El sábado 1 diciembre de 2001, el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, anunció “el corralito” que terminó con la lógica de un peso un dólar. Tras la renuncia del Presidente de la Nación, Fernando de la Rúa y su sucesor, Adolfo Rodríguez Sáa, el nuevo Jefe de Estado, Eduardo Duhalde, determinó la pesificación de los depósitos en moneda estadounidense, que se concretó en febrero de 2002.
Mientras los ahorristas protestaban en las calles, en la antesala de lo que sería una de las mayores crisis económicas que vivió la Argentina, Sabrina Castelli (34) -que por aquellos años entraba en la adolescencia- fue testigo de cómo su familia perdió el dinero con el que planeaban comprar una casa.
Para los Castelli, sin embargo, el corralito fue un cimbronazo pero no el primero. “Cinco años antes, mi papá falleció en un accidente, de manera totalmente inesperada, y nuestra vida cambió por completo”, apunta Sabrina en charla con Infobae.
Hasta ese momento -explica la actual fundadora y CEO de “Mujer Financiera”- quien se encargaba de la economía familiar era su padre. Su muerte, repentina, obligó a su madre a salir a buscar empleo con un bebé recién nacido y una cesárea que todavía estaba cicatrizando. “Mamá, que había dejado de trabajar cuando se casó, se enfrentó al desafío de ser la primera generación de su familia en tener que hacerse cargo económicamente de sus hijas y aprender a administrar el dinero”, cuenta.
Por supuesto, la mamá de Sabrina jamás se imaginó que, además de perder a su marido, cinco años más tarde iba a perder el dinero que cobró de su seguro de vida y que había puesto en el banco en un plazo fijo en dólares.
“Nuevamente estábamos paradas ante una situación vulnerable desde lo financiero. Si bien ya no tenía que ver con un tema familiar, sino con una crisis económica del país, me acuerdo que pensé: ‘Necesito saber cómo funciona todo este universo para que mi familia no atraviese de nuevo una situación así’. Ese fue el disparador de mi interés por las finanzas y el motivo por el cual estudié para ser contadora y licenciada en Administración”, asegura Sabrina veinte años después.
Mientras se formaba en la Universidad de Buenos Aires, entró a trabajar como pasante a una “Big Four”, donde se desempeñó como auditora de Bancos de Inversión. Ahí -dice ahora- entendió cómo funcionaba el sistema financiero y descubrió que, a diferencia de su familia, había muchas personas a las que la crisis del 2001 no les había afectado sus finanzas.
La mayoría de esas personas -explica Sabrina- eran hombres que se se desempeñaban como gerentes de área. Ellos no habían perdido su dinero en el corralito porque tenían una buena estrategia de diversificación de sus ahorros. “¿Cómo puede ser que la gente común no tenga ese conocimiento?”, se preguntó y ese fue el puntapié para ponerse a investigar.
-¿Qué encontraste cuando te pusiste a investigar?
-Me di cuenta de que, tanto en Argentina como en el resto de Latinoamérica, no se hablaba de educación financiera. Mucho menos de educación financiera para mujeres. Buscaba bibliografía que le hablara a la mujer y no encontraba nada. Por otro lado, la información estaba muy desorganizada. Había muchísimos libros de educación financiera pero, estaban escritos para otras economías, como la de Estados Unidos o la de Europa y no podía aplicar los contenidos a nuetsro país. Al final, encontré que Asia y África eran bastante pioneros en la inclusión financiera para mujeres y entendí que la situación de mi familia, más bien la de mi mamá, era la de millones de mujeres alrededor del mundo. Todas se veían afectadas por el no acceso a la educación financiera. Así fue que me enamoré de esta problemática y quise crear una empresa para empoderar a las mujeres en este tema.
-¿Ese fue el germen de lo que hoy es “Mujer Financiera”?
-Sí. “Mujer Financiera” arrancó como un blog en 2018, después de muchos años de estudio y de investigación. Me acuerdo que compré una página web, gasté 100 dólares, y dije: “Voy a escribir todo lo que aprendí acá”. Mi idea era formar una especie de comunidad donde las mujeres pudieran ir a hacer todas las preguntas que quisieran sin sentirse juzgadas y aprender. Después, cuando vi que realmente funcionaba, dije: “Es momento de escalar”. Entonces creé una academia para impartir cursos y la aplicación “Felicity” para el celular.
-¿Cuál es el curso más popular de la academia?
