Especial para Infobae de The New York Times.
Tuvo una innovadora carrera y en la lucha libre halló su principal tema: los hombres y mujeres que, para ella, eran integrantes de una subcultura inexplorada.
Lourdes Grobet, cuyo padre no le permitía ir a la lucha libre profesional en México por ser niña, pero luego se convertiría en una fotógrafa conocida por sus imágenes de los luchadores enmascarados que repartían golpes, tanto en el ring como en su vida cotidiana, murió el 15 de julio en su casa de Ciudad de México. Tenía 81 años.
Su hija Ximena Pérez Grobet dijo que la causa fue un cáncer pancreático
Durante casi 20 años, Grobet halló formas innovadoras de mostrar su fotografía, entre ellas una instalación en la que los espectadores exploraban un laberinto que contenía fotografías de prisiones en tamaño real así como hombres y mujeres desnudos, distintas fuentes de luz y pisos falsos.
Pero alrededor de 1980 incursionó en las arenas de lucha, cámara en mano, con la convicción de que el deporte de la lucha libre era una parte de la cultura indígena mexicana que no había sido bien explorada.
“Quedé tan sorprendida con los eventos”, le dijo a AWARE, una organización sin fines de lucro de París que promueve a artistas mujeres, en una entrevista de 2021. “Y decidí que enfocaría gran aparte de mis esfuerzos en la lucha libre porque aquí veía lo que yo consideraba que era la verdadera cultura mexicana”.
Grobet fotografió luchadores durante más de dos décadas, más como antropóloga que como fotógrafa. Los acompañaba a las arenas, los vestuarios y a sus casas y en sus trabajos cotidianos y rara vez los presentaba sin sus emblemáticas máscaras que tienen vínculos históricos con la cultura azteca y maya y representan la fuerza y el empoderamiento en México.
Entre sus imágenes más impresionantes: el formidable Blue Demon, con su máscara azul y ribete plateado alrededor de sus ojos, nariz y boca, posando para un retrato ataviado en un traje blanco de tres piezas, con pañuelo y mancuernillas.
El Santo, uno de los luchadores más conocidos, comiendo de pie en un puesto.
Fray Tormenta, un sacerdote que mantenía a los huérfanos de su parroquia haciendo de luchador, con su máscara roja y dorada junto con sus vestimentas doradas mientras sostiene en alto una hostia de comunión en una iglesia.
Una luchadora, también de máscara roja y dorada, envuelve a sus dos pequeños hijos con su capa en casa. Otra le da biberón a su bebé. Otras se maquillan. Grobet tenía una especial afinidad por las luchadoras, por la doble vida que llevaban: actuando en el cuadrilátero mientras criaban familias.
El Santo y el Blue Demon, dos de los personajes favoritos de Grobet, fueron los únicos luchadores cuyos rostros nunca vio.
“Y no quería verlos”, dijo en una entrevista de 2017 para Artists Series, una serie de entrevistas en internet del cineasta y fotógrafo Ted Forbes. “A los otros luchadores los visitaba en la arena”, y se ponían las máscaras cuando empezaba a fotografiarlos.
Hizo miles de fotografías de los luchadores (y sus admiradores), muchas de las cuales publicó en un libro, Espectacular de lucha libre (2005, con texto de Carlos Monsiváis).
El libro precedió al lanzamiento de la película
Nacho Libre
, una parodia protagonizada por Jack Black que fue inspirada por la vida de Fray Tormenta. (El personaje de Black es un cocinero de monasterio, no sacerdote). El director de fotografía fue su hijo, Xavier Grobet.
Poco antes del estreno de la película, Lourdes Grobet expresó su esperanza de que tratara el deporte con respeto y le dijo a The New York Times que cualquiera que pensara que la lucha libre era un entretenimiento cursi se estaba entregando a “un prejuicio de clase social”.
Seila Montes, una fotoperiodista española que tomó fotos de luchadores de 2016 a 2018, escribió por correo electrónico: “Lourdes fue una pionera al dirigir su lente a lugares comunes” y hallar “lo sublime en lo ordinario y marginal”.
Maria de Lourdes Grobet Argüelles nació el 25 de julio de 1940 en Ciudad de México. Su padre, Ernesto Grobet Palacio, fue ciclista en las Olimpiadas de Verano de 1932 en Los Ángeles y acabó último en la contrarreloj en pista de 1000 metros; más tarde fue dueño de un negocio de plomería. Su madre, María Luisa Argüelles de Grobet, era ama de casa.
Aunque Grobet dijo que provenía de una familia de “fanáticos de los deportes y adoradores del cuerpo” que veían la lucha libre en la televisión, su padre se negó a dejarla asistir a los combates en persona.
“No pensaba que era el tipo de cosa que las mujeres debían ver”, le dijo a la periodista Angélica Abelleyra en una entrevista sin fecha. “No quería que nos hiciéramos amigos de los ‘vagos’ en el ring o en el público”.
Grobet fue gimnasta de niña y luego bailarina. Luego de estudiar danza clásica durante cinco años, quedó postrada por la hepatitis, lo cual la imposibilitó de hacer ejercicio durante un periodo largo.
Al recuperarse, empezó a tomar clases de pintura formal y luego estudió en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México bajo el tutelaje de, entre otros, el pintor y escultor Mathias Goeritz y la fotógrafa surrealista Kati Horna. Se graduó con una licenciatura en artes visuales en 1960.
Como pintora, “buscaba algo entre la abstracción, la figuración y el expresionismo”, le dijo a Abelleyra, pero se incomodó con el medio. Cuando estudiaba en París a finales de los años sesenta se cambió a la fotografía.
Grobet no buscaba lo ordinario en su fotografía. En Gran Bretaña, a fines de la década de 1970, tomó fotografías de paisajes que había alterado pintando rocas con pintura colorida para casas; más tarde, fotografió paisajes mexicanos engalanados con cactus y plantas que había pintado. Algunas de estas imágenes fueron incluidas en la exposición grupal de 2020, “Out of Place: A Feminist Look at the Collection” en el Museo de Brooklyn.
Tuvo exposiciones individuales en todo el mundo, pero no en Estados Unidos hasta 2005, cuando la Galería Bruce Silverstein en Manhattan realizó una retrospectiva de su carrera. Sus obras se encuentran en las colecciones del Museo de Arte Moderno de San Francisco, el Musée du Quai Branly en París, el Centro de la Imagen en Ciudad de México y la Colección Helmut Gershaim en la Universidad de Texas, Austin.
Además de su hija Ximena y su hijo Xavier, a Grobet la sobreviven otra hija, Alejandra Pérez Grobet; otro hijo, Juan Cristóbal Pérez Grobet; su hermana, María Luisa Grobet Argüelles; su hermano, Ernesto Grobet Argüelles, y seis nietos. Su matrimonio con Xavier Pérez Barba terminó en divorcio.
A mediados de los años ochenta, Grobet, empezó un proyecto de tres décadas en el que fotografió a los actores del Laboratorio Teatro Campesino e Indígena, una compañía de teatro regional.
“Cuando vi estas actuaciones tuve la misma sensación que experimenté cuando vi la lucha libre por primera vez”, dijo en la entrevista de AWARE. “Yo no estaba tomando fotografías de personas indígenas en sí, estaba tomando fotografías de paradigmas culturales”.
Richard Sandomir escribe obituarios. Antes fue reportero de medios deportivos y del negocio de los deportes. También es autor de varios libros, entre ellos The Pride of the Yankees: Lou Gehrig, Gary Cooper and the Making of a Classic. @RichSandomir
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