Intentar explicar con palabras el horror que vivieron el 13 de noviembre de 2015 y sus destrozadas vidas será el reto de las víctimas de los atentados yihadistas en París, que el martes empezarán a desfilar durante cinco semanas ante el tribunal.
“Quiero hacerlo, forma parte de mi trabajo de reconstrucción”, explica Marko, de 31 años. “Quiero enfrentarme a esas personas, que vean quiénes son las víctimas. Lo que nos pasó a nosotros y a quienes ya no están”.
El 13 de noviembre de 2015, estaba en el bar La Belle Équipe junto a un grupo de amigos. Uno de ellos, Victor, figura entre las 130 personas que murieron esa noche en bares de París, en la sala de conciertos Bataclan y en el Estadio de Francia.
Como Marko, unos 300 supervivientes de los atentados o familiares de las víctimas se sucederán en el estrado de la inmensa sala de audiencias construida especialmente para el juicio de los peores ataques en París desde la Segunda Guerra Mundial.
El presidente del tribunal que juzga a 20 acusados, seis en rebeldía, advirtió de su intención de escuchar a unos 15 testigos por día, una tarea que se anuncia difícil para las víctimas, solas ante la mirada de los magistrados y de los acusados.
“Estoy completamente aterrorizada”, reconoce Edith Seurat, de 43 años. Al principio no quería explicar lo que vivió en el Bataclan. “Me dije a mí misma que hablaría sobre todo del después, de la reconstrucción o, mejor dicho, de la no reconstrucción”.
Pero asistiendo al juicio –el primero de su vida– notó la solemnidad de la audiencia y escuchó los relatos de los investigadores, “todos diferentes”. “Quizás subestimé la importancia de un testimonio y quizás me centraré más en lo que pude ver y escuchar”.
Gérard Chemla representa a unas 130 víctimas, entre ellas 15 que decidieron comparecer. Con ellos trabaja los “principales frenos a la expresión”: la “culpabilidad de los supervivientes”, el temor a “no tener nada especial que decir” a ser “banal” o a “derrumbarse”.
“Tener emociones, que en ocasiones se apoderan de uno, llorar públicamente, no es una humillación”, les dijo el abogado.
Para la letrada Héléna Christidis, “son libres de decir lo que quieran y cada uno se tomará el tiempo que necesite”. En ocasiones, “será difícil empezar, necesitarán un minuto o más. Y algunos quizás den marcha atrás en el último momento”.
Sus clientes quieren explicar los hechos, las secuelas y la “vida sin” para los allegados de los fallecidos. “Hay un deseo de homenajearlos, de devolverles a la vida, durante un juicio”.
– Frente a Abdeslam –
Una pregunta que surge con frecuencia es si pueden dirigirse a los acusados.
Las normas establecen que los testigos se dirijan al tribunal. Chemla dibujó a sus clientes un croquis de la sala, en el que el estrado aparece más avanzado que el banquillo de los acusados.
Todo tienen en mente a Salah Abdeslam, el principal acusado y único miembro con vida de los comandos que atacaron París. Desde el inicio del juicio, este hombre de 32 años no duda en interrumpir para tomar la palabra.
La semana pasada, dijo al tribunal que los atentados eran “inevitables”, pero abogó por el “diálogo” para evitar otros.
Marko estaba en la sala, fuera de sí: “Me levanté y empecé a insultarlo. Una amiga herida me tranquilizó, pero permanecí de pie hasta el final, mirándolo fijamente”.
Las víctimas se debaten entre explicar a Abdeslam su “cólera”, como Marie, una superviviente del Bataclan de 37 años, o el “miedo”, como algunos clientes de Chemla, de que se les reconozca.
A Edith Seurat le dan igual los acusados. Ella piensa en los padres, en quienes perdieron a su pareja, “aquellos que desde la sala de audiencias intentan reconstruir una historia, un lugar donde no estaban” “Por ellos, iré con cuidado”.
El juicio de los atentados yihadistas de París comenzó el 8 de septiembre y se prevé que dure hasta finales de mayo. Los acusados empezarán a declarar a partir de 2022.
mdh/tjc/pc
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