Por qué la salud mental y emocional de los argentinos está en su peor momento

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El informe del Barómetro de la Deuda Social se centró en el deterioro del bienestar de los ciudadanos en la pospandemia. En el documento estadístico Desigualdades y Retrocesos en el desarrollo Humano y social 2010-2022 se analizan las siguientes dimensiones: capacidades socio-afectivas, recursos cognitivos, estado de salud y hábitos preventivos, atención en salud, consideraciones sobre la democracia y confianza en las instituciones. (Semih Yolacan/)

Sobre el clamor de poner en el centro de la escena el debate sobre la salud mental en la Argentina hay consenso entre cada uno de los eslabones que integran este ecosistema: pacientes, familiares, expertos psi, sistema de salud público y privado, especialistas en derecho, entre otros. A esta idea profundamente transformadora se suma el canto de época sobre no estigmatizar ni a los pacientes, ni a los temas alrededor de la salud mental.

Hay que saber que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en el año 2030 y que 1 de cada 4 personas tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida.

Los trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias (reflejados en el acrónimo MNS) se han generalizado en América Latina y el Caribe. Estas afecciones representan cerca del 20% de la carga total de discapacidad, y solamente las superan las enfermedades crónicas no transmisibles, entre ellas, las enfermedades cardiovasculares o la diabetes.

La Universidad Católica Argentina (UCA) hizo una aporte sustancial a los pendientes que aún tiene la salud mental en la Argentina y la región, al medir, cuantificar y sistematizar cifras sobre la salud mental y emocional de los argentinos. Así lo demostró el más reciente estudio sobre bienestar subjetivo de los habitantes de zonas urbanas de Argentina realizado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) – Barómetro al que tuvo acceso Infobae en forma exclusiva; y que vino a cuantificar y a buscar claves interpretativas del deterioro del bienestar de los ciudadanos en la pospandemia por COVID-19.

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La OMS define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad” (stellalevi/)

Según el estudio, el 2022 fue el peor en términos de salud mental y emocional entre los argentinos desde el año 2010, con altos niveles de malestar psicológico, infelicidad y aislamiento social.

El trabajo de investigación puso en relieve también un déficit en el estado de salud general de las personas según su autopercepción y advirtió que esta condición en esta etapa pospandémica afectó sobre todo a los grupos con mayor vulnerabilidad socio-ocupacional, que sufren las consecuencias de la crisis económica y social.

El informe “Desigualdades y retrocesos en el desarrollo humano y social 2010 -2022. El deterioro del bienestar de los ciudadanos en la pospandemia por COVID-19″, al que tuvo acceso Infobae, en exclusiva, mostró que en el último período en el que se focalizó el documento, hubo cambios notorios en las actividades y hábitos de las personas luego de la llegada de las vacunas contra el COVID-19, a través de las cuales se pudo controlar la pandemia.

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Los trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias (reflejados en el acrónimo MNS) se han generalizado en América Latina y el Caribe. Estas afecciones representan cerca del 20% de la carga total de discapacidad (Gettyimages)

Los investigadores del ODSA (Barómetro de la Deuda Social Argentina) con Solange Rodríguez Espínola (compiladora) y equipo explicaron a Infobae que “nuestra intención es dar un aporte para ampliar el debate político-ciudadano con base en evidencias, y desde allí poner en la agenda pública la necesidad de promover maneras y estrategias que ayuden a que los ciudadanos de la Argentina crezcan y mejoren su vida para una sociedad igualitaria en condiciones y posibilidades de bienestar”.

Además, observaron que “desde la pospandemia, y bajo las constantes grietas socio-culturales coyunturales que preceden y se agudizaron en los últimos años, se necesita un esfuerzo estratégico entre actores políticos y la población en su conjunto a los fines de construir una población con mayor capacidad de desarrollo”.

En ese sentido, reivindicaron la rigurosidad metodológica del informe y su gran valor científico y social.

