Por Pilar Lozano Mac Donald*
Paradójicamente, con Estados Unidos nos unen poco más de 3,000 kilómetros de frontera, un intenso intercambio comercial que en el primer bimestre de 2019 alcanzó los USD 97,000 millones y un importante flujo de personas y, a su vez, nos separan, de manera muy marcada, las asimetrías económicas y sociales, por el desarrollo tan desigual de uno y otro lado de la frontera.
Esta continuidad geográfica ha propiciado, tanto un grado importante de integración económica y cultural, como una acentuada división por la marcada forma de entender la vecindad.
En este escenario, la evolución de la relación bilateral no ha sido ajena a diferencias que tienen como fondo los flujos migratorios. Mientras nuestro país ha sido incapaz de crear oportunidades que eviten la migración de connacionales y, respecto a los migrantes de países de Centroamérica, había mantenido una política de puertas abiertas en su paso por territorio nacional; Estados Unidos ha criminalizado la migración, llegando a extremo de amenazar con la aplicación de medidas unilaterales que lastimarían la relación de vecindad.
El reciente episodio, marcado por las amenazas del presidente estadounidense, Donald Trump, de imponer aranceles a los productos mexicanos, sirvió para modificar en unos días la política migratoria del gobierno de México:
De la tolerancia y brazos abiertos al tránsito de migrantes que ingresaban por la frontera sur para dirigirse a Estados Unidos, pasó al cierre, con el muro de 6,000 efectivos de la Guardia Nacional, pasando por aceptar de facto ser Tercer País Seguro, con la obligación de recibir y otorgar oportunidades a los miles de migrantes que nuestro vecino del norte rechace, hasta llegar al grado de que los viajeros que crucen territorio nacional, deberán acreditar su nacionalidad (“portar identificación oficial”, dicen), para evitar lleguen migrantes al norte del país.
Es decir, los misiles, vía twitter, de Donald Trump fueron suficientes para sentar al gobierno a aceptar las condiciones de la política migratoria que interesa a Estados Unidos: la que amerita un muro que contenga los flujos migratorios, que requiere para su reelección y que el gobierno federal le otorgó.
El único beneficio visible se encuentra en el deseable orden que deberá implantarse en la frontera sur. Las desventajas, que son varias, empiezan por cuestionar una política migratoria impuesta, que endurece las acciones migratorias, que demanda freno a la migración, que descarga en México la responsabilidad de garantizar seguridad y oportunidades antes de su ingreso a Estados Unidos, que militariza la frontera sur y que somete a viajeros, nacionales o no, al escrutinio para verificar no sean migrantes.
Todo sujeto a la valoración y aprobación del cumplimiento del acuerdo, por parte de nuestro vecino del norte.
*Diputada federal por Movimiento Ciudadano
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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