El Gobierno parece haber contenido los desbordes económicos que se sucedieron tras la corrida cambiaria desatada el pasado mes de abril. Una bocanada de aire fresco que entraña una suerte de “ventana de estabilidad” y que explica, en gran medida, el retorno de cierto optimismo a las filas del Gobierno.
Hasta ahora, el Gobierno encabezado por Mauricio Macri ha logrado sortear las aguas turbulentas recurriendo a medidas de seducción de los mercados que, por cierto, parecen, al menos por el momento, seguir confiando en el Gobierno frente a los fantasmas que agita un posible retorno del peronismo kirchnerista. Sin embargo, en esta apuesta por los mercados se vienen adoptando medidas que lo alejan cada vez más del electorado en las vísperas de la campaña electoral.
Está claro que la estabilización del escenario económico no está exenta de costos políticos y sociales. El ajuste ya comienza a ser parte del paisaje cotidiano y esta semana sumó dos nuevos capítulos: un incremento escalonado del 30% en trenes y colectivos que sumará dos puntos a la inflación, y recortes en el régimen de asignaciones familiares.
Macri se encuentra entre Escila y Caribdis, esos dos monstruos que en la mitología griega acechaban a los marineros en ambos extremos de un estrecho canal: los mercados y el electorado. En otras palabras, si no cumple con las metas acordadas con el FMI, corre el riesgo de deslizarse hacia el abismo; pero si cumple con el ajuste comprometido, corre importantes riesgos electorales. Un equilibrio muy difícil.
En este contexto ha comenzado la negociación parlamentaria por la ley de presupuesto 2019, en la que necesariamente el Gobierno buscará plasmar los compromisos asumidos con el FMI. Un debate político que, si bien tiene como eje al Congreso, tendrá como protagonistas excluyentes a los gobernadores. Aunque en muchos casos están dispuestos a acompañar medidas tendientes a reducir el déficit fiscal, los gobernadores son reacios a compartir las consecuencias del ajuste y resignar fondos ya comprometidos de cara a los escenarios electorales locales.
Gobernadores: desdoblamiento y reelecciones
Existe un consenso más o menos extendido en la política acerca de que, en los escenarios de reelección, suele primar el efecto arrastre respecto a las candidaturas de otro orden que acompañan la boleta electoral. Sin embargo, tampoco puede descartarse el efecto empuje cuando una valorada gestión municipal o gobernación provincial es la que termina favoreciendo la contienda electoral nacional.
Si bien no hay una regla inexorable, la reelección de Macri y el panorama electoral que se despliega de cara al 2019 podrían condicionar los resultados en los escenarios locales, tanto en lo que respecta a las gobernaciones provinciales como a las intendencias municipales.
En ese escenario, a un año de los comicios nacionales, varios gobernadores e intendentes, sobre todo los bonaerenses, han puesto sobre la mesa la manifiesta voluntad de desdoblar los procesos electorales. La percepción de los estrategas locales les indica que, en una situación inestable, no solo en el plano económico sino también político, resultaría más beneficioso “aislar” las elecciones por jurisdicciones.
Los gobernadores que deciden desdoblar las elecciones locales respecto a la nacional persiguen un doble objetivo. Por un lado, evitar “nacionalizar” la contienda, es decir, tratar que la alternativa “continuidad o cambio” que se perfila a nivel nacional no sea la que se instale como terreno de la campaña, soslayando los factores estrictamente locales. Por otro lado, tratar de garantizar la reelección de los gobernadores o cuidar a los “delfines”, eufemismo que designa a los candidatos que responden a los gobernadores salientes.
Lo cierto es que son 18 los distritos provinciales en donde sus gobernadores están en condición constitucional de ser reelectos: 12 correspondientes al peronismo, 3 a Cambiemos y 4 a partidos provinciales. En definitiva, son 18 mandatarios provinciales que buscarán privilegiar el apoyo electoral local hacia su gestión, en caso de tenerlo, evitando las “turbulencias” electorales por las que transita el gobierno nacional.
