A la luz de la luna, jóvenes ciclistas bajan gritando de júbilo y a todo correr por las calles pavimentadas de Soweto, suburbio de Johanesburgo, popularizando este medio de transporte en un país que solo parecía interesado en los coches.
Después del confinamiento de más de un mes entre marzo y abril de 2020 en Sudáfrica -uno de los más estrictos del mundo-, Tebogo Galagala y Tiyiselane Mashele, quienes organizan dos veces al mes los recorridos nocturnos de los llamados “Biking bandits” (“Bandidos en bicicleta”), se dieron cuenta de que las restricciones sanitarias iban para largo.
Entonces comenzaron a quedar para pedalear juntos, por la noche, por puro placer. Sus pequeñas reuniones ciclistas se fueron convirtiendo en un fenómeno de moda de la cultura urbana del municipio, atrayendo a decenas de jóvenes ciclistas negros.
“El ciclismo urbano en Soweto, pero también en Johannesburgo, experimenta un crecimiento considerable”, estima Tebogo Galagala, de 26 años, que se prepara para el recorrido de 12 km, bautizado “Paseo nocturno con amigos”.
Durante el apartheid, la bicicleta era un medio de transporte para los empleados negros que iban a trabajar al centro de Johannesburgo.
En la actualidad casi no hay ciclistas en las calles de la ciudad, tristemente célebre por su índice de criminalidad récord, excepto algunos trabajadores domésticos o jardineros que no pueden permitirse un coche.
Después de haber recorrido los tranquilos barrios residenciales del municipio, los “bandidos en bicicleta” se paran en un ruidoso cruce: los conductores de microbuses, famosos por conducir peligrosamente, hacen sonar las bocinas.
“Lo único que queremos es que en un futuro próximo se nos reconozca y creen carriles de bicicletas para nosotros”, afirma el cofundador del movimiento.
– Bicicleta de piñón fijo –
Para muchos jóvenes sudafricanos, principales víctimas del desempleo endémico, comprarse una bicicleta es un lujo.
Pero la demanda de las llamadas bicicletas de piñón fijo (no tienen punto muerto, los pedales están siempre en movimiento) cuyo modelo básico puede costar más de 300 euros (360 dólares), es “considerable” desde el comienzo de la pandemia, afirma un artesano local, Kutlwano Malefane, que fabrica el doble que antes.
Para algunos de estos jóvenes negros, montar en bicicleta es una reivindicación. “El simple hecho de tener a negros en bicicleta en Soweto” es una alegría, explica Tiyiselane Mashele.
Se trata -dice- de “reconquistar el espacio” y “cambiar la mentalidad de la gente respecto a los negros que van en bicicleta”, un deporte reservado desde hace tiempo a los ricos, es decir, a los sudafricanos blancos, afirmó.
Otros creen que lo que atrae es la moda. “El estilo de vida, la moda”, explica Tshepo Moyo, de 27 años, vestido con pantalón vaquero ceñido, mientras muestra orgulloso su bicicleta con el manillar adornado con rayas de cebra.
“¡No usamos licra ni nada de eso! Usamos nuestros pantalones jeans (vaqueros) y zapatillas deportivas”, describe Tiyiselane Mashele.
Thapelo Makama, de 22 años, creció en este municipio. Para él es un sueño de niñez cumplido. “De niños, siempre quisimos una bicicleta”, comenta. Ahora disfruta del aplauso de la gente que ovaciona a los “Bandidos” a su paso.
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