Del encierro a los protocolos pandémicos. Del barbijo a la “nueva normalidad”. Desde el surgimiento del COVID-19, las rutinas no solo se modificaron durante el día, sino también en la noche. Insomnio, sueños vívidos regidos por nuevos comportamientos y pesadillas fueron todos condimentos de un cóctel que aún afecta a gran parte de la sociedad.
Cuando menos lo esperábamos, aparecieron sueños con contenido relacionado a la situación de salud y enfermedad del individuo o de la población como los sueños de catástrofe o el miedo al contagio. Hay quienes dicen que soñaron con el “terror” de salir de sus casas y haberse olvidado el barbijo.
“Durante la pandemia se registró un aumento del recuerdo de los sueños o pesadillas por múltiples razones”, explicó a Infobae Sofía Luján, Neuróloga (MN 158453), miembro de la Unidad de Medicina del Sueño de Fleni. La especialista aseguró que este comportamiento estuvo relacionado con condiciones como el estrés, el miedo, el consumo de algunos alimentos, fármacos o tóxicos, tales como el alcohol.
En tanto, Mirta Averbuch, neuróloga (MN 52610) y Jefa de la Unidad de Medicina del Sueño del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, señaló que con la instauración de cuarentenas estrictas, que en la Argentina tuvo lugar desde en marzo de 2020, se aplicaron drásticamente “nuevas costumbres que tuvieron un impacto fuertísimo sobre el sueño y los sueños, hasta el punto en que se le dio el nombre de ‘Covid-somnia’. Otra pandemia aparte de la pandemia”.
Sueños y pesadillas: cómo se modificó el descanso por la pandemia
Las especialistas advierten que los sueños y el descanso son una suerte de reseteo nocturno que permiten bajar el estrés y poner a punto las funciones corporales, ya que dan paso a una recuperación necesaria para comenzar el día siguiente. Sin embargo, durante la pandemia los ritmos circadianos, es decir los horarios que el mismo organismo establece como pautas que ordenan su funcionamiento, se vieron alterados.
“El sueño es de vital importancia, ya que ocupa un tercio de nuestra vida. Sin sueño no hay vida. Entre las funciones que se suceden durante este periodo está el afianzamiento del aprendizaje, la consolidación de la memoria y el ordenamiento de información para afrontar el nuevo día y el futuro. Los sueños son un espacio diferente, un estado del ser diferente que no tiene nada que ver con la vigilia”, señaló Averbuch.
Asimismo la experta de la Fundación Favaloro explicó que los sueños se nutren de “muchas experiencias vividas, nuestra historia y además de las de nuestros ancestros. Hoy con la epigenética sabemos que no solamente heredamos nuestro color de ojos, sino que además heredamos las memorias ancestrales y muchas otras cosas que desconocemos y que están presentes en la dimensión llamada sueños”.
“En medicina de sueño denominamos actividad onírica o material onírico al contenido de los sueños. Pero cuando son angustiantes o atemorizantes son conocidos popularmente como pesadillas”, explicó Luján. En palabras de la integrante de Fleni, durante la pandemia se registró un aumento del recuerdo de estas últimas.
“Hay puntualmente una etapa del sueño -el REM, cuando el cerebro y el organismo se energizan y dan lugar a los sueños- donde la actividad onírica es fisiológicamente mayor. También hay algunas condiciones que pueden aumentar las pesadillas, tales como el estrés, el miedo, el consumo de algunos alimentos, fármacos o tóxicos como el alcohol”, indicó la neuróloga.
Averbuch señaló, además, la influencia de la tecnología en el sueño. La sobreexposición a las pantallas, que funcionaron como ventanas al exterior en momentos de encierro, alteraron el descanso de millones de personas en todo el planeta. “Durante el primer periodo de la pandemia, la gente de entre 25 y 40 años admitió insomnio y problemas para conciliar el sueño por la luz azul que emiten estos dispositivos y que inhiben la curva de melatonina, con lo cual se retrasó el sueño”.
Confinamiento y pesadillas: la realidad se limitó a cuatro paredes, incluso en sueños
En distintos momentos y en distintas latitudes, el COVID-19 provocó confinamientos. Millones de personas dejaron de transitar por las calles para vivir su cotidianidad entre cuatro paredes. Un cambio drástico que se impuso, en algunos casos, con minutos de antelación.
En la Argentina, el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) entró en vigencia el 20 de marzo de 2020. Las actividades escolares, sociales y laborales se vieron limitadas a cuatro paredes y tuvieron como aditivo innegable las pantallas y la tecnología.