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Los datos del informe “Desigualdades y retrocesos en el desarrollo humano y social 2010 -2022. El deterioro del bienestar de los ciudadanos en la pospandemia por COVID-19″ de la UCA (fuente: UCA)

El contexto social

Mientras por un lado, tras la implementación en 2021 de políticas sanitarias para frenar la pandemia, hubo soluciones a la crisis sanitaria e impulsó el bienestar de los ciudadanos al promover nuevamente la actividad y el contacto, por el otro, “el año 2022 estuvo marcado por un contexto internacional adverso, sobre un escenario local recesivo, con alta inflación y desfavorable en materia de empleo que produjo la pérdida de ingresos y menor consumo de los hogares”, contextualizó el trabajo.

El último año hubo una leve mejoría en el empleo, pero “se debió al incremento de trabajos informales, a un subempleo inestable que empeora las condiciones del bienestar, de la salud, de los proyectos personales, desmejorando la mirada a las instituciones democráticas”, señalaron los autores. Y dieron relevancia al hecho de que, “desde el año 2010, inicio de la serie en estudio de este documento, las desigualdades sociales, económicas y laborales sitúan a las personas con mayor vulnerabilidad en franco deterioro de su bienestar”.

“Así, en un panorama empobrecido, las personas continúan padeciendo carencias no sólo materiales, sino también en aquellas cuestiones subjetivas que hacen a las expectativas del logro en mejoras de sus derechos a la salud plena, a la igualdad social y a un desarrollo humano que derrame por sus capacidades y habilidades”, expresaron los autores del estudio Rodríguez Espínola, Carolina Garófalo, María Paternó Manabella, Bauso y Francisco Laferriere.

Este documento estadístico e interpretativo que realizó el Observatorio de la Deuda Social describió es aspectos del bienestar de las personas: las capacidades socio-afectivas y los recursos cognitivos que dan lugar a distintos niveles de bienestar subjetivo; indicadores del estado de salud y los hábitos preventivos que llevan a cabo los individuos y las condiciones de la atención en salud en la Argentina; y en tercer lugar describió las percepciones y creencias ciudadanas que hacen a las consideraciones sobre la democracia y la confianza en las instituciones.

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Según el estudio, el 2022 fue el peor en términos de salud mental y emocional entre los argentinos desde el año 2010, con altos niveles de malestar psicológico, infelicidad y aislamiento social (fuente: UCA)

La salud de los argentinos

En cuanto a la salud y los hábitos preventivos de los argentinos el documento mostró que, “el déficit de salud percibido se ha mantenido estable desde el 2010, con una leve suba en el 2022, y afecta más a los sectores más vulnerables”.

El estudio también indicó que la mayoría de las personas no realiza suficiente ejercicio físico, aunque se observa una tendencia positiva en el 2022, posiblemente por el fin del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) por la pandemia.

Los autores del trabajo consideraron que esta variable “se ha mantenido relativamente estable a lo largo de la serie histórica reportada desde 2010″, cuando alcanzó al 13,7% de los adultos. “El guarismo más alto se obtuvo en el año 2014 (16,2%) y llamativamente, durante los dos años atravesados por la pandemia por COVID-19, el indicador alcanzó sus valores más bajos (13% aproximadamente en 2020 y 2021)”.

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El déficit de salud percibido se ha mantenido estable desde el 2010, según el informe (fuente: UCA)

Los autores interpretaron que esto se explicaría en “la prioridad conferida a la enfermedad de COVID-19 en ese tiempo y por la baja en la prevalencia de enfermedades asociadas al contacto a partir de las medidas preventivas, entre otras posibles causas”.

Luego, en 2022, aumentó el porcentaje de personas “con bastantes problemas de salud y/o enfermedades crónicas a un 14,7%. Los adultos pertenecientes a grupos bajo informales o marginales, han indicado el mayor porcentaje de déficit en su estado de salud general durante toda la serie”.

