Lo que nos dejó el segundo debate

Por Roberto Bacman*

Los candidatos en el segundo debate presidencial
Los candidatos en el segundo debate presidencial (Noticias Argentinas/)

Nada puede ser igual. Nada puede repetirse. Cada debate se desarrolla de forma diferente y mucho más cuando se trata de una segunda parte: cada uno de los participantes tiene tiempo de evaluar, de ver, de analizar, de discutir con su equipo, de planificar en base a la experiencia su participación y hasta de autocriticarse.

Pero nadie tiene el cielo comprado y al comenzar el debate, al subir la adrenalina, comienza la hora de la verdad: serán tiempos de errores y aciertos, de cosas que pueden salir mejor o peor. El reloj corre, el tiempo se acota y es necesario introducir, desarrollar y rematar sin perder la elegancia ni la compostura.

El debate presidencial de ayer fue diferente al del domingo anterior. En líneas generales se podría decir que fue más picante, se ajustaron las exposiciones, se tuvo en cuenta la experiencia de la semana pasada y se intentó perfeccionar la puntería.

Pero no por ello todos los participantes tuvieron una participación homogénea. Existieron diferencias, y vaya que existieron.

Para ganar un debate es necesario contar con objetivos claros y contundentes a fin de instalar los conceptos de referencia dominante del contexto.

Y para ello se debe contar con una estrategia global y tácticas específicas para cada uno de los bloques temáticos incorporados.

Cada participante trató de mejorar su discurso y se notaron los esfuerzos. No todos lo terminaron logrando de la misma manera.

Nicolás Del caño intentó posicionarse más cercano a los problemas de nuestro país y desarrolló con énfasis y estilo propio el discurso del FIT. Una fuerte impronta ideológica que seduce a un electorado muy enojado con la política y una participación mucho más efectiva que en la anterior oportunidad.

Juan José Gómez Centurión tomó debida cuenta de su falta del timming del domingo anterior y aunque de arranque se definió como “políticamente incorrecto”, se encargó de mejorar su impronta de oratoria y hasta de cumplir con los tiempos pautados. Su discurso resultó demasiado lineal y muy dirigido a los que comparten su anclaje ideológico.

José Luis Espert tuvo, al igual que el domingo pasado, una gran performance televisiva. Se mostró locuaz, moderno, trató de diferenciarse de los políticos tradicionales y de seducir a un electorado que desconfía de la política. Pero una cosa fue su postura y otra muy distinta fue el contenido de su discurso: expresó la faceta de la derecha liberal, acusó a Macri de “ineficaz y tibio”, y planteó con firmeza la necesidad de un ajuste feroz que tanto daño le hizo a nuestro país cada vez que se intentó aplicar y que tantos problemas está aparejando a países vecinos como Ecuador y Chile. La semana pasada denunció “el curro de los derechos humanos”; ayer fue por más y amenazó al dirigente social Juan Grabois. Realmente innecesario y fuera de lugar.

Nicolás Del Caño (FIT), Roberto Lavagna (Consenso Federal), Mauricio Macri (Juntos por el Cambio), Alberto Fernández (Frente de Todos), Juan José Gómez Centurión (Frente NOS) y José Luis Espert (Unite) protagonizaron este domingo el segundo debate presidencial
Nicolás Del Caño (FIT), Roberto Lavagna (Consenso Federal), Mauricio Macri (Juntos por el Cambio), Alberto Fernández (Frente de Todos), Juan José Gómez Centurión (Frente NOS) y José Luis Espert (Unite) protagonizaron este domingo el segundo debate presidencial (Noticias Argentinas/)

Y para el final la pelea de fondo de este debate: Macri – Fernández. Es necesario cerrar así, ya que en este enfrentamiento descansa el futuro inmediato de nuestro país.

Mauricio Macri tampoco tuvo en esta oportunidad su mejor noche. Si contó con estrategia y tácticas es evidente que no tuvo la capacidad de demostrarlo.