-Se venden todo tipo de cursos. Desde “Cómo empezar a ordenar tu economía” hasta “Cómo dar tus primeros pasos en el mundo de las inversiones”. “Cómo salir de las deudas” es un tema al que muchas mujeres acuden buscando un refugio. Lo mejor de todo esto que cuando vos les das el conocimiento y les contás que hay un camino, termina siendo alivianador porque, además de lograr su objetivo, ganan confianza y comparten lo que aprendieron con otras mujeres.
-¿Cómo describirías a las argentinas con respecto a las finanzas? ¿Son arriesgadas o más bien conservadoras?
-Siempre que me hacen esta pregunta contesto lo mismo: “No sé por qué creemos que somos distintas, ¿no? (Risas). Yo hablo con mujeres de todas partes del mundo y las problemáticas son las mismas. Muchas vienen de familias donde quizá la mamá o la abuela no generaban dinero, sino que se limitaban a administrarlo. Es decir: tomaban decisiones de gasto y no de ahorro o de inversión. Entonces no tienen de quién aprender. La realidad es que si vos no salís a buscar el conocimiento y tampoco no te lo dan en la escuela o en la universidad, la información no te llega. Ese es un denominador común a nivel mundial. Lo que cambia, depende del país. Por ejemplo, cuando hablás con mujeres de España, si bien la mayoría están bancarizadas, no hacen nada con sus ahorros. Lo mismo sucede en Latinoamérica y en Argentina porque, de vuelta, es algo nuevo y el conocimiento no circula tanto entre nosotras, como sí sucede entre los hombres. Para la mujer todavía es algo novedos y eso es lo que tenemos que transformar.
-Hablando de transformar, hay muchos argentinos que se quedaron anclados a la mala experiencia con el corralito y no confían en los bancos, ¿cómo los asesorás?
-La clave es la diversificación. Las personas que no padecieron el corralito tenían diversificados sus ahorros y esa es una de las primeras reglas del mundo de las inversiones y del ahorro. Como dice el refrán: “No hay que poner todos los huevos en la misma canasta”.
-Pero el riesgo a perder está siempre…
-Obviamente: todas las inversiones tienen riesgo. Vos ponés tu dinero en un producto financiero y pueden pasar muchísimas cosas. La probabilidad de perder es más alta o más baja dependiendo del banco, la situación del país y un montón de otras cuestiones. Ahora, si vos tenés diversificados tus ahorros e invertiste, por ejemplo, en la compra de un terreno, otra parte la pusiste en el banco y otra parte en criptomonedas, va a ser muy raro que le vaya absolutamente mal a todo. Todos los productos van a tener riesgo, lo importante es entender a qué riesgo te enfrentás y cómo podés ir mitigando ese riesgo a través de tus elecciones.
-¿Por qué es importante que haya más mujeres en la industria financiera?
-Bueno, hay muchísimos estudios que demuestran que la igualdad de género, además de ser necesaria, es un buen negocio. Las mujeres reinvertimos muchísimo más en las comunidades. Hay una investigación muy interesante que dice que las mujeres reinvierten el 90% de sus ingresos en sus familias, en educación y en salud y alimentación, que son las tres bases que mueven la economía. Entonces, si hay más mujeres ganando dinero, probablemente la economía también funcione mejor.
-Antes de cerrar, ¿podrías compartir algunas buenas prácticas para manejar mejor las finanzas?
-La principal es tener un conocimiento total de tus ingresos y de tus gastos. Aunque no lo creas, hay mucha gente que no tiene idea de cuánto gana. Sobre todo aquellas personas que tienen ingresos variables o que cobran por hora. La herramienta fundamental es armar un presupuesto donde puedas detallar cuáles son tus ingresos, tus gastos mensuales y esos gastos mensuales puedas dividirlos entre gastos fijos y variables. Esto es clave porque, en momentos de crisis, lo primero que vas a tener que cubrir son los gastos fijos, que aseguran tu calidad de vida y la de tu familia. En segundo lugar, aconsejo registrar absolutamente todos los gastos: desde la gaseosa que te compraste en la calle, hasta el gasto mensual más grande. Ahí es donde uno tiene la información para cambiar sus patrones de consumo y tomar mejores decisiones, sobre todo en países con alta inflación como el nuestro, donde el consumo mes a mes cambia de precio. Si yo no llevo un control de eso y mis ingresos no aumentan en la misma medida que aumenta la inflación, naturalmente mes a mes voy a tener menor capacidad de ahorro o voy a caer en deudas.
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