A tres años del inicio del Gobierno de Cambiemos, cabe hacer un breve balance de su gestión. Cambiemos llegó al poder luego de un largo ciclo de deterioro de la Argentina en todos los campos, pese a las extraordinariamente favorables condiciones que el contexto mundial determinaba a partir de mediados de 2002. El objetivo fundamental fue, y sigue siendo, sentar las bases para que seamos un país normal. Esa meta, que postulada así parece poco ambiciosa, es revolucionaria, porque la anormalidad ha sido la regla desde hace casi nueve décadas.
La magnitud de los desafíos es considerable, pero la realidad impone limitaciones objetivas que, si no impiden totalmente el desarrollo del programa de Cambiemos, sí obligan a llevarlo a cabo con particular inteligencia y sensibilidad política. En especial, es menester destacar que el oficialismo no cuenta con mayorías en ninguna de ambas Cámaras del Congreso. Esta situación mejoró, pero no se revirtió del todo luego de las elecciones legislativas de octubre del año 2017.
Considerando esas restricciones, y las planteadas por la existencia de un 30% de pobreza, el presidente Mauricio Macri logró avanzar en reformas trascendentes. La primera de ellas es el pleno respeto de las instituciones republicanas. Es lo que corresponde, se me contestará, pero no es lo que ocurría hasta hace tres años.
El Presidente es en sí mismo una figura republicana. No usa la cadena nacional, no nos atosiga noche y día con sus mensajes, no fomenta el culto a la personalidad, no nos grita ni nos amonesta con el dedo levantado. Al contrario, dialoga respetuosamente con todos y propone siempre la búsqueda de consensos.
La Argentina volvió rápidamente al mundo. Hoy es un país que es visto con dificultades, pero que también genera altas expectativas. La impecable organización del G20 y el rol protagónico que le cupo a Mauricio Macri como facilitador de acuerdos bilaterales y multilaterales lo prueba con elocuencia.
En el plano económico, la gestión de Cambiemos se ha propuesto desatar los cientos de nudos que obstaculizaban el pleno desarrollo de la libertad empresaria con vistas a la creación de empleo genuino. La normalización de nuestro crédito externo, junto al levantamiento del cepo, fueron tempranas medidas que alentaron la confianza en nuestro país.
En el mismo sentido fueron concebidos los acuerdos fiscales con los gobernadores provinciales y los proyectos de leyes en materia fiscal, tributaria y laboral. La idea básica es facilitarles la vida a los emprendedores e innovadores, porque sin ellos no habrá empleos de calidad que permitan recrear la cultura del trabajo, sin la cual no tendremos destino.
Pero las medidas de aliento a la inversión privada no se conciben como una disminución de la asistencia a los más necesitados. De hecho, la ayuda social se ha incrementado vigorosamente. De ahí que sea absurdo caracterizar al Gobierno de Cambiemos de “neoliberal”. Basta observar las furiosas reacciones de los neoliberales ante las políticas activas del oficialismo para terminar con la pobreza y la marginalidad, que es uno de los objetivos liminares de Mauricio Macri. A esos propósitos contribuye no solo la ayuda directa, sino la ambiciosa política de obras públicas, en especial las de infraestructura básica. Frente a un pseudoprogresismo puramente retórico, el progreso real para las familias humildes está en las cloacas, en los caminos, en la iluminación, en el transporte, en el Metrobús.
Es evidente que este año ese avance en el plano económico sufrió un duro embate desde fines de abril. Sería necio negar los problemas que existen. La obligada devaluación le puso un freno al aumento de la actividad económica, todo ello como consecuencia de los bruscos cambios ocurridos en el escenario internacional.
El gradualismo debió dar paso a una más pronunciada austeridad fiscal y a una política monetaria más restrictiva. Pero todo indica que, sobre bases más sólidas, en el primer cuatrimestre del año en curso, la economía volverá a crecer y se crearán nuevos puestos de trabajo.
El buen comportamiento de la Argentina en la esfera externa y la seriedad de sus autoridades permitieron negociar con rapidez un crédito del FMI, primero, y un nuevo acuerdo, más adelante, que despejó la incertidumbre.
Todo ese “reformismo permanente” se da en medio de un clima de absoluta transparencia, sin “relatos”, con la verdad como premisa innegociable. Un clima que permita actuar a jueces y fiscales con independencia para que cumplan su labor de la mejor manera posible y para que todos sepan que ya no hay impunidad para nadie.
La decadencia de más de 80 años no se va a solucionar en un solo período de gobierno, pero los argentinos saben que gobierna un equipo serio y honesto, que bajo el liderazgo de Mauricio Macri trabaja incansablemente para crear oportunidades para todos.
Tengamos confianza. El camino es este, el de la responsabilidad y la mirada puesta en el futuro, impulsando el desarrollo económico con equidad social.
El mismo pasado que nos acercó al abismo no nos va a traer las soluciones, sino la vuelta a un pasado de decadencia y corrupción.
El autor es diputado nacional por CABA (Cambiemos- PRO).
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
Sé el primero en comentar en"Pese a los escollos, el "reformismo permanente" de Cambiemos sigue adelante"