Para los jóvenes paquistaníes, el ideal talibán suele conducir a la muerte en Afganistán

La última vez que la familia de Abdul Rasheed lo vio con vida fue en mayo, cuando este joven paquistaní se fue a luchar a Afganistán con los talibanes. La semana pasada volvió a casa en un ataúd de cartón.

Impulsados por sus convicciones religiosas o por el ejemplo de sus compañeros, cientos de jóvenes paquistaníes, de etnia pastún, igual que los talibanes, se han unido en los últimos años a las filas de los insurgentes en Afganistán.

Los talibanes lanzaron una gran ofensiva desde principios de mayo, coincidiendo con el inicio de la retirada definitiva de las tropas extranjeras del país antes del 31 de agosto.

“Rasheed sacrificó su vida por una gran causa”, dijo su tío, el muftí Maroof Khan, a la AFP por teléfono desde su casa cerca de Peshawar, a unos 60 km de la frontera afgana.

Cuando el joven de 22 años falleció, la familia recibió la visita de una multitud que acudió a presentar sus respetos y a felicitarles.

“Fue allí con el espíritu de la yihad. Ahora sus jóvenes amigos quieren morir como mártires como él”, dijo Khan.

El ministro del Interior de Pakistán reconoció públicamente a principios de julio que familias de altos dirigentes talibanes vivían en suelo paquistaní, incluso cerca de la capital, Islamabad, y que los combatientes talibanes eran tratados o enterrados con frecuencia en Pakistán.

Pakistán está acusado dese hace tiempo de apoyar a estos islamistas radicales y darles refugio.

Desde la caída del régimen talibán en Afganistán a finales de 2001, sus líderes se han establecido en suelo paquistaní, especialmente en Quetta (oeste), desde donde han podido reclutar y organizar su resistencia.

– La “universidad de la yihad” –

La cuestión es especialmente sensible para el gobierno paquistaní, que al mismo tiempo ha tenido que hacer frente a los atentados cometidos por talibanes paquistaníes en su territorio.

Los gobiernos afgano y estadounidense piden con frecuencia a Pakistán que presione a los talibanes y les obligue a aceptar un acuerdo de paz.

El movimiento talibán (los “estudiantes de religión”) surgió a principios de la década de 1990 en la ciudad de Kandahar (sur) durante la guerra civil que siguió a la salida de las tropas soviéticas de Afganistán.

Pero reclutan sus tropas principalmente entre las decenas de miles de afganos que huyeron a Pakistán y también ha atraído a paquistaníes a sus filas.

El analista de seguridad Tahir Khan dijo a la AFP que las autoridades paquistaníes habían intentado recientemente impedir que sus ciudadanos combatieran en Afganistán, pero que la frontera era porosa y algunos lograban cruzar.

“El número de combatientes talibanes procedentes de Pakistán es mucho menor que en el pasado”, dijo. “Ahora los talibanes afganos son tan numerosos que no necesitan combatientes de Pakistán”.

Muchos de los paquistaníes, incluido Abdul Rasheed, son graduados de la madrasa (escuela coránica) Darul Uloom Haqqania de Pakistán, apodada la “universidad de la yihad” porque muchos de sus antiguos alumnos se han convertido en talibanes de alto rango.

– Banderas talibanes –

Durante décadas, las madrasas de Pakistán han sido acusadas de alimentar el radicalismo islámico adoctrinando a decenas de miles de jóvenes estudiantes.

La familia de Abdul Rasheed desconoce la fecha y el lugar exactos de su muerte, salvo que ocurrió en la provincia oriental de Nangarhar.

Dos funcionarios de la policía provincial confirmaron a la AFP la llegada en las últimas semanas de al menos cuatro cadáveres de combatientes paquistaníes que partieron para luchar en Afganistán.

El regreso del cuerpo de Abdul Rasheed a su pueblo natal estuvo acompañado de escenas de alegría. Cientos de hombres gritando cantaron a la gloria de Dios y agitaron banderas talibanes mientras se apresuraban a tocar su ataúd de cartón.

Khan fue luego detenido y encarcelado durante quince días. Se le acusó de difundir el terrorismo y de celebrar una concentración ilegal, declaró a la AFP un portavoz de la policía local.

Esta semana, los visitantes han seguido acudiendo ante Nasir Khan, el padre del fallecido, sentado en un tradicional banco de madera y cuerda trenzada, con barba blanca y gafas.

“Rasheed era un estudiante brillante”, dijo Nasir Khan a sus invitados, orgulloso del destino de Abdul Rasheed. “Recemos para que Alá acepte la muerte de mi hijo como un mártir”.

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