En lo que va del presente siglo las organizaciones del crimen organizado mexicano se han caracterizado por una fugaz existencia enmarcada en la fragmentación y la inestabilidad.
Los últimos veinte años se han singularizado por el surgimiento de grupos criminales que durante cierto tiempo alcanzaron gran notoriedad e influyeron en la dinámica del narco en México, pero después, con la misma rapidez que habían ascendido, cayeron en picada hasta casi desaparecer del mapa.
Ya fuese por la detención de sus principales líderes y la consecuente fragmentación de sus células criminales, o por la insurreción de sus integrantes y las luchas internas, casi todas las organizaciones narco, a excepción de una sola, han padecido los mismos patrones de declive.
Los Zetas, los hermanos Beltrán Leyva, los Caballeros Templarios, la Familia Michoacana e incluso el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), han experimentado ascensos y caídas igual de vertiginosos.
Sin embargo, el Cártel de Sinaloa, pese a ser uno de los más viejos, ha superado con cierta eficacia todos los desafíos y se mantiene como la única gran organización narco sin prácticamente ningún indicio de disolución a corto y mediano plazo.
A pesar de que en los últimos 30 años ha tenido que enfrentar importantes inconvenientes que han amenazado su superviviencia, el Cártel de Sinaloa continúa expandiendo su actividad empresarial dentro y fuera de México.
Los operativos del Ejército, la intensa competencia y los conflictos internos (los más recientes protagonizados por los hijos del ex líder Joaquín “El Chapo” Guzmán), no han minado ni golpeado significativamente su modelo de negocio de drogas.
El Cártel de Sinaloa se mantiene todavía en la cima del narcomenudeo con aproximadamente entre el 40 y 60 por ciento del control del comercio de sustancias ilícitas en México, acumulando, en promedio, ganancias anuales de hasta USD 3 mil millones.
De acuerdo con el estudio Illegal Market Governance and Organized Crime Groups’ Resilience: A Study of the Sinaloa Cartel, elaborado por dos expertos en criminología de la Universidad de Montreal, los factores que han propiciado la cohesión y la permanencia del Cártel de Sinaloa en el mapa munidial del hampa han sido diferentes mecanismos o sistemas ilegales de gobernanza, lo cuales pueden clasificarse en cuatro categorías: judicial, financiera, política y regulatoria.
Qué significa cada categoría
La gobernanza judicial se refiere a toda actividad orientada a la resolución de conflictos y garantías o cumplimiento de acuerdos comerciales entre dos partes. La gobernanza financiera, en cambio, implica tareas como la recaudación de impuestos y la prestación de asistencia financiera.
Las prácticas regulatorias son las normas o la imposición de restricciones a ciertos delitos o comportamientos, y la gobernabilidad política se refiere a la participación en la política comunitaria y electoral.
En dicho esudio, se analizó cómo el Cartel de Sinaloa utiliza estos cuatro tipos de gobernanza para establecer reglas y gestionar las dinámicas de participación de los distintos participantes en los mercados ilícitos, como por ejemplo el trasiego internacional de cocaína.
Como ejemplo de la capacidad del Cártel de Sinaloa para la resolución de conflictos, los encargados de elaborar el estudio hablaron sobre el testimonio de Juan Carlos Ramírez Abadía, traficante de cocaína colombiano conocido como “Chupeta”, en el llamado “juicio del siglo” contra el Chapo Guzmán.
Chupeta recordó en la corte una disputa que tuvo con sus socios sinaloenses en 1991. Específicamente, los acusó de sustituir la cocaína que les había entregado para transportarla a Estados Unidos por un producto de menor calidad.
Chupeta, decidido a enfrentar lo que consideró un agravio por parte de sus socios, viajó hasta Sinaloa, y después de reunirse con los líderes del cártel, ambas partes llegaron pacíficamente a un acuerdo. La solución consistió en situar a representantes del Cartel del Norte del Valle a lo largo de sus rutas de tráfico de drogas en México. El verdadero propósito de esta nueva medida fue garantizar la integridad de los paquetes de drogas colombianos en su trayecto hacia los Estados Unidos bajo la estricta vigilancia del Cartel del Norte del Valle.
De esa forma quedó claro que en lugar de enemistarse y terminar los negocios con su socio comercial, el Cártel de Sinaloa empleó prácticas de mediación efectivas que le permitieron preservar las relaciones con los colombianos, sus proveedores de cocaína.
Es decir, se preocuparon por invertir en el valor de la confianza y expectativa en sus socios comerciales. En este mismo sentido, operan como una empresa legal, pues tienen una serie de normas para hacer valer el cumplimiento de derechos y obligaciones contractuales entre dos socios comerciales. Además, la evidencia mostrada en el juicio contra Guzmán mostró que también incentivan a sus socios con premios cuando las cosas salen bien y el negocio es fructífero.
Incluso se dice que el Cártel de Sinaloa en más de una ocasión ha asumido la responsabilidad de reembolsarles en su totalidad el valor del cargamento a sus socios suramericanos cuando este se extravía o es decomisado en territorio mexicano. Y del mismo modo, cuando el envío de droga sufre algún imprevisto al otro lado de la frontera, en territorio estadounidense, el cártel asume la responsabilidad de un porcentaje predeterminado de la mercancía.
Otro aspecto que quedó evidenciado en el juicio contra Guzmán Loera en Nueva York fue la importancia que le da la organización criminal al consenso entre sus líderes para la toma de decisiones decisivas, como inciar una serie acciones violentas contra un grupo rival o emprender una nueva ramificación en su negocio.
Por el lado financiero, el estudio comprobó que hay evidencias sólidas de que el Cártel de Sinaloa ha logrado consolidarse como una red empresarial experimentada, profesional y pragmática en los negocios, lo que, como se ha mencionado, le ha atribuido un sentido de confianza y responsabilidad frente a sus potenciales socios comerciales.
En el ámbito político el Cártel de Sinaloa se ha fortalecido por su capacidad para conseguir establecer un sistema de corrupción relativamente estable y predecible, fomentando interacciones continuas con las instituciones públicas de México.
Los jefes de plaza, por ejemplo, son los principales responsables de supervisar los pagos ilícitos a las autoridades locales.
Así quedó demostrado en el testimonio contra el Chapo de Jesús Reynaldo Zambada, hermano de Ismael Zambada García, quien detalló que los ejecutivos del cártel delegan el manejo de los sobornos rutinarios a contadores profesionales, y ellos facilitan las transferencias de dinero periódicas a los funcionarios municipales y estatales coludidos. Los grandes capos, por su parte, se sabe que supervisan ellos mismos las relaciones del cártel con políticos de alto nivel.
En resumen, el Cártel de Sinaloa sigue vigente porque más allá de ser buenos narcotraficantes se han destacado por ser buenos empresarios.
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