Es la mejor judoca nacida en estas tierras y una de las expresiones más luminosas del deporte argentino del siglo XXI. Paula Belén Pareto cerró su historia olímpica con un digno diploma en los Juegos Tokio 2020, que significaron su cuarta participación desde su debut en Beijing 2008.
En el Centro Nippon Budokan de la capital japonesa pisó por última vez el tatami, al menos en lo que refiere a la máxima cita del deporte mundial, quien fuera la primera mujer argentina en consagrarse campeona olímpica hace cinco años en Río de Janeiro, ciudad en la que se convirtió definitivamente en leyenda. La Peque fue también medalla de bronce en China y campeona mundial de su categoría (-48 kilos) en Astana, Kazajistán, un año antes del mayor logro de su trayectoria en Brasil.
Luego de su aventura en Asia, la experimentada deportista de San Fernando regresó al país y por las normativas de las autoridades nacionales tuvo que cumplir con un aislamiento para evitar posibles contagios de coronavirus en el marco de la pandemia que se decretó en marzo de 2020. En este contexto, Pareto volvió a improvisar alocados entrenamientos del mismo modo que lo hizo durante su preparación en tiempos de cuarentena. Con dos sillas y una perfecta vertical, la heroína bonaerense mostró sus ejercicios en las redes sociales y de inmediato recibió la aprobación espontánea de sus seguidores.
Competidora incansable y dueña de una fortaleza mental asombrosa, La Peque se ganó el reconocimiento de todo su país y también de la comunidad deportiva extranjera, algo demostrado con su elección como una de las atletas portadoras de la bandera del Comité Olímpico Internacional (COI) en la ceremonia de apertura de Tokio 2020.
Ella construyó su impresionante carrera en paralelo a sus estudios de médica traumatóloga, profesión que comenzó a ejercer de manera efectiva cuando ya era una gloria del deporte nacional. Su colección de medallas en el circuito internacional de judo, lo que redondeó una producción de 21 oros, 12 platas y 17 bronces en toda su campaña dan cuenta de ello.
Por todo eso se ganó la admiración de una sociedad que reconoció en ella los valores del trabajo, la perseverancia, el coraje, la convicción y también una fuerza arrolladora.
La oriunda de San Fernando, que en los tiempos de los Juegos de Londres 2012 se entrenaba en el gimnasio de Estudiantes de La Plata, pasó tres lustros en la elite del deporte internacional con una amplia cosecha que incluye también haber sido medallista en tres Juegos Panamericanos (bronce en Río de Janeiro 2007, oro en Guadalajara 2011 y plata en Toronto 2015). Del mismo modo, fueron tres las preseas que recaudó en Campeonatos Mundiales: plata en Cheliabinsk (Rusia) 2014, oro en Astaná 2015 y bronce en Bakú (Azerbaiyán) 2018.
La consagración como campeona del mundo en Kazajistán frente a la japonesa Haruna Asani redundó en el premio máximo reservado cada año para el deportista argentino de mayor relevancia: el Olimpia de Oro.
Con la misma tenacidad mostrada en el tatami, luchó los últimos años contra una hernia cervical que la sacó de competencia en los Panamericanos Lima 2019 y que la condicionó en el posterior Mundial de Japón, donde clasificó séptima. En octubre de ese mismo año pasó por el quirófano y desde entonces inició su preparación para Tokio, sin saber que una pandemia aplazaría un año su despedida olímpica.
Pareto desarrolló un intenso adiestramiento para sus últimas presentaciones bajo la supervisión de la entrenadora Laura Matinel y la kinesióloga María José Domínguez, además de la exigente vara de su sparring Camila Marcellet. Sus dos primeras victorias por ippon en Tokio, ante la sudafricana Geronay Whitebooi y la eslovena Marusa Stangar ilusionaron con un camino hacia su segundo oro olímpico pero el sueño quedó trunco con la derrota ante la japonesa Funa Tonaki en los cuartos de final y la caída en el repechaje ante la portuguesa Catarina Costa.
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