En cuanto al déficit en la práctica de ejercicio físicoaproximadamente 6 de cada 10 personas” la expresaron durante todos los años relevados. “Un dato a destacar es la diferencia de más de 4 puntos porcentuales entre los valores del año 2021 al 2022, lo que podría explicarse como una reacción al aislamiento social por COVID-19 de los años precedentes. A lo largo de la serie se evidencian diferencias significativas en función de estratos socio-ocupacionales, entre los cuales, las personas pertenecientes a los grupos bajos o marginales son quiénes menos ejercicio físico realizan”. El guarismo más alto se observó en el año 2014 (68,4%) mientras que el más bajo en 2017 (60,5%).

En cuanto a la atención de la salud, en el año 2010, uno de cada diez encuestados indicó no haber realizado una consulta médica a pesar de tener problemas de salud o enfermedades. En los últimos tres años ha demostrado ser un indicador sensible al contexto de pandemia por COVID-19. Según los datos del Observatorio, en 2020, “el 39,9% de la población no logró concretar la atención en salud. A partir de ese año, el guarismo ha demostrado una tendencia a la baja y alcanzó al 32,9% de los adultos en el año 2021 y al 17,1% en el año 2022″.

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“No obstante, el porcentaje de déficit no ha logrado reestablecerse a los valores del año 2019 (12,6%), previo al contexto de crisis sanitaria”, reveló el estudio. En cuanto a quiénes son las personas que más asisten a la consulta médica anual “son los que se agrupan en el estrato medio profesional, con porcentajes que hasta el año 2019 no superaban los 10 puntos porcentuales. Esta brecha se mantiene en situación de pandemia y a lo largo de toda la serie”.

La utilización del subsistema de salud público ha mantenido porcentajes similares a lo largo del tiempo. El año más bajo fue el 2020 (25,8%), cuando empezó la pandemia, y el más alto el 2022 (32,7%). Esto se podría deber a que los centros de salud públicos se enfocaron casi solo en la enfermedad de COVID-19 durante los peores momentos de la emergencia sanitaria (2020-2021). Los que más han usado este subsistema son los estratos bajos y marginales, y además han aumentado su uso con los años. Por otro lado, menos del 10% de las personas del estrato medio profesional dicen consultar al médico en este subsector, durante toda la serie.

No estigmatizar

Ricardo Corral, presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP), jefe de docencia e investigación del Hospital José T. Borda, es un fundamental divulgador sobre la importancia de usar las palabras de manera precisa para evitar provocar “prejuicios en la comunidad y que la persona que padece una enfermedad mental y su familia perciban discriminación y estigma”.

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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel global, 1 de cada 8 personas padece un trastorno mental, y la mayoría carece de acceso a una atención eficaz.

La obra Las palabras importan tiene como autores principales a los doctores argentinos Corral y Rafael Gargoloff y un gran equipo de expertos de todo el país y la región y la Asociación de Ayuda de Familiares de Personas que padecen Esquizofrenia (AAFE) de La Plata, Buenos Aires, Argentina.

Los autores advierten que la estigmatización y discriminación pueden traducirse, por ejemplo, en dificultad de acceso a los servicios socio-sanitarios y al mercado laboral, al tiempo que generan “un riesgo elevado de que no se respeten los derechos humanos de las personas afectadas. Es fundamental entender que el 50% de los problemas de salud mental en adultos comienzan antes de los 14 años, y el 75% antes de los 18, advierte la OMS.

SOLEDAD SALUD MENTAL
Si se quiere integrar a los pacientes que tienen un trastorno mental, es necesario entender el enorme poder de las palabras, por lo cual es importante acompañar a los profesionales de la comunicación en su labor de informar, explicó la obra “Las palabras importan” (Andrii Lutsyk/ Ascent Xmedia/)

Malestar psicológico

La primera sección del informe evaluó las capacidades socio-afectivas, y el malestar psicológico mide los síntomas de ansiedad y depresión sin indicar patología o trastorno. Entre 2010 y 2022, se ve una tendencia más o menos fija de cerca del 20% en el malestar psicológico, con valores que van desde el 18,4% (año 2010) hasta el 25,4% (año 2022). No obstante, en la medición más reciente se muestra el valor más alto de la serie, incluso más que lo reportado en 2020, año de más condicionantes negativos por el efecto de la pandemia por COVID-19.