“La drástica aplicación de nuevas costumbres tuvieron un impacto fuertísimo sobre el sueño y los sueños, hasta el punto en que se le dio el nombre de Covid-somnia. Otra pandemia aparte de la pandemia”, afirmó Averbuch.
En palabras de la experta, se “introdujeron elementos a la vida cotidiana tales como el barbijo, que hasta ese momento solo lo usaban los médicos, y el alcohol. Además del aislamiento, la convivencia 24 horas, las noticias, el miedo, la ansiedad, la presencia de la muerte y la excesiva limpieza, entre otros. Se sumaron un montón de términos y palabras que no usábamos. El virus se metió en nuestras vidas y también en nuestros sueños”.
En ese tono, Luján destacó que durante el confinamiento, y particularmente durante el cumplimiento estricto, “se observó que la gente dormía más tiempo o en horarios no habituales. Con esto, probablemente, se sumó un ciclo más de sueño (con un período más de REM) en el cual hay más posibilidades de despertarse y, por ende, recordar qué se soñó”.
Las pesadillas permanecieron en la memoria por un tiempo más prolongado. La experta resaltó que esta persistencia se relacionó con que en los “sueños se procesa la angustia o la ansiedad, las experiencias y el miedo de lo vivido; o lo que potencialmente pueda suceder”. Incluso advirtió que todas estas emociones aumentan aún más la actividad onírica.
“En sí, los sueños somos nosotros pensando y actuando en un estado diferente de conciencia. El cambio de contenido en ellos estuvo relacionado, en gran medida, con los miedos e incertidumbres del encierro. Cuando existe una situación de riesgo nuestra conducta animal, biológica y primaria produce que se activen todos los mecanismos del estrés que nos protegen. Los sueños también se llenaron de simbolismos. Los más observados fueron: la sensación de encierro, la persecución, el acoso y la falta de aire”, completó Averbuch.
Luján señaló, además, que durante el encierro se notificó, mediante diversas encuestas que se realizaron en varias naciones, un incremento en la “insatisfacción del sueño, una disminución del tiempo de sueño, problemas para quedarse dormido y mantenerse dormido”. “Esta situación está relacionada, directamente, con cambios súbitos en la exposición a la luz, el horario de comer y el ejercicio, los cuales son factores que determinan y mantienen los ritmos circadianos”, añadió.
Sobre este último punto, la especialista de Fleni resaltó que en la Argentina “se observó un retraso en los horarios: la gente dormía más tarde y se levantaba más tarde que respecto al tiempo precuarentena”. “Es más, como la variación entre el horario de despertar y el de ir a dormir fue mayor hubo un aumento del tiempo del sueño durante los días de semana”, señaló.
Los protocolos y nueva normalidad invadieron al mundo onírico
Poco a poco, los protocolos establecidos por la pandemia fueron ganando espacio en la conciencia e inconsciencia de las personas. El uso del barbijo o la aplicación de alcohol en gel, por poner algunos ejemplos, se convirtieron en rutinas que también dijeron presente en el mundo onírico.
“Se observó una impronta muy fuerte del aspecto público, es decir de lo que sucedía en el mundo, sobre el aspecto individual. Aparecieron sueños con contenido relacionado a la situación de salud y enfermedad del individuo o de la población, sueños de catástrofe, miedo al contagio, encontrarse solo en el mundo o en lugares muy concurridos”, dijo Luján.
“Parte del cambio del contenido de los sueños en pandemia se habría relacionado con que la humanidad está aprendiendo y se está adaptando a esta nueva realidad”, agregó Averbuch. Mientras que al analizar cómo impactó la nueva realidad al mundo onírico, la neuróloga señaló que “hoy los sueños ya no son tan persecutorios y tampoco hay tantas pesadillas”.
Pese a estos cambios, la experta advirtió que en la actualidad ya se registran “trastornos a nivel psicológico y psiquiátrico tanto en niños como en adultos”. Además, subrayó que aún se registran consultas por “insomnio en personas que continúan teletrabajando”. “Vamos a necesitar mucho tiempo para cambiarlo porque esta situación queda guardada en todos los reservorios de la memoria y durante los sueños justamente se activan todos estos espacios”, reflexionó Averbuch.
Es más, la neuróloga de la Fundación Favaloro aseguró que “nuestra vida nunca volverá a como era antes de la pandemia, ni mejor ni peor, será distinta. Los menos afectados fueron los adultos mayores, que estuvieron menos expuestos a la tecnología y a los cambios, mientras que los más afectados fueron y aún son los adolescentes y los adultos jóvenes, que siguen peleando por la supervivencia y la adaptación”.
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