Durante el siglo pasado, el Perú fue testigo de sucesos dramáticos desde el punto de vista económico, político y social. No había por aquellos días área que se caracterizara por su estabilidad. Por donde se mirara, era fácil encontrar incertidumbre y una moral tan debilitada como desesperanzador era el panorama de cara al futuro.
Pese a la crisis, por aquellos días también se encendió en algunas personas un deseo de marcar una diferencia con valentía, dándole cara a la violencia terrorista que fue uno de los lastres más dolorosos en aquellos años.
Ejemplos hay muchos, pero cada noviembre se recuerda el nacimiento de una de las mujeres más icónicas, María Elena Moyano, conocida también como “madre coraje”, y por una buena razón. Su recuerdo vive en la memoria, y tanto su vida como su trágica muerte inspiraron a miles a seguir de pie en la lucha por un país libre de violencia.
¿Quién fue María Elena Moyano?
María Elena Moyano es la representación de miles de jóvenes que durante la época del terrorismo buscaban cambiar el rumbo del país. Nació en Barranco un 29 de noviembre de 1958, en una familia que llegaría a estar conformada por siete hijos. Pronto, al lado de sus padres, la amplia familia se mudó hacia el distrito de Surco. Sin embargo, finalmente llegaron hasta lo que entonces era casi un desierto que está lejos de tener el rostro que luce hoy: Villa El Salvador.
Como muchos de los que llegaban a esa zona, la casa familiar de María Elena, que tenía doce años, empezó siendo un cúmulo de esteras que a duras penas protegían del incesante sol y los fuertes vientos nocturnos. Años después, estudió en el Colegio Jorge Chávez, en Surco, donde participó en la selección de voley.
Estudiante de sociología y “madre coraje”
Su visión del mundo se terminó de formar gracias a sus estudios de sociología en la Universidad Garcilaso de la Vega, a la cual pudo ingresar gracias al apoyo de uno de sus hermanos y su pareja de aquel entonces. Su madre siempre deseó que estudiara derecho, por esa razón la joven dirigente se vio obligada a mentirle respecto a su profesión.
Su interés por lo social afloró desde muy temprana edad y, junto con ello, los cuestionamientos hacia las diferencias de clases y la pobreza. Así, María Elena solía reunirse con un grupo de jóvenes en el local comunal de su distrito para discutir sobre diversos temas, pero también apoyar a la junta comunal.
María Elena también se vio involucrada en las escuelas de formación política maoísta que empezaron a aparecer en Lima Sur. Los discursos, a su entender, solían ser aburridos y no conectaban con los intereses de los jóvenes; sin embargo, esto la llevó a participar de la toma de colegios públicos ya como parte del Partido Unificado Mariateguista.
Es interesante que, pese a que su formación y pensamiento se orientaba también hacia un ámbito social, ella no contempló el unirse a grupos subversivos, ya que su visión de cambio no incluía la violencia cruda y dura como el medio para lograr un fin.
Entre las muchas acciones que solía realizar, se encontraba la ayuda que prestó para constituir la escuela para niños pequeños donde apoyaba como animadora. Cabe indicar que fue dirigente del Colegio Pachacutec y dirigió el club de madres “Micaela Bastidas”. Posteriormente, fue subsecretaria de organización de la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador.
Pese a esto, su vida personal estuvo cargada de dificultades, ya que salió embarazada de su primer hijo con su pareja, Gustavo, con quien llevaba cinco años de relación, pero la situación económica no era buena. Desaprobó el ciclo de la universidad y la huelga en la que participó fue un fracaso. En la pobreza, se mudó a un edificio en Miraflores donde podía vivir a cambio de limpiar el condominio. Fue despedida tras ser acusada del robo de algunas prendas de ropa, por lo cual debió regresar a Villa El Salvador en 1983.
Cabe mencionar que en aquellos días la violencia terrorista ejercida por organizaciones como Sendero Luminoso golpeaba con fuerza no solo en el interior del país, donde las rondas campesinas y los comités de autodefensa valientemente le hacían frente, sino también en Lima, donde habían empezado su “guerra popular”.
Una de las principales acciones que debían realizar era tomar el control del movimiento popular en zonas como Villa El Salvador. En ese contexto, María Elena ya era una cara visible del distrito, había llegado a ser teniente alcalde en la gestión de Michel Azcueta, logrando impulsar el crecimiento y la organización de la ciudadanía. De ser un arenal, el espacio ahora contaba con pistas, losas deportivas, clubes de madres, comedores populares, entre otros.
Como parte del Movimiento de Afirmación Socialista, la dirigente mostró en más de una oportunidad la marcada posición que tenía frente a Sendero Luminoso, a quienes acusó de los atentados ocurridos en el distrito. También participó de la “Marcha por la paz”, que fue una respuesta directa a un paro armado convocado por la organización subversiva. Vale mencionar que Moyano ya había recibido amenazas en más de una oportunidad.
“Y no podrán matarla”
El 15 de febrero de 1992, María Elena junto a su familia asistió a una pollada en el distrito de Villa El Salvador. Al promediar las 18:30, un grupo senderista llegó hasta el lugar hiriendo al policía que resguardaba a la dirigente.
Esos fueron sus últimos instantes de vida, ya que le dispararon a sangre fría delante de sus dos hijos. Los tiros en el pecho y en la cabeza no fueron suficientes para los terroristas, quienes dinamitaron su cuerpo con cinco kilos de dinamita, en el afán de que no quede una sola huella de su vida y legado. María Elena tenía solo 33 años en el momento en que fue asesinada.
La muerte de la dirigente social marcó la indignación y el dolor de todos aquellos que fueron inspirados por su lucha. Ella representó una de las caras de la resistencia que muchos dirigentes pusieron ante el avance terrorista y fue, a todas luces, un obstáculo de importancia para Sendero Luminoso que terminaría cayendo tras la captura de su líder, Abimael Guzmán.
Su paso por esta vida debe ser visto a través del legado que hoy permanece y que lleva a recordar la luz de su vida que se encendió un día como hoy.
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