuperación del trono de España por Fernando VII, se vuelve crucial. Las alternativas, de todos modos, más tuvieron que ver con el tipo de gobierno. En 1815, y de acuerdo con la ola restauradora que prima en Europa tras la derrota de Napoleón, se discute la conveniencia de una monarquía. De hecho, durante 1815, Belgrano, Sarratea y Rivadavia son enviados a Europa e inician tratativas para que un miembro de la familia Borbón se haga cargo del gobierno, como monarca, de las Provincias Unidas. A la par, los triunfos y las derrotas de la Revolución hacían ver que todavía su suerte era indecisa. Jujuy era un territorio en repetida disputa, Salta un poco menos. Bolívar, ya dos veces derrotado, a principios de 1816 aún se encontraba en Haití, planeando una nueva liberación de Caracas y Bogotá”.

Hernán Brienza. (Ministerio de Cultura de la Nación)
Hernán Brienza. (Ministerio de Cultura de la Nación)

[Los libros de Hernán Brienza se pueden adquirir, en formato digital, en Bajalibros, clickeando acá.]

El panorama, como siempre, se presenta complejo, porque las movidas y turbulencias de una región hacen eco en su periferia. Y porque las reacciones vuelven encadenadas. Y también porque la idea de Revolución y de Independencia es una idea prístina y brillante pero, puesta a rodar en el terreno de la concreción, se llena de barro, furias y sangre.

Dice Hernán Brienza: “Algunas de las tesis más interesantes que analizan lo que ocurrió entre mayo de 1810 y julio de 1816 dicen que se trató también de una especie de Guerra Civil entre realistas y republicanos, porque hay criollos de un lado y del otro y realistas de un lado y del otro, entonces no está claro que sea una revolución independentista. Lo que sí está claro es que lo que había era una disputa por el poder republicano o el poder monárquico. En algunos momentos, los republicanos utilizan el argumento de crear una monarquía republicana, pero no abandonan nunca la idea de la república”, dice el politólogo.

Es que hay momentos clave, en los que la Historia pide definiciones para poder seguir avanzando.

Javier Trímboli señala: “Hacia 1816, aún con cantidad de dificultades, el poder ejecutivo ejerce una soberanía relativamente cierta sobre las llamadas Provincias Unidas y, a la vez, ante la vuelta de Fernando VII al trono de España, obsesionado con recuperar sus antiguas colonias, pasar a la ofensiva, es decir, expulsar a los realistas de Chile y de Lima se convirtió en una necesidad imperiosa. Para emprender esta tarea, San Martín precisaba de esa declaración, mostrar que lo suyo respondía a una entidad política soberana e independiente”. Y entonces, entre el humo de los combates y las voces álgidas de las discusiones, aparecen momentos clave en los que se delinea el derrotero a seguir.

Y se organizan viajes en carreta a Tucumán, por ejemplo. Ampliación de la casa que acoge, alianzas, estrategias, objetivos y otra inflexión de la Historia. Porque como ahora, como entonces, la Historia no es más que el esfuerzo conjunto de las sociedades por llevar a la concreción política ideales de libertad, bienestar, prosperidad. Y el pueblo sigue queriendo saber de qué se trata.

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