No hay días grises en Lollapalooza Argentina 2024, aunque el cielo de casi el mediodía del viernes sea una alfombra cenicienta. Hay chicas divinas con glitter en la cara, pibes regísimos con abanicos de arcoíris y gente más grande o más chica con su mejor producción que llegó para disfrutar de una isla de música, arte y regocijo que cada año crece más y más. Pero sobre todo, en sus primeros instantes la parada la coparon treintañeros que de absoluto negro de pies a cabeza se abalazaron hacia las vallas para revivir por unas horas su adolescencia nu metal.
Infobae, único medio sponsor del festival, estuvo ahí palpitando los primeros minutos de la fiesta que ya es parte de la cultura pop. La Argentina y la mundial. Si hasta existe una campaña para incentivar el consumo de sopa que llevan adelante Narda Lepes y Paulina cocina a la que bautizaron Sopapalooza. Si en Gran Hermano 2023, la gran rockstar del reality, Furia ironiza con que nunca pudo ir a Lolla” porque “vivo y me mantengo sola y tengo padres muertos”. Si hasta en el fenómeno global de Rupaul’s Drag Race las drag queen tienen su Lalaparuza donde se baten a duelo mortal en una batalla de lipsyncs al ritmo de Dua Lipa o Celine Dion. Así de instalado en el corazón de nuestra era.
La carrera más larga la hizo Guido que cruzó el campo del Hipódromo de San Isidro hasta el escenario Flow para ser el primero y poder tener más cerca que nunca a los Blink 182, banda que cerrará la primera jornada. Él viajó desde Misiones, es psicólogo y tiene 34 años, cuenta que llegó con su hermana, que todavía está en el piso, agitada y jurándome que su hermano fue el primerísimo en estar ahí al costado del escenario, a pocos pasos de Tom DeLonge, Mark Hoppus, y Scott Raynor. Cuando habla de la banda que ama, los ojos azules y la gorra negra dosmilera hacia atrás, menciona palabras como “sueño” y “recuerdos”. La palabra “esfuerzo” siempre, siempre aparece entre los testimonios de la gente. Y también “felicidad”.
Una hora después de lo anunciado, los escenarios rugen girl power con artistas que la vienen rompiendo. Paula Prieto entona melodías folk y una de sus fans, Giovana de 24 años de Brasil y estudiante de medina en la UBA confiesa que ella vino a verla especialmente, pero que su día preferido será recién el sábado cuando suba el nuevo divo del pop, Sam Smith. “Hola, soy Paula. Llegamos. Arrancamos”, dice la cantautora vestida con una remera que reza “I’m everybody’s passion”.
Más allá en el Perry’s Stage, el que lleva el nombre del creador del fenómeno Lollapalooza, sube Juana Rozas y explota el brillo y la sensualidad. Leandro, de 25 años y con una vincha con el nombre JUANA, en letras mayúsculas en rojo bling bling, baila eufórico. “Me enganché al toque porque siento que trajo un sonido diferente nuevo, más fresco, híper pop y sentía que acá era necesario en la escena argentina”, comenta, fan total, mientras su artista muestra toda su presencia escénica frente a un centenar de personas que comienzan a llegar.
Daniela Milagros aparece en el escenario de enfrente unos minutos después. Con 19 años, multiinstrumentista y elegida para telonear a Slash, el rock argentino del presente y el del futuro tienen su nombre. La gente enloquece, bajo el mismo escenario que más tarde tendrá a los Blink y The Offspring, mientras ella se luce entonando “My remedy”, tocando la guitarra, paseándose por diferentes instrumentos y demostrando que es mucho más que “la rockerita”, como la llamaba el director del coro de niños del Teatro Colón al que pertenecía.
Y si se trata de reinas, Juliana Gattas irrumpe en dorado, como un bombón o como una fantasía. Sin Miranda o Ale Sergi nadie se queda quieto con sus hits pegajosos Maquillada en la cama y Borracha en baño ajeno. Una delicia que invita al baile, la despreocupación, como un susurro que dice “no te estreses, la vida es dos minutos y el primero se vino una pandemia, la guerra, los fascismos o todo eso”.
La lluvia de cuatro días seguidos se siente en el aire pringoso, el suelo está verdísimo y aguachento, pero sale el sol y todo resplandece. Mientras tanto la gente se va acomodando, se comen un pancho, un bao o unos bombones de banana. Vuelan mariposas, libélulas y cada tanto, aviones aparecen en el cielo. Todo recién comienza.
Fotos: Franco Fafasuli y Chule Valerga
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