Se llama Líderes del Mañana y es uno de los programas que más orgullo le da al Tec de Monterrey. Cada año, desde hace una década, unos 200 jóvenes de bajos recursos se convierten en estudiantes de la institución, gracias a una beca que les otorga el 100% de los recursos económicos. Se dice que, para salir de la pobreza extrema, es necesario que pasen varias generaciones. Con este programa sólo se necesitarían cuatro años. “La educación lo puede todo”, decía el fundador del Tec, y el programa Líderes del mañana parece darle la razón.
Es un programa muy valioso, pero a la vez, los responsables consideran que todavía no alcanza. Porque, si bien ha impactado en casi 2.000 jóvenes, de los cuales la mitad ya se ha graduado, en términos relativos necesita que accedan mucho más. En 2023 hubo casi 25.000 postulaciones, de las cuales sólo pudieron ser aceptadas 221: alrededor del 1%. “Hace falta un cero más a ese número”, decía el miércoles José Antonio Fernández, presidente de FEMSA, durante la entrega de Premios Eugenio Garza Sada. Líderes del Mañana se sostiene gracias al patrocino de más de 10.000 personas que apoyan financieramente a los estudiantes.
Una cualidad muy destacable del programa es que ha saltado las fronteras. De los 221 beneficiarios de este año, 217 son mexicanos, y luego hay un estudiante de El Salvador, uno de Guatemala, uno de Honduras y uno más de Panamá. “Este es un programa de avanzada en cuanto a compromiso social”, se entusiasma Miguel Valdez García, director del programa, en diálogo con Infobae. Y continúa: “Por su condición social, los jóvenes no podrían abordar el pago de las colegiaturas, pero descubrimos en ellos mucho talento que tienen un alto desempeño en su bachillerato y que están muy comprometidos en su comunidad”. Esta combinación es la clave del poder del programa. Sigue Valdez: “Son muchachos socialmente muy sensibles que tienen el deseo de salir adelante”.—¿Qué requisitos debe tener un estudiante para calificar en el programa?
—El primero, por supuesto, es terminar la preparatoria y llenar la aplicación. Allí va a estar sometido a tres pruebas. La primera es académica: necesitamos que tenga un promedio general equivalente a nueve y que en la prueba de aptitud quede por arriba de la media 300 puntos. Luego hacemos un estudio de socioeconómico de su condición familiar. Nosotros decimos que quienes están en la base de la pirámide tiene mayores puntos para entrar: con mayor necesidad, mayor mérito. Y finalmente necesitamos un portafolio de evidencias para comprobar que tienen una historia de compromiso social con cualquier proyecto en beneficio de la comunidad.
—¿Cómo es el seguimiento durante la carrera?
—Es importantísimo porque, a veces, por la realidad socioemocional y familiar, requieren apoyo. Y también pasan por incubadoras de emprendimiento social desde donde potenciar su proyecto. No queremos nada más que sean muchachos con una buena vida familiar, sino que necesitamos que sean muchachos comprometidos a darle la vuelta a su entorno social.
—¿Duermen en el campus?
—Sí. Están repartidos; no todos están en Monterrey. Se les da un apoyo económico para su manutención y también, desde luego, para su hospedaje. Viven en las casas que han donado benefactores.
—¿Qué les piden a los estudiantes que han cursado gracias a este programa?
—Se firma un compromiso de reciprocidad en la ceremonia de bienvenida; es una ceremonia muy bonita. En cuanto a interpretar la reciprocidad, no les ponemos estándares de ningún tipo, pero sí que sean conscientes de que hay que devolver con creces aquello que han recibido con mucha generosidad a través de muchos actores. La experiencia que he tenido es que los exalumnos son muy agradecidos. Muchos empiezan a consolidar mi proyecto, pero nadie se olvida de dónde viene.
—Los primeros egresados hoy tienen treinta y pico. ¿Cómo es la relación con ellos?
—A la primera generación le llamamos “Generación 1″. Fueron 184. Todos ya están en puestos intermedios en las empresas. Muchos a nivel internacional, otros están en el área de gobierno. otros en el área de negocios de emprendedorismo. Son exitosos en el terreno profesional, y participan en alguna iniciativa social. Puedo mencionar el proyecto de una de nuestras primeras egresadas, Eréndira Rodríguez, que implementó en el municipio de Apodaca un programa de alfabetización y matemáticas para toda la comunidad. Se llama “Vamos Alto”, involucra a 400 voluntarios y ha sido reconocida ya por el alcalde.
—Volviendo al deseo de crecimiento del programa, ¿qué necesitan para llegar a ese cero más?
—Tenemos que conjugar los operativos del programa con quienes están en el backstage, que es toda la parte de filantropía de mercadotecnia de comunicación. Vamos a lanzar campañas de fondeo más fuertes en todos los eventos en los que podamos ampliar la base de los donantes. Al final del día es lo que necesitamos para que pueda seguir creciendo. Desde parte de todos nosotros, le daremos la consistencia para que todo el que conozca el programa e invierta un peso sepa que está multiplicando el talento al ciento por uno.
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