Como era lógico de suponer, frente a un contexto electoral que lo posiciona en desventaja, comenzó su participación de manera más agresiva. Algo obvio, en especial si se tienen en cuenta sus palabras de “la damos vuelta”. Pero esto es mucho más complejo que un partido de fútbol.

A lo largo de los distintos bloques su discurso fue perdiendo fuerza: cayó en importantes inconsistencias, no salió de la postura que adoptó tras la sorpresa de la abultada derrota en las primarias y mostró (una vez más) que le cuesta aceptar la realidad y termina abusando de la negación, que día tras día se hace más evidente.

A su discurso le faltan contenidos políticos. Está plagado de slogans de campaña y de latiguillos de marketing. Repitió en sus intervenciones los conceptos vertidos en los actos de su marcha, en especial lo que pronunció hasta el hartazgo en el obelisco.

Las mentiras de 2015 sobrevolaron el ambiente y la gente terminó creyendo poco y nada lo que afirmó. Incluso casi no hizo propuestas: la única, los créditos UVA, a esta altura irrisoria.

Pero el tiempo pasa y Macri no fue el mismo que el año de su triunfo electoral: se lo notó muy coucheado (quizás demasiado), recurriendo demasiado a anotaciones y mirando muy poco a la cámara, con la vista algo perdida como para recordar las palabras y conceptos precisos de un discurso demasiado estructurado para un debate de estas características.

Se repitió con el “ellos” como un concepto medieval de “causante de todos los males”, y para rematar su estrategia de apuntar a los K no tuvo la capacidad (y probablemente tampoco la tuvieron en su mesa chica) de entender que el antagonista ya no es solo CFK. Ahora el objetivo a derrotar es Alberto Fernández y a la coalición peronista. El pasado, pisado. Es tiempo de mirar al futuro.

La conclusión es más que evidente: Alberto Fernández volvió a imponerse. Al igual que el domingo pasado tuvo en cuenta y aplicó las ventajas contextuales que surgen del escenario electoral y de las actitudes y opiniones de la gente. Mantuvo una estrategia global y utilizó una táctica diferencial para cada tema.

Dejó la sorpresa y la estocada para el final (a diferencia de la semana anterior) y en cada intervención se mostró sólido y reflexivo compensando en sus palabras una ecuación entre críticas y propuestas, que en definitiva es lo que la gente quiere escuchar.

De este modo propuso mayor justicia social y un organismo de Estado (un Consejo de Seguridad) para manejar narcotráfico y criminalidad, asumió el desafío de la lucha contra la pobreza, simbolizada por la lucha contra el hambre y la falta de viviendas, y fue muy preciso al señalar la precarización de la economía en tiempos del macrismo.

Esperó el momento justo para la estocada y denunció al clan Macri, como parte de la corrupción y fue duro y preciso al no dejarse correr por derecha por Espert, a quién le contestó “que no lo va a correr con la decencia”.

En el bloque de cierre llegó la sorpresa. Alberto Fernández cerró el debate siguiendo el mismo lineamiento con el que abrió su campaña, cuando tras la decisión de Cristina, se ocupó de fatigar un importante recorrido para lograr la unidad del peronismo para construir una nueva coalición, amplia y federal.

Alberto Fernández cerró su participación de manera contundente. Si el domingo anterior utilizó la sorpresa en la apertura, esta vez la guardó para el final, al recitar (casi entonando con voz suave y cuidada) las primeras estrofas del recordado tema de María Elena Walsh “Como la Cigarra”:

Tantas veces me mataron

Tantas veces me morí

Sin embargo estoy aquí resucitando…

Y estos tres versos resumieron su idea de cierre: dirigirse a todos los argentinos, a los que ya decidieron votarlo, a los que dudan y a los que no lo votarán. A todos por igual.

Poner a la política en el centro de la escena, sin marketing ni latiguillos. Instalar como puntada final la consigna de referencia dominante que fue parte del último tramo de la campaña: es tiempo de recuperar el porvenir de la esperanza y de superar la grieta; pero, especialmente, de poner a la Argentina de pie.

*El autor es Director Ejecutivo de CEOP



FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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