Linda y monstruosa marihuana: la primera muestra de arte cannábico florece a orillas del Riachuelo

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Una de las obras de Fernando Brizuela que se exponen en el centro cultural Cannabicultores del Sur, en Avellaneda (Gentileza Ana Chinaski)

De Charles Baudelaire a John Lennon, de Carl Sagan a Louis Armstrong, de Luis Alberto Spinetta a Allen Ginsberg, el ser humano aplicó la relación ancestral -sacramental, festiva, medicinal- que supo construir con la planta de cannabis para potenciar su creatividad artística o, incluso, la inspiración científica, como en el caso del astrofísico y su célebre serie de TV Cosmos. Más obras de las que sabemos cuentan con la inyección inspiradora de las moléculas psicoactivas de la marihuana.

Sin embargo, producto de la prohibición desatada en el siglo XX, existe muy poca relación entre el universo de las artes plásticas y la marihuana como objeto de expresión. El artista plástico argentino Fernando Brizuela, entre el espanto de la demonización y el amor por la jardinería, pensó en esto cuando en 2011 imaginó sus primeras obras cannábicas: monstruos con piel de cogollo, criaturas bellas y desagradables a la vez, que simbolizan la demonización de la cultura sobre la planta prohibida y a la vez la sacralización que hacen de ésta los usuarios y cultivadores.

Una década después de sus primeros bocetos, la ciudad de Avellaneda es el escenario la primera muestra de arte cannábico jamás realizada en Argentina. A los pies del Puente Pueyrredón, en la sede del centro cultural Cannabicultura del Sur, el propio Brizuela junto a Jacko Rial protagonizan la muestra “El monstruo que no dejan salir”.

En tres salones de esta vieja casona de principios de siglo XX se exponen cerca de 100 obras completamente enfocadas en la planta milenaria, que es objeto de estudio y a la vez concepto cultural.

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Fernando Brizuela en uno de los salones de su muestra en Cannabicultura del Sur, rodeado de sus obras (Gentileza Raúl Ferrari)

Rial exhibe la serie Tricomas. Un estudio detallado de técnica mixta sobre las glándulas que contienen los cannabinoides en las flores del cannabis. Una especie de zoom dibujado que acerca a los espectadores de la obra hacia la belleza microscópica de la planta.

La atracción principal es la obra de Brizuela, un artista estrechamente vinculado a la planta de cannabis, tema que aborda en sus esculturas, pinturas e instalaciones con ironía, humor y reflexión.

Brizuela es un bicho de las artes visuales, las exposiciones, las galerías, los centros culturales. Formado en la vieja escuela Bellas Artes porteñas, el artista de 50 años imaginó una década atrás la escultura de un espantapájaros impregnado de flores de marihuana. Si bien nunca concretó la idea, se convirtió en el chispazo que lo llevó muy pronto a pensar y producir sus monstruos.

El artista, que a esa altura se había convertido un usuario de cannabis más interesado en el cultivo que en el consumo, usa sus monstruos para ironizar y hacer pensar en el discurso de la demonización. “Para mí era un cuco fabricado, sobreactuado la marihuana en aquellos años. Y estos monstruos representan eso, el ‘flagelo de la droga’, la idea de la degradación personal, el daño, teorías bastante ridículas, pero que en algunos casos todavía que se usan”, explica Brizuela a Infobae.

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“Estos monstruos representan eso, el ‘flagelo de la droga’, la idea de la degradación personal, el daño, teorías bastante ridículas”, dice Brizuela (Gentileza Ana Chinaski)

Una decena de monstruos habitan en las habitaciones de la casona cultural del colectivo militante Cannabicultura del Sur. Remiten al arquetipo monstruoso de la cultura contemporánea: Hulk, King Kong, Bárbol del Señor de los Anillos. Hay monstruos que luchan, que muestran sus dientes, que gritan, incluso alguno que parece invitar a fumar. Monstruos con dos bocas. Y monstruos mutantes: cuerpos de perro o de león con cabeza monstruosa y ojos celestes. La piel simula ser de cogollos. Pero también un bosque visto desde el cielo. Para lograr ese efecto realista, el artista usa la técnica del maquetismo.

En el corazón del mensaje de Brizuela brilla con claridad. Siempre le interesó particularmente la marihuana, más que otras drogas prohibidas. La preferencia roza su historia personal. El empezó a cultivar cannabis para su hermano enfermo. “Fue una experiencia emocional tan fuerte que finalmente fue parte de mi propia historia. Y así empecé a cultivar. Más que usuario me considero un cultivador. Me copa mucho cultivar”, cuenta el artista.

