Nicaragua en clave Macondo: Cuba, China, EEUU, Irán, Ucrania y Taiwán

Daniel Ortega, en una fotografía de archivo. EFE/Jorge Torres
Daniel Ortega, en una fotografía de archivo. EFE/Jorge Torres
(Jorge Torres Jorge Torres/)

Para Nicaragua el rol de la OEA llegó a su fin. Por un lado, Nicaragua ha comunicado su voluntad de dejar dicho organismo regional, hecho que se concretará en dos años (2023), y por el otro, el 8 de diciembre de 2012 la OEA concluyó que Nicaragua no respeta sus compromisos democráticos y por consiguiente es plausible de suspensión de aplicarse el art. 21 de la Carta Democrática de la OEA.

Dicho esto, el posible tratamiento por los crímenes de lesa humanidad realizados por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo quedaría relegado al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Ortega, de carácter ermitaño pero con un ansia de control y poder irrefrenables, no se quedaría de brazos cruzados ante dicha posibilidad.

Rompe relaciones con Taiwán en diciembre 2021, su millonario donante y constante cooperante desde 1990, y opta por el reconocimiento de China. Pasó de la noche a la mañana a reconocer el principio territorial de “una sola China propugnado por Pekín”. De este modo, China su nuevo aliado, miembro del Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a veto, podría vetar el tratamiento por crímenes de lesa humanidad al régimen de Ortega-Murillo.

La opción Pekín parecería ser resultado de la especulación orteguista de una posible traición de su antiguo aliado Putin, a quien apoyó con el reconocimiento de las repúblicas de Osetia del Sur, Abjasia y la anexión de Crimea. Nicaragua podría entrar en un paquete de negociaciones con Estados Unidos donde Rusia juega su hegemonía en la frontera ucraniana.

Notoria fue la ausencia de alguna delegación rusa en la ceremonia de asunción del nuevo mandato de Ortega-Murillo que fuera cubierta por el embajador ruso en Managua, así como la discusión en términos subidos de tono entre el funcionario ruso y nicaragüense en los márgenes del evento en cuestión. A los pocos días, Putin llamó a Ortega limando asperezas.

La relevancia estratégica de los países centroamericanos para los EE.UU. radica específicamente en las tres preocupaciones básicas destacadas por el Departamento de Estado norteamericano para esta región: la lucha contra el narcotráfico; la migración ilegal hacia los Estados Unidos y contra el terrorismo, a las que Ortega adhirió con su política denominada “muro de contención” y a las que se añade la cuestión sobre seguridad regional.

Respecto de esta última, el objetivo ruso en Centroamérica ha involucrado el suministro de un importante porcentaje del material militar al ejército de Nicaragua – tanques, aviones de transporte y helicópteros -. “La carrera armamentista en que se ha afanado Daniel Ortega, de la mano de la cooperación rusa, va a generar resquemores que tarde o temprano se van a sumar a las tensiones que ya existen”, asegura la ex presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla. Como contrapartida Estados Unidos mediante la ley Renacer (2022) ha solicitado informes acerca de las ventas militares rusas a Nicaragua.

El carácter temerario de Ortega no termina allí. La visita a Nicaragua del iraní Mohsén Rezaí durante la ceremonia de investidura de Ortega no solo humilló con su invitación a la Argentina sino que su presencia despertó otra alarma que encuadra en uno de los tres ejes de preocupación de los EE.UU. en la región: la lucha contra el terrorismo.

Rezai
Nicolás Maduro, Mohsen Rezai, Daniel Ortega y Díaz Canel

Rezaí, acusado por el atentado terrorista a la AMIA en julio de 1994 en Buenos Aires cuando era un alto jefe de la Guardia Revolucionaria, pesa una alerta roja de Interpol por los cargos de homicidio calificado en perjuicio de 85 víctimas fatales y daños múltiples agravados por haber sido motivado por odio racial o religioso.

Dicha preocupación se extiende a que el grupo extremista Hezbollah, instrumento externo de la República Islámica de Irán considerado por muchos estados como grupo terrorista, se encuentra activo en la región de Iquique, la Triple Frontera, la Guajira y Sinaloa.

Nicaragua no solo ignoró los reclamos formales enviados desde Buenos Aires cuando exigió la detención del imputado Rezaì en Nicaragua, sino que permitió que abandonara su territorio rumbo a Venezuela. Así el acusado Rezaí escapó de la justicia argentina

Otro invitado especial que felicitó a Ortega “por su triunfo” fue el presidente de Cuba. La reciente autorización para salir sin requerir visa desde Cuba hacia Nicaragua activa una nueva ruta migratoria que podría resultar en otra ola de migrantes buscando la frontera con EEUU, cuestión que se encuadra en otro de los citados ejes de preocupación para la Administración Biden. Ortega pareciera empecinado en forzar alguna negociación con Washington que propicie la suspensión de las sanciones que este país ha impuesto al régimen nicaragüense y castrista.

Se recuerda que en 2015 Nicaragua cerró la frontera para que los cubanos no pudieran atravesar el territorio nicaragüense, lo que creó una crisis migratoria en Costa Rica. Ese año los cubanos conocieron una primera versión de Ortega y su “muro de contención”, que les impidió el paso a unos cuatro mil isleños que habían emprendido un largo viaje hacia Estados Unidos. En ese grupo había menores y mujeres embarazadas que acabaron en condiciones de alta vulnerabilidad, varados en suelo costarricense. Ortega no solo se encargó de bloquearles el paso, sino que los reprimió movilizando hacia la frontera sur del país un batallón de infantería del Ejército y las Fuerzas Especiales de la Policía Nacional.

En suma la ceremonia orteguista tuvo un resultado gris para la administración norteamericana y negra para la Argentina.

Recordemos que Nicaragua ya había ignorado el reclamo conjunto con México por “la detención de 131 opositores presos políticos y candidatos presidenciales y la ausencia de proceso transparente electoral (…)”. A su vez, tildó a la Argentina de “instrumento del imperio” y rompía el consenso a favor de la candidatura argentina a la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) para el año 2022, para luego, sorpresivamente cambiar de opinión y Fernández asumir la presidencia pro témpore de dicho organismo regional.

El pragmatismo del gobierno argentino con las cuestiones de Nicaragua, la consideración de la defensa de la democracia bajo el prisma de la no injerencia en los asuntos internos de los estados han limitado la concepción de la soberanía de los Estados al derecho de gestionar sus propios asuntos e intereses sin comprender a la obligación del Estado de proteger los derechos civiles de su población. A su vez, ante la desfachatez del Representante nicaragüense de la OEA al afirmar que Nicaragua tendrá las puertas abiertas para recibir una nueva visita del terrorista Rezai, a pesar de la queja y el repudio del gobierno de Alberto Fernández y la condena regional de la OEA (19/1/22), tomar nota de que “negociar se puede con el diablo pero nunca se gana” y, contemplar que por encima de los intereses particulares de cada Estado predominan las preocupaciones de la comunidad internacional.

La saga Ortega-Murillo no termina aquí. Un nuevo Macondo con perdón a Gabriel García Márquez.

Marcelo Valle Fonrouge es autor del Libro: “La Democracia violada acciones y medidas para el fortalecimiento institucional y la defensa de los derechos humanos en la República de Nicaragua”

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