
En nuestro forma de relacionarnos con el mundo, nuestro Gobierno parece elegir las peores compañías y nos gustaría una rectificación del rumbo, de acuerdo a las históricas posturas al respecto del doctor Fernández.
En las últimas décadas, parecía haber acuerdos, en los partidos mayoritarios, sobre principios fundamentales de nuestra política exterior: repudio a los gobiernos dictatoriales y a las violaciones a los derechos humanos, apego a la convivencia democrática como sistema de vida, y no alineamiento automático y acrítico con otras naciones.
Junto a la feroz dictadura nicaragüense, violatoria de los derechos humanos y autora de un fraude escandaloso, estuvimos en la farsa de la re asunción del presidente de ese país centroamericano.
Por supuesto, estaba allí China y Rusia, ya que que Ortega y Murillo han decidido convertir en una colonia del imperio asiático a la Patria de Ruben Darío; también Corea del Norte, autocracia oprobiosa sometida a Beijing; Venezuela, cuyo dictador sigue engordando a expensas del hambre de los venezolanos y se apresta a recibir tropas rusas; un asesino iraní y otras lindezas.
No estaba la Europa que nuestro Presidente dice admirar, ni, por supuesto, los países que van a decidir en el FMI las condiciones de la renegociación de nuestra deuda y luego, en los multilaterales de crédito, las posibilidades de financiamiento de nuestra obra pública.
Ahora el propio Presidente decide ir a visitar a Putin y Xi Jinping. Moscú apoya a Beijing en su expansión imperial y en su pretensión sobre Taiwán y los chinos, la usurpación por los rusos de una parte de Ucrania está poniendo a Europa al borde de un conflicto de consecuencias imprevisibles.
En medio de la Guerra Fría del siglo XXI, ¿cuáles son las ventajas de este alineamiento, qué estamos yendo a buscar a China y Rusia?, ¿Qué vamos a darles a la potencias asiáticas?
¿Cuáles serán las consecuencias para nuestro Pueblo y nuestra Patria?
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