Tomaron sus rastrillos, palas y hachas, se pusieron cascos de alta visibilidad y se adentraron en las montañas para ayudar a los exhaustos bomberos. En los pequeños pueblos de Turquía, muchos vecinos se han convertido en héroes anónimos contra los mortíferos y destructivos incendios forestales.
Es lo que han hecho los habitantes de las colinas y los bosques de pinos que abrazan las costas del Mediterráneo y el mar Egeo.
“¿Ves ese pequeño fuego allí? Vamos a intervenir y a apagarlo de inmediato”, dijo orgulloso Mehmet Yesimoglu, un comerciante de 50 años, al tiempo que señalaba una preocupante zona de llamas anaranjadas.
“Si no lo hacemos, crecerá y entonces necesitaremos helicópteros o aviones”.
Los turcos han estado observando con horror cómo han ido ardiendo algunas de las tierras más fértiles del país, reduciendo a cenizas los campos y valles de los que depende la supervivencia de los agricultores.
Al menos ocho personas han muerto y decenas de pueblos han sido evacuadas. Pocos saben qué se encontrarán, si encuentran algo, cuando puedan regresar una vez los incendios hayan cesado.
Pero en lugar de sentirse impotentes, muchos se unieron a la primera línea de acción.
“Esto no es algo que supiéramos hacer antes”, dijo Tanzer Bulut, de 30 años, mientras caminaba hacia el humo que nublaba el horizonte.
“Todo lo que hacemos es tratar de ser lógicos. Uno mira hacia dónde van las llamas y trata de adelantarse a ellas. Hacemos lo que podemos aunque no seamos profesionales”.
– “Confío en su conocimiento” –
Algunos de los lugareños dan instrucciones a los bomberos, mostrando la mejor manera de abrirse paso a través de caminos sinuosos que a menudo están cubiertos de humo durante el día e iluminados en la noche por amenazantes llamas rojas.
Un hombre se para al borde de la carretera, iluminando un camino despejado con la linterna de su casco, saludando a los camiones de bomberos con un palo.
Las donaciones de alimentos y agua han estado llegando desde todo el país hasta el punto de que un funcionario local suplicó al pueblo turco que no enviaran más, pues no hay lugar para almacenarlo todo.
Otros están ayudando a los bomberos a jalar mangueras largas, gruesas y pesadas sobre sus hombros hasta los bordes de las llamas.
“Para hacer pasar una excavadora, logré mostrar un camino despejado hacia la cima sin ningún problema, aunque es empinado”, dijo Hayati Zorlu, de 55 años y jefe de una aldea local de la provincia de Mugla, que alberga lujosos centros turísticos del Egeo.
“Porque conozco el terreno y soy el único aquí. No hay otros funcionarios excepto el jefe de la aldea”.
Hakan Karabulut, que dirige un cuerpo de bomberos de Estambul enviado a la zona de desastre, no alcanza a enumerar con los dedos de una mano todas las formas en que los lugareños han ayudado.
“Primero, son nuestros guías. Segundo, nos muestran dónde reabastecernos con agua. Tercero, nos dicen dónde están los incendios. Cuarto, nos brindan apoyo logístico, ya sea comida o bebida. Y quinto, nos ayudan a cargar las mangueras”.
Pero hay más, dijo el jefe de bomberos. “Aquí tenemos jóvenes cazadores que conocen muy bien el territorio. Si encuentro a uno, confío en su conocimiento y no lo dejo ir”.
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