“No fuimos nosotros, fueron las PASO”, repitió como un mantra Macri como único argumento explicativo del descalabro inflacionario y el brusco salto devaluatorio.
“No tengo más herramientas”, dijo la gobernadora Vidal a un comerciante en la ciudad de Junín para desentenderse del drama de la pavorosa caída de las ventas.
Ambas frases sintetizan la concepción reduccionista que Cambiemos tiene de la política. Para Macri y Vidal la política es concebida como un espacio restringido destinado al mero gerenciamiento de situaciones determinadas por factores exógenos a la voluntad de las sociedades: para ellos la primacía de lo financiero es irreductible. Esa concepción postula la fatalidad de los procesos económicos y sociales, quedando la política arrojada a un rincón desde el cual apenas puede, en el mejor de los casos, atemperar alguna situación dolorosa sin modificar sustancialmente nada.
Si la política no puede cambiar nada sólo hay lugar para las sonrisas impostadas y no mucho más. Se podrá sentar al perrito caniche en el sillón presidencial o intentar una coreografía en el histórico balcón de la Rosada, pero jamás modificar un patrón productivo regresivo, revertir procesos de desigualdad social o postular nuevos equilibrios regionales.
No se entiende entonces el empeño por conseguir un nuevo mandato. Si no pudieron, no quisieron o no supieron cambiar las cosas para mejor, resulta absurdo el intento reeleccionista. Por eso es que Macri, ante el tamaño de un fracaso que lo coloca como uno de los peores presidentes de la historia contemporánea, lo único que puede ofrecernos a los argentinos es una transición ordenada. Poco, sí. Pero en las actuales circunstancias es lo único a su alcance.
A menos de tres meses para el recambio presidencial, Macri debe entender que ya perdió. Cada vez que actúa como candidato, se desordena una nueva variable de la economía. Cada discurso de campaña desata zozobras por el grado de desajuste con la realidad. Por eso es que debe salir del estado de conmoción en el que se encuentra, y tratar de despejar el camino para el gobierno entrante.
El fracaso del gobierno de Macri es además el fracaso de Cambiemos como fuerza política. Por eso entendemos que octubre debe ser la oportunidad de consolidar la fórmula Lavagna-Urtubey como segunda fuerza política con capacidad de entrar al balotaje. Las PASO demostraron la inviabilidad de un proyecto que incumplió todas sus promesas de campaña. Por eso es tiempo de dar lugar a una nueva mirada, que ponga el eje en la Argentina productiva, en el mercado interno y en la posibilidad de recomponer poder de compra para asalariados y jubilados.
Los argentinos decidieron que la política del odio no va más, que la grieta debe quedar en el olvido. En su lugar debe prevalecer el debate de ideas, un proyecto de país sustentable y la posibilidad de organizar un destino posible para el conjunto de nuestros conciudadanos. Lavagna emerge como el hombre capaz de dialogar con todo el arco político argentino y de articular los consensos necesarios para salir de la actual crisis. En octubre vamos a asistir a una fuerte migración del voto de Cambiemos hacia Consenso Federal, con la posibilidad de consolidar una segunda fuerza que tenga claridad de objetivos y proyección a futuro. Sólo Lavagna puede dar vuelta lo que ya parece inmodificable.
La autora es candidata a diputada provincial por Consenso Federal
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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