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“Más que usuario me considero un cultivador”, dice el artista Fernando Brizuela, creador de los “monstruos” de la marihuana (Gentileza Ana Chinaski)

Parte de su obra abstracta es la creación imaginaria del MUNPA, el primer museo de plantas alucinógenas. La pata real se llama Programa Nacional de Adopción de Esquejes. Brizuela produce y regala plantines para quienes necesiten cultivar sus medicinas.

Brizuela sueña con el MUNPA. Esas imágenes están recreadas en acuarelas donde él proyecta “el primer megacultivo para uso medicinal” en la terraza del elefante blanco que reposa en el cerro San Javier de Tucumán.

Allí en 1947, durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón, se diseñó la primera ciudad universitaria del país, imaginada por el botánico Horacio Descole. Pero tras el golpe de 1955, fue desfinanciada y abandonada. Lo que queda en la actualidad, es una inmensa estructura de hormigón olvidada en la montaña.

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Una obra de la serie Tricoma, de Jacko Rial (Gentileza Ana Chinaski)

Además de los monstruos célebres, la obra de Brizuela exhibida en Avellaneda incluye una serie de acuarelas de una belleza descomunal; pinturas sutiles nada monstruosas a través de las cuales el autor dibuja partes de las ramas o las flores del cannabis, con el estilo de los viajeros del siglo XVII que pintaban sus descubrimientos botánicos.

Brizuela toma las plantas de su cosecha como modelo vivo. También aplica esa observación para diseñar guardas o guirnaldas, también expuestas en Cannabicultura del Sur. “La guarda puede ser fúnebre o celebratoria, también está ese doble juego entre la marihuana asociada a la muerte y lo festivo, como los laureles del César pero de porro”, ríe el creador.

La obra de Brizuela no evade la realidad de los consumidores en el contexto de la prohibición. Entre las muestras, apoyadas en las vitrinas o colgando de las paredes hay cadenas y grilletes que exponen el lado oscuro de la ilegalidad, las detenciones a usuarios, cultivadores y la asociación con el narcotráfico.

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La ironía de Brizuela ante la relación de la Policía y la marihuana (Ana Chinaski)

Dos obras se ocupan de la pata policial: un camión de la Policía cargado con ladrillos de cannabis prensado y un agente que apunta al observador con su pistola parado en prensado que se mueve a control remoto.

“Lo que tomo es la unidad de medida del narcotráfico, que es el prensado, que no tiene nada que ver con los clubes de cultivo, es la medida popular de circulación relacionada con el narco, y la relación con la policía. Los coleccionistas que compran mi obra lo hacen desde el lugar de la ironía, la burla porque no se ven en la necesidad de estar escapando de la justicia por consumir o por cultivar, no hay una preocupación. En Avellaneda, en cambio, en este ámbito de militancia cannábica, está más presente la cuestión policial, la del delito”, explica.

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La obra “Visión”, una caja de acrílico llena de flores de marihuana que miran al espectador (Gentileza Ana Chinaski)

Brizuela llevó hasta el límite el tema del narcotráfico en su obra cannábica. En Avellaneda se exhibe también su obra “Visión”, un cofre de acrílico transparente lleno de flores de marihuana, con dos ojos de vidrio que observan todo. En sus exposiciones en galerías de arte, Brizuela vendía estas cajas con el cannabis adentro.

“La operación era meter en el mercado del arte el narcotráfico porque el que compraba la obra, en definitiva estaba comprando flores. Fue un momento de máxima radicalización. El precio del arte es 10 veces mayor al precio de las flores por lo que, desde luego, lo que compraban era la obra. Si querían las flores las conseguían en otro lado”, ríe.

La muestra en Avellaneda abrió en mayo. Consecuencia de la pandemia, los activistas cannábicos idearon una exposición virtual en 360 grados pero desde hace un mes se puede visitar de manera presencial, con apenas un bono contribución. “El monstruo que no dejan salir”, atrajo a diversas personalidades, desde “El Mono”, de Kapanga, hasta el senador Alfredo Luenzo, de la trapera Dakillah a los integrantes de El Kuelgue.

“Con esta primera muestra intentamos comenzar a reflejar la nueva realidad de la cultura cannábica, que transgrede límites y deja su huella”, explicaron desde Cannabicultura del Sur. La muestra viajará luego del 21 de septiembre a La Rioja y es probable que en 2022 se traslade al Centro Cultural San Martín de la Ciudad de Buenos Aires.

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