Por el momento, pareciera ser que el consenso en las provincias es desdoblar las elecciones para discutir temas locales y asegurarse el territorio. El interrogante pasa por lo que sucederá en la Capital y la provincia de Buenos Aires, donde los mandatarios locales ostentan mayores niveles de aceptación de gestión e imagen, lo que podría justificar elecciones unificadas en la búsqueda de “levantar” la candidatura de Macri.
Más allá de estas definiciones, en los 13 distritos donde gobierna el peronismo, Macri enfrenta un doble desafío. Por un lado, tendrá que disponer de sus mejores recursos para negociar con ellos los proyectos que pasen por el Congreso en lo que resta de su mandato. Por el otro, buscará construir candidaturas competivas para poder sumar nuevas gobernaciones a las huestes de Cambiemos.
En este contexto, el optimismo que parece haber recuperado el oficialismo en los últimos días no solo alcanza las perspectivas reeleccionistas, sino que incluiría algunas ambiciones provinciales.
Las mayores expectativas siguen puestas en Córdoba, uno de los distritos claves para el triunfo de Macri en 2015, y en dónde Cambiemos obtuvo una diferencia de 17 puntos respecto a su principal rival en las legislativas de 2017. Le siguen La Pampa, Entre Ríos y La Rioja y, un poco más atrás, Santa Fe, Salta, San Luis, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
¿Y por CABA cómo andamos?
El distrito con mayor estabilidad política parece ser la Ciudad de Buenos Aires. En los últimos meses, el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta mantuvo un perfil bajo y distante de los “errores forzados” cometidos por el gobierno nacional. Evitó, así, el efecto contagio respecto a los escándalos que están opacando la imagen pública de los principales líderes de Cambiemos.
Tras haber ganado, en 2015 y 2017, las dos contiendas electorales que le tocó disputar luego de que Macri finalizara su mandato en la Ciudad, se convirtió en uno de los pocos referentes políticos que ha logrado mantener, y en algún momento incluso aumentar, su imagen y la percepción de su gobierno en contextos adversos para Cambiemos en lo nacional.
Por ello, sería estratégico que el gobierno nacional quiera hacer coincidir el mismo día las elecciones en la Ciudad y las nacionales. Los números que, en términos de opinión pública, Larreta tiene para mostrar no son para nada despreciables. Él y María Eugenia Vidal, previo escándalo por los aportes de campaña en la provincia de Buenos Aires, eran los dirigentes de Cambiemos con mejor imagen y mayor estabilidad en el tiempo.
Ante estos hechos de público conocimiento en la provincia, el único que puede presumir de una perspectiva electoral “segura” es el jefe de gobierno porteño. En este caso, una elección concurrente beneficiaría, sin duda, las perspectivas reeleccionistas de Macri.
¿Hay lugar para las terceras fuerzas?
Varios encuestadores comenzaron a difundir sondeos de opinión pública que, entre las principales tendencias, dan cuenta de una danza de nombres que llama la atención, tanto a los analistas como la prensa. Sin entrar aún en la prematura discusión de las candidaturas, parece que la crisis que el Gobierno atravesó en el primer semestre de este año volvió a abrir la posibilidad de que una tercera fuerza —ni Cambiemos ni el kirchnerismo— se pueda sumar a la contienda electoral. Sería una novedad que, polarización mediante, no tuvo lugar en 2015 ni en 2017.
El Gobierno confía en estar en la segunda vuelta, algo que hoy no parece en absoluto descabellado. La incógnita que subsiste es quién estará del otro lado. Si CFK decide finalmente competir, hay altas probabilidades de que se pueda recrear el conocido escenario de polarización. Sin su participación, el ballotage podría parecerse más al del 2003 que al del 2015, lo que abriría oportunidades inéditas para terceras fuerzas.
En todo caso, en un contexto electoral aún incierto, no hay que soslayar las estrategias de los gobernadores que, ante la probabilidad de un escenario con resultados ajustados, pueden tener una influencia determinante para dirimir quién se siente en el sillón de Rivadavia a partir del 10 de diciembre del año próximo.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
Sé el primero en comentar en"Macri, los gobernadores y el escenario electoral"