Peligros y tentaciones en el camino a la presidencia

Edipo Rey, clásica tragedia griega de Sófocles, narra las desventuras del rey de Tebas que para salvar la ciudad se embarca en la búsqueda del asesino del soberano anterior, Layo, quien a la postre sería también su padre. Antes de gobernar la ciudad, Edipo se enfrentó a la Esfinge, demonio mitad mujer mitad animal que acechaba a los ciudadanos a las puertas de Tebas con enigmas casi imposibles de resolver a cambio de la salvación. Víctimas de su ignorancia, terminaban siendo deglutidos sin piedad, hasta que Edipo, combinando racionalidad con sentido común, respondió correctamente el acertijo de la Esfinge, que se suicidó al verse humillada. En agradecimiento, los ciudadanos de Tebas lo proclamaron rey.

Toda contienda electoral está, sin dudas, plagada de desafíos que solo unos pocos candidatos y campañas van a poder superar en el camino hacia la victoria. En este marco, y parafraseando a la tragedia de Edipo, la “Esfinge democrática”, aquella que plantea el enigma fundamental que dirimirá el candidato que se consagrará gobernante, es el elector. Para descifrar este “enigma” democrático lo más importante es saber escuchar, fundamentalmente a quienes más importa escuchar durante una campaña electoral, que son los votantes.

En este camino, una de las primeras recomendaciones para quien aspire a superar esta prueba que le plantea el electorado es intentar no confundirlo. Un mensaje o una imagen disonante o contradictoria con lo que se quiere proyectar, o una actitud poco congruente con el posicionamiento adoptado, puede rápidamente dilapidar el respaldo de la opinión pública.

La política y la tentación endogámica

La semana pasada, en las vísperas de la turbulenta sesión en la que la Cámara de Diputados dio media sanción al presupuesto 2019, la política dio cuenta de la vitalidad del proceso de reconfiguración de alianzas de cara a las elecciones presidenciales del año próximo. El diputado nacional Felipe Solá, junto con otros cinco legisladores nacionales, decidieron distanciarse del Frente Renovador para integrar, con cuatro legisladores más, un nuevo interbloque en la Cámara de Diputados.

La apuesta del ex gobernador bonaerense busca enviar dos mensajes: uno para la política y otro para el electorado. Para la política, el mensaje consiste en explicitar su predisposición para generar y liderar nuevas configuraciones electorales, diferentes a las alianzas de elecciones pasadas. Para el electorado, busca comunicar que está dispuesto a priorizar el armado de una oposición competitiva para enfrentar a Mauricio Macri, aun si esto conlleva acercarse a sectores vinculados al kirchnerismo.

Los posicionamientos y las imágenes en política no son fruto de la casualidad. Los dirigentes políticos, a partir de las acciones, las declaraciones, las presentaciones en los medios, la trayectoria y el comportamiento a lo largo de su carrera, van construyendo un mensaje y una imagen que van quedando instalados en la memoria de los electores.

De modo que el posicionamiento y la construcción de imagen no son en absoluto un procedimiento unilateral, sino un proceso de construcción eminentemente cooperativo entre el dirigente-candidato y los electores, que no se configura solo con base en las estrategias políticas, sino también en relación con múltiples variables, como lo son el entorno del candidato, quiénes son sus enemigos, quiénes son sus aliados, etcétera.

En este sentido, una foto con Hugo Moyano, uno de los sindicalistas con mayor rechazo en términos de opinión publica, puede ser más lacerante para la imagen de Solá que cualquier discurso fallido. Lo mismo ocurre si el electorado comienza a asociarlo con la imagen de Cristina Kirchner y su alto rechazo en la opinión pública.

Las alianzas pueden ser muy útiles para definir lugares en las listas, armados distritales y estrategias conjuntas. Pero en términos de opinión pública lo más importante de determinar a la hora de pensar una política de alianzas es si la imagen de los referentes con que se está planteando un acercamiento electoral será favorable para la consecución de los objetivos planteados.

Los electores no son objetos manipulables y son conscientes de que lo nuevo no se puede construir con los representantes más caracterizados del pasado. Es difícil por ello que un candidato que aspire a erigirse en una alternativa al oficialismo se vea beneficiado con el acercamiento a una figura con una alta imagen negativa.

Una brecha de desconfianza

La política esta atravesando uno de los momentos más delicados en la previa a las elecciones. Quizás una de las etapas más riesgosas, al menos en términos de comunicación con el electorado, porque los partidos y los dirigentes políticos se muestran más preocupados por definir configuraciones electorales, calendarios y alianzas que por priorizar las necesidades y las demandas de los electores.

El “peligro” que conlleva ese proceso, más aún en el marco de la profunda crisis económica en curso, es más que evidente, y radica en distanciar todavía más a la política del interés del electorado.

La brecha que por momentos se agudiza entre la sociedad y la política es una preocupación que se extiende a gran parte de las democracias occidentales. El elector está cada vez más desinteresado de lo que ocurre en los parlamentos o en los palacios de gobierno, y cada vez más preocupado por su economía doméstica, sus sueños o sus temores.

A nivel regional, el Informe 2017 publicado por Latinobarómetro da cuenta con claridad de estas tendencias. Con uno de los relevamientos más extensos de la región —20.200 casos en 18 países del continente— el estudio expone con crudeza los niveles de insatisfacción que se expresan a nivel regional: solo tres de cada diez latinoamericanos están satisfechos con el funcionamiento de la democracia.

Como señala Latinobarómetro, no son únicamente los factores económicos los que influyen en este descontento. Si bien puede apreciarse que cuando la performance de la economía se resiente, esto repercute en la opinión de los encuestados, los factores políticos también tienen un rol relevante. La correlación entre aprobación de gobierno (36% en promedio a nivel regional) y democracia es estrecha. En 2017 solo había cinco gobiernos de los 18 relevados en el informe que superaban el umbral del 50% de aprobación, mientras que nueve no superaban ni siquiera el 35 por ciento.

El sistema político tiene una cuenta pendiente con la sociedad. Más allá de los cambios políticos operados en la región, el electorado sigue percibiendo que los gobiernos están trabajando solo para unos pocos poderosos y no para el conjunto de la sociedad. Este indicador, que en 2004 era de 71%, hoy alcanza el 75 por ciento.

En términos más amplios, el estudio da cuenta de que ninguno de los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) logra superar el 25% de confianza. Cuando observamos la consideración sobre los partidos políticos, la cifra es aún más preocupante. Solo el 15% de los latinoamericanos confía en estas instituciones centrales del sistema representativo.

Los caminos a la presidencia

La imagen que la sociedad tiene de la política no goza de su mejor momento. Al calor de la crisis económica, la desconfianza se profundiza de la mano de una nueva frustración de las expectativas y las recurrentes promesas incumplidas.

En este marco, un peligro acecha a la democracia: que el desinterés, el desapego y la apatía se conviertan en indignación. Allí están los ejemplos de Donald Trump y de Jair Bolsonaro para demostrarlo.

Los caminos que conducen al sillón de Rivadavia están plagados de obstáculos y tentaciones. Entre sus laberínticos recovecos algunos políticos suelen confundir el rumbo y perder todo por sucumbir ante supuestos atajos.

No debe perderse de vista que la contienda presidencial no es una carrera de velocidad, sino una de resistencia.



FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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