El malestar psicológico crece a mayor vulnerabilidad socio-ocupacional: es más alto en el bajo marginal, y llega a cerca de 4 de cada 10 adultos.

Los autores del estudio de la UCA explicaron que el sentimiento de infelicidad implica el sentirse poco o nada feliz, y alcanza a aproximadamente el 10% de las personas que viven en ciudades de Argentina, quienes tienen una característica o condición que se mantiene más o menos igual de un año a otro.

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El sentimiento de felicidad se refiere al sentirse poco o nada feliz, y afecta a cerca de 1 de cada 10 personas que viven en áreas urbanas de Argentina, con pequeñas variaciones entre los años. Este es más alto en los estratos socio-ocupacionales bajo marginal (23,1%) y bajo integrado (14,9%) que en el medio no profesional y profesional.

El déficit de apoyo social estructural, que indica la falta de red social de amigos y familiares con quienes contar, desde el comienzo, en 2010, hasta 2019, los valores se mantuvieron entre el 21% y el 24%, es decir que 2 de cada 10 personas tienen una red social escasa o nula.

Luego, en el año 2021 el déficit en el apoyo social estructural mostró una tendencia a la baja, hasta llegar a un 18% de la población argentina urbana en el último año de evaluación. Su déficit varía según el estrato socio-ocupacional del hogar, ya que las personas de estratos bajos presentan una mayor falta de red (bajo marginal, 35,1%; bajo integrado; 20,9%).

Afrontamiento negativo de la realidad

Ilustración de un trastorno mental. (foto: Código Público)
La OMS señala que la salud mental es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos (foto: Código Público)

Los autores analizaron dentro de los recursos cognitivos el afrontamiento negativo, que involucra estrategias evitativas o pasivas de afrontamiento al estrés. Es utilizado por 2 de cada 10 argentinos a lo largo de la serie, y en el último año, ya en la etapa pospandemia, se observó una tendencia al descenso (22%). Respecto a las diferencias en el uso de estas estrategias según el estrato socio-ocupacional, es mayor en las personas de estratos bajo integrado y bajo marginal, y en la última medición es representado por 25,2% y 31,7%, respectivamente.

En lo que se refiere a lo que los autores llamaron creencia de control externo, significa el grado en que la propia conducta es o no eficaz para modificar positivamente el entorno. Desde el año 2010 hasta el 2022 se expresó en aproximadamente 2 de cada 10 personas, aunque se observó un descenso desde 2020 hasta la actualidad, con una diferencia de aproximadamente 4 puntos porcentuales respecto a lo manifestado en 2021.

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El malestar psicológico crece a mayor vulnerabilidad socio-ocupacional: es más alto en el bajo marginal, y llega a cerca de 4 de cada 10 adultos. (Gettyimages)

En el estrato socio-ocupacional bajo marginal, la creencia de control externo es más frecuente. Al contar con el antecedente contextual de pandemia con restricciones de aislamiento social, en 2021 no se observaron diferencias según los estratos ya que por factores situacionales estuvo limitada la toma de decisiones por disposiciones del gobierno.

En 2022, se incrementa en personas de estrato bajo marginal manteniéndose como el grupo en el que predomina el uso de este recurso y se incrementa respecto al año anterior (30,1%), al igual que los encuestados del bajo integrado (23,5%).

Finalmente, el déficit de proyectos personales se manifiestó en alrededor de 2 de cada 10 personas entre los años 2010 a 2022. En el último año de la serie que coincide con la pospandemia, el déficit es representado por 14,8% y manifiesta un leve descenso respecto al 2021, año de salida de la pandemia. Respecto al estrato socio-ocupacional, la falta de proyectos personales se acentúa en las personas de estratos bajos. En 2022, la falta de proyectos personales es mayor en el estrato bajo marginal (23,